Leyendo El Imperio
Hitita, de Ángel Montenegro, he descubierto las cartas de la Reina de
Egipto. No son exactamente cartas de amor. Los hititas sobre patinete, para situarse un poco: fueron uno de los
mayores imperios de la antigüedad, mucho antes de los Monty Python y
Jesucristo. Asentados en el altiplano de Anatolia, llegaron a conquistar parte
de la actual Siria, zonas de Mesopotamia y otras regiones. Como ellos decían,
consiguieron que su imperio fuera de mar a mar, del Mediterráneo al Mar Negro.
El Toro. Dios de la Tempestad |
Fueron grandes comerciantes, diplomáticos y guerreros. Se
enfrentaron a tribus misteriosas como loas gasgas.
Hundieron en la miseria el Imperio Mittani, incluso desafiaron a los mismísimos
faraones del Antiguo Egipto. Y además, en sus conquistas, algunas veces tenían
el buen criterio de no degollar a todos, ganando súbditos de este modo. Arrasaron
en diversas ocasiones la hoy tristemente conocida Alepo, que tan bien
conocieron los cruzados. Y su imperio no estaba lejos de Troya. Troya I, II,
III, etc., como la conocen los arqueólogos. Que basaban su riqueza en un
mercado que era puente entre Asia y Europa. Tomada y saqueada por
conquistadores indoeuropeos (sí, indoeuropeos, Aquiles y Ulises fueron el sueño
de un poeta) en múltiples ocasiones, Troya fue reconstruida una vez y otra y
otra. Una lección vital.
¡Las cartas! ¡Vale! Hubo un rey hitita especialmente
poderoso. Se llamaba Subiluliuma, ni más ni menos. Como un restaurante exótico
y caro. En el apogeo de su esplendor, recibe una carta inaudita de la reina de
Egipto. La carta es conmovedora y dice así:
«Mi marido ha muerto y no tengo hijos. Se dice que tú tienes muchos hijos. Si quisieras darme uno de tus hijos podría llegar a ser mi esposo. Temo tener que casarme con uno de mis súbitos».
A lo que Ángel Montenegro añade: Subiluliuma duda ante tan
insospechada propuesta, temeroso de que se trate de un egaño. La reina de
Egipto reitera su petición, mientras le reprocha sus dudas y temores, y trata
de convencerle:
«¿Por qué dices “ella quiere engañarme”? Si yo tuviera un hijo, ¿escribiría a un extranjero y le dejaría conocer mi necesidad? Desconfías de mí. Mi esposo ha muerto y no tengo hijos. ¿Me casaré con uno de mis súbditos? No he escrito a nadie más que a ti. Dicen que tú tienes muchos hijos. Envíame uno y será mi esposo y gobernará Egipto».
Ante esta misiva de la reina, Subiluliuma, previamente
informado, se decide a enviar uno de sus hijos a Egipto. Pero éste es muerto en
el camino, quizá por el ambicioso general Horemheb, que más tarde conseguiría
nombrarse farón, entre el 1345 al 1314 antes de Cristo.
Qué interesante lo que nos traes hoy, Igor.
ResponderEliminarTroya fue reconstruida una vez y otra. Y sí, es una lección. Además, de ella salió Eneas. Y nació Roma. Un gran imperio. Tremenda civilización. Quizá de nuestras ruinas salga lo mejor de nosotros. Quién sabe.
Un abrazo
Luisa Tomás
Hola Luisa. Sí, que curioso. Troya, conquistada desde el este y no desde el oeste griego.
ResponderEliminarY las cartas. La veo, veo la reina de Egipto: mi marido ha muerto, ¿por qué no me das uno de tus hijos?---- ¿Tendré que casarme con un siervo?
Ay.
Es como Génova. Cambian los significados. Antes era una ciudad de comerciantes y navegantes. Hoy una cueva de ladrones. Cosas del paso del tiempo.
ResponderEliminarTriste y desventurada reina...
ResponderEliminarPatética confesión.
ResponderEliminarTiene pinta de ser interesante el libro de Montenegro.
Un saludo.
Pensando en las intrigas palaciegas que se montaban en otros reinos cuando quedaba un sitio libre en el poder, no me extraña que la reina de Egipto prefiera a un forastero desconocido. Me pregunto qué tipo de hijo escogió el rey hitita.
ResponderEliminarPues sí, intrigas palaciegas que tienen mucho de intrigas de familia. Los hittitas tenían esctructura de clanes sobrepuesta a la estatal: padres, hijos, esposas, suegros, etc.
ResponderEliminar¿El hijo? Un segundón envió, claro. Pobre hijo tercero, pues el desierto se lo tragó. Nunca hay que enviar a los hijos a ningún lados.
Saludos.
Tiene mucho dramatismo esto. Y es hasta gracioso que unos años después de que el hombre inventara la agricultura, ya las estructuras jerárquicas alcanzaran tal grado de solidez como para que la reina no contemple, sino con desprecio, la posibilidad de casar con un súbdito. Encima, en Egipto, en donde el faraón tenía carácter divino.
ResponderEliminarAunque, tal vez, aquí influya más, como dice Miércoles, para verse en la necesidad de solicitar un heredero real a Subiluliuma, el aislamiento de la reina en su corte (incluso el temor a los complots contra ella) que su aversión a mezclar sangre real con la de los súbditos.