Del poeta Mario Benedetti pensé durante años que era como una taza de té con ocho cucharadas de azúcar. Hasta que Toro Salvaje se encargó de recordarme este magnífico poema. Él, que desde su blog, es capaz de ser radical, tierno, utópico y salvaje. Gracias Toro.
Sobre Benedetti, pues toca volver a atrás y reconstruir el camino dejando la dulzura del perjuicio a un lado. Aprender lo aprendido. «¡El olvido es la perdición de los hombres!», exclamaba el mago Merlín. El poema Abrigo ha estado rebotando en el frontón de mi cabeza durante días, devolviéndome la infancia, los gruesos dedos de mi madre cuando íbamos al colegio, pues en una familia numerosa las madres siguen teniendo sólo dos manos.
Abrigo
Cuando solo era un niño estupefacto
viví durante años allá en Colón
en un casi tugurio de latas.
Fue una época más bien miserable.
Pero nunca después
Me sentí tan a salvo, tan al abrigo
como cuando empezaba a dormirme
bajo la colcha de retazos
y la lluvia poderosa cantaba
sobre el techo de zinc.
Si, inevitablemente te lleva a la infancia, cuando te sentías feliz y seguro con tan pocas cosas. Despues la vida parece transformarse en una lucha constante, o eso no quieren hacer creer, al menos. Bello poema.
ResponderEliminarSaludos
Todo hoy lleva a la infancia. "La sonrisa de niño" y el imprescindible Bennedeti... Quizá en un par de horas tenga que volver a afrontar la realidad de la madurez, y no quiero
ResponderEliminarIncreíble sensación... que yo también siento cuando llueve.
ResponderEliminarNunca tan a salvo...como en la infancia...
ResponderEliminarMuy bonito, no la conocia...
Besos abisales
Ciertamente, la imagen que transmite en el último verso es verdadera y directa. Yo me imagino que el techo, más que de zinc, sea de la ilusión de un niño que ni se duerme ni despierta exento de ideas aventurescas.
ResponderEliminarGracias por compartir, amigo.
Qué preciosidad! Y me la iba yo a perder. Gracias por compartirla.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Me encanta. Uno de mis favoritos.
ResponderEliminarGrac ias de nuevo