Escribí y publiqué en 2022 el libro de poesías de Este Cielo y todas estas calles para poder vagabundear por una Ciudad. Una ciudad que es Barcelona pero que puede ser cualquier ciudad. Una ciudad imaginada, de los recuerdos, y real al mismo tiempo.
Aquí os dejo un fragmento del poema Ciudad
Cosido al
tejido de tus calles
siempre estoy.
De entre tus
brazos nunca salgo. Ciudad.
Tú apenas me
sueñas.
Sueño de
nebulosas que cambian,
en ti late
este corazón.
Me levantas
o me cubres con tiempos aciagos.
Luego te
desvaneces
y en el
letargo apenas te siento,
Ciudad vista como toda una vida. Como un árbol que se ramifica y se transforma y donde todo tiene que ver con todo. En Este cielo y todas estas calles aparecen personas que aman, personas que se preguntan qué hicieron, gente perdida y gente que nunca se perdió.
El libro se ha publicado en varias plataformas, las dos principales son:
Google Play - Este cielo y todas estas calles
Amazon - Este cielo y todas estas calles
En ningún momento el libro siguió el curso planeado. Es lo malo
del arte. La poesía gobierna por su cuenta. Todo lo que sucede vuela y, enredado,
permanece en la voz del viento. Así que este poemario fue creciendo a su libre albedrío.
Santa Cena
Copas sobre el polvo de la larga
mesa.
Cientos de copas hacia la
oscuridad.
Bordeo la mesa
levanto una y
escucho.
Un verano. Una piscina de camping
entre pinos. Ese niño que
corre.
Son tantas que no alcanzo la
multitud.
Al azar levanto otra,
la dejo
levanto otra y otra. Para nada
recordaba tu flequillo rubio y la
azul
viveza de tus ojos. Sigo
hacia atrás enfermo y sorprendido.
Buscaba algo en la Santa Cena.
Si Jesús no aparece nada me dirá.
Levanto algunas copas más y
a su círculo exacto las devuelvo.
Me voy dando cuenta. Sobre la mesa,
en el vacío de cada copa hueca
están todos y todo está.
Respuestas como ecos en una
escalera.
Es mejor correr, cerrar esta
puerta. Correr.
Fui dividiendo el libro en barrios imaginarios. Medio reales, medio fantásticos. Es cierto que el libro habla sobre personas, momentos de lucidez, calles. También es cierto que todo eso me lo salté en algún momento.
Dragones en la orilla
En un lago cuyo vientre fue borrado
has visto dragones beber en la orilla,
cuando los hombres iban y volvían
de las remotas islas sin viento.
En qué momento la arena se desliza
entre los dedos y forma otros mundos.
El mar trae a la ribera susurros carmesí
que siguen viajando tierra adentro.
Las muchedumbres se agitan y luego
se desvanecen en las brumas del siglo.
Ansioso por cerrar las puertas tras de mí,
en otra parte se dibujan castillos de arena.
Las divisiones del libro viene con una pequeña cabecera de texto libre. Algo como así:
III. Mozart con Bonavista
En un laberinto de calles intrincadas descubres
a un niño no muy espabilado con pantalones cortos. Cruzas la calle como la
exhalación de una golondrina. Hay mucho más o no. Las estrellas atrapadas como
peces sin color. Hay algo más o no. Tienes siete años. O tienes setenta y tres.
¿Eso es importante?, ¿de verdad? El laberinto da vueltas y tú crees que está quieto.
Intenta atrapar ese gato que escapa con una pizza en su boca.
El libro es extenso. En su interior hay poemas de toda clase, cortos, largos y medios, en verso libre. Espero que os guste, os traslade hacia algún lugar o incluso os traslade a muchos lugares. Dejo un último poema y quiero, más adelante, compartir algunos más.
Sombrero de copa
Subí al
carruaje del señor y recorrimos
las calles
empedradas de Ciudad.
Él sonería,
oscilaba el sombrero de copa.
Por las
ventanillas veía salir de las textiles
a los
obreros como nubes pegajosas.
No es culpa mía. Sus vidas torpes que
lleno
con el vino del olvido. Sonreía, los esclavos
dejaban paso
a la litera rodeada de una jauría
de siluetas
mordedoras. Para eso los criamos.
Soy más viejo que esto, más viejo que
todo.
En el puerto
las galeras partían hacia Oriente.
Él sonreía. Estas vidas blandas, yo soplo
y deshago. Todo es estiércol en esta
ciudad.
El coche
rugía en las rondas, la urbe
lejana
semejaba a mediodía un cementerio
de libros,
libros apilados y arracimados
de esos en
los que pocas cosas pasan.
Él sonreía,
seguro, en cada cambio de cuadro.

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