Tamboras, hijo de Zintala y hermano de Osapa, nació del vientre de la primera mujer, Osana, dejada sobre la playa por una ola. Tamboras, no siendo todavía hombre, arrancó la pierna izquierda de su padre, pues este quería arrojar a la boca del volcán Ondiarriatzala a su lobezno, que había sido recogido en la primera incursión del dios en los profundos bosques, hermosos y oscuros. Con la tibia de su padre, fabricó una espada de hueso capaz de perforar las almas de roca, que guardaban con celo el fuego de un relámpago. Tras esa hazaña, recorrió valles y llanuras, acompañado por aquel lobo que poseía el don de la invisibilidad, al ser capaz de transformarse en un enjambre de abejas. Y en su odisea, cortó montañas creando los valles primigenios y sembró el mundo, poblándolo de distintos seres que a su vez se multiplicaron hasta cambiar la tierra, los mares y el firmamento.
La escritura de los hombres rojos está compuesta por palabras y sílabas mágicas otorgadas por Tamboras. Símbolos usados más para encantamientos de enamoramientos, maldiciones o buena suerte que para dejar testimonio de los acontecimientos que labran los surcos que definen a un pueblo. Los cabezas de los grandes clanes, como los Álfatas, los Bálkidas o los Phaletons, guardan el privilegio de las invocaciones de sangre. Antes de iniciar una guerra o una gran migración gravan con la escarpa de lluvia las palabras del rezo sobre un monolito de piedra negra. Para que el ruego llegue a Tamboras se realizan sacrificios humanos. La sangre de los esclavos corre sobre los canales de las palabras, colmándolos de manera que son oídas por el dios, al ser cinceladas en rojo.
Una remota leyenda, que cambia según que clan la cuenta, habla de cómo Tamboras logró obtener el don de las primeras palabras, pues antes nada se oía excepto el susurro del viento. Esa historia perdura, aunque ya nadie está seguro de qué fue lo que ocurrió en realidad, ni cómo el dios robó el don a uno de los guardianes del Alma Blanca.
Me encanta la imaginación desbordante que tienes para escribir! ( ojalá yo la tuviera para dibujar siempre...)
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Eres todo un cuentacuentos, nos embelesas con tus historias, ya no sólo con el argumento de las mismas sino con la manera de narrarlas, te sumerges en lo más profundo de la fantasía y nos hundimos contigo.
ResponderEliminarOUo, me alegra que os guste. Esto es un poco de mitología de los hombres rojos, uno de las razas de Vamurta. Gracias por pasaros y dejar huella.
ResponderEliminarSaludos.
Que imaginacion!!!!
ResponderEliminarEs increíble como en la cabeza podemos tener la idea de todas las ideas, el completo de una cultura nueva, de un nuevo mundo desde cero. Es infinita, sobre lo finito, la capacidad de crear!
ResponderEliminarFascinante historia. Una mitología perfectamente construida que te deja con ganas de seguir leyendo más... Abrazos.
ResponderEliminarNo había leído la otra parte. He disfrutado las dos, más ésta última, es más específica, con más detalles. Vaya con Tamboras, me he quedado con ganas de más. Cómo adquirió y robó el don de las primeras palabras. Me imagino ese momento en el que tan sólo se oía el susurro del viento, qué placer.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué precioso, monsieur. Crea usted toda una mitología que nos hace recordar a los viejos dioses del Olimpio, en especial a cómo Dionisos nació de la pierna de Zeus.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
¡Oh! Pues no pensaba en el Olimpo, aunque Vamurta le deba mucho y mucho a los polis griegas. Pensaba más bien en mitologías nórdicas. Pero bueno, está todo entrelazado, eso cada vez lo veo más claro.
ResponderEliminarMe alegra que le guste. Debería centrarme más en los relatos de Vamurta...
Saludos.
Aurora, a lo mejor me animo a hacer un relato de Tamboras, consiguiendo las primeras palabras, según dicen los clanes de hombres rojos, claro...
ResponderEliminarUn abrazo.
No entiendo la fantasía como mera fantasía. Como la simple capacidad de imaginar. Para poder hacerlo hay que estar dotado de una gran sensibilidad. Sólo los soñadores (con todo lo que conlleva) saben imaginar del modo en que lo haces tú.
ResponderEliminarSaludos ^^
Claro, las palabras. El lenguaje forma también parte de la mitología. Llamo la atención sobre el valor que otorgan los hombres rojos a las palabras: tienen valor mágico. Y tienen toda la razón para atribuírselo por que no nos deberíamos dejar de sorprender por el poder del lenguaje.
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