De la Guerra de las Dos Rosas ha
surgido cientos de toneladas de literatura. De buena literatura. El gran arquitecto, William
Shakespeare, sumiso bajo la bota de la nueva dinastía victoriosa, los Tudor, e
influido por Tomás Moro, escribió una obra maestra, Ricardo III, que justificaba la bondad de los nuevos reyes, de
hecho, unos malditos usurpadores. El protagonista, Richard de Glouscester es
dibujado como un asesino vil, deforme, ambicioso y corrupto. “Ya el invierno de
nuestra desventura se ha transformado en un glorioso estío por este sol de
York”. Al final de la obra, en el fragor de la batalla de Bosworth (1485),
Ricardo pronuncia la famosa frase “¡Mi reino por un caballo!”, puesto que el
suyo ha caído muerto y ahora combate a pie. Pobre Ricardo. Sostengo que Ricardo
III fue un gran militar y estratego. Valiente e inteligente.
Gandalf, afeitado y rapado. |
Se hizo una gran película, Ricardo III, a la que dediqué un
artículo (Película Ricardo III). De hecho, se han hecho varias versiones de este tal Richard. Curioso.
Coincidiendo con el fin de la película, el rey cae al vacío, mientras suena una
canción, Sitting on the top of the world,
una escena que me recordó a Gollum cayendo en las lavas del Monte del Destino
en El Señor de los Anillos.
Tuvo que ser un escocés, un norteño, quizás
menos involucrado en estas luchas territoriales, quien diera una versión distinta
de Ricardo III, el último Plantagenet.
Así, Robert Louis Stevenson escribió La Flecha Negra, una novela de aventuras juvenil que sigue siendo tan emocionante
y fresca como en 1888.
Y hoy, el gran bestseller de la literatura
fantástica, La Canción de Hielo y Fuego,
tiene entre sus inspiraciones más directas la Guerra de las Dos Rosas. Los
Stark y los Lannister, York y los Lannister, el este y el oeste transformados
en norte y sur, quizá por influencia de la terrible y cruenta Civil War norteamericano, puesto que
Martin es por allí.
Pero, en realidad, ¿había para tanto?
¿Qué dice la historia sobre esa guerra hoy ya mítica, fuente de fuentes?
«Las guerras de las Dos Rosas
fueron un espectáculo anticuado que tenía lugar en la escena central, mientras
que a izquierda y derecha de ella tenían lugar acontecimientos mucho más
importantes», dice el historiador David Mountifield, que añade:
«La guerra civil siempre es un
tema cargado de emociones, y la guerra de las Dos Rosas ha sido rodeada de más
romanticismo que la mayoría de los conflictos de esa clase. Con todo, apenas se
las puede designar como guerras civiles; fueron poco más que rencillas
familiares dirimidas por vasallos armados. Los ejércitos involucrados eran muy
pequeños, casi no hubo ninguna batalla importante y se evitaban los costosos
asedios (...) Incluso el romántico nombre está equivocado, es un invento
posterior derivado de la rosa roja, que a veces usaban como emblema los
miembros de la casa de Lancaster, y de la rosa blanca, llevada por la casa de
York»
Hace unos meses (o años, que más da) leí en La
Vanguardia un artículo sobre la batalla
de Bosworth Field que me dejó estupefacto y demuestra, vía excavaciones arqueológicas,
lo mucho que siempre nos equivocamos al considerar los acontecimientos del
pasado (y diría que en los personales sucede lo mismo):
«Que la legendaria batalla de Bosworth
Field, que puso fin a la guerra de las Rosas, no se
libró en el lugar que se creía sino a tres kilómetros de distancia. Más
importante todavía, al menos para los historiadores, ha sido descubrir que los
ejércitos de Ricardo
III y el que pronto
sería Enrique
VII no peleaban con lanzas, espadas
y escudos, como sugieren los dibujos que reconstruyen el
fragor de la batalla, sino con mosquetes y cañones
primitivos que seguramente resultaba difícil mover en los barrizales
de la campiña de Leicestershire.
Bosworth Field está considerado uno de los cuatro grandes acontecimientos bélicos de la historia inglesa, junto con las batallas de Hastings (entre sajones y normandos), de Naseby (en la que el ejército parlamentario de Oliver Cromwell derrotó al realista de Carlos I) y de Inglaterra (el frustrado intento de la Luftwaffe de obtener superioridad aérea sobre la Royal Air Force en la Segunda Guerra Mundial). De ahí la emoción suscitada por el descubrimiento del lugar donde Ricardo III ofreció desesperado su reino por un caballo, como inmortalizó la obra de William Shakespeare que lleva su nombre.
Precisamente, la literatura de Shakespeare es el prisma a través del cual la historia de aquella época se ha transmitido, y existe la percepción de que Ricardo III era un sangriento tirano a quien al final traicionaron hasta algunos de sus más fieles escuderos. A la reconstrucción acertada de los acontecimientos tampoco ha contribuido demasiado el cine, ya que la icónica película de sir Laurence Olivier (1955) fue rodada en España por cuestión de presupuesto.
En un atardecer de otoño, con los árboles coloreados de rojo y amarillo y las praderas del campo de batalla recubiertas por una alfombra de hojas húmedas, es como si el tiempo no hubiera pasado en un paisaje eterno de colinas onduladas, ovejas, balas de heno y la iglesia de alguna torre normanda en la distancia. No muy lejos se encuentran, por supuesto, las granjas, los tractores, los parques eólicos y las autopistas que representan el progreso en este rincón de las Midlands. La importancia histórica de Bosworth Field es que echó el cerrojo a la edad media en Gran Bretaña y abrió las puertas a la modernidad.
Después de semanas de buscar en vano restos arqueológicos en la zona donde se suponía que se había librado la batalla, el arqueólogo Glenn Foard convocó una mañana a sus ayudantes y les dijo: "No quedan lugares donde rastrear. Hemos llegado al final del camino. O encontramos algo hoy o nos damos por vencidos". Unas horas más tarde, un compañero le puso en la mano un pedazo de munición de plomo.
Por el momento no se va a revelar el lugar exacto de Bosworth Hill. Antes hay que negociar con los granjeros el acceso, por lo menos una vez al año, de los turistas, para que los curiosos no expolien los campos en busca de objetos de valor. Varios pueblos, además, llevaban siglos reclamando como suya la batalla. Pero esas serán otras guerras que, afortunadamente, no se dilucidarán con mosquetes y cañones.»
Cañones y arcabuces, que emergen
amenazantes en el horizonte brumoso del segundo libro de Antigua Vamurta, que cierra el ciclo. No aparece en la novela
Ricardo III, pero casi. A todo esto, solo añadir que soy un yorkista convencido
y que si alguna vez York se subleva me tiene como fiel paladín de la causa rebelde.
Igor Kutuzov
Bosworth era el nombre de uno de los aceleradores lineales en mi anterior trabajo (aquí es costumbre bautizar los aceleradores con nombres de reservas naturales). Decir que el paisaje por ahí es anodino como pocos (¿Campos eólicos? Deben de ser muy chiquitos). Dar tu sangre por las Midlands es valorar muy poco la vida :-P
ResponderEliminarInteresante ver que la llamas la "guerra de las dos rosas". Yo la conocía como "war of the roses", sin contarlas.
Por cierto, que el tipo de la penúltima pintura tiene un parecido más que razonable al ecce homo de Cecilia Giménez.
Me has dejado hecho polvo, imaginé Bosworth como un paisaje idílico y resulta ser un acelerador lineal (seguro que eso es una rampa de lanzamiento de X-Wings). Sí la memoria no me falla, los arquélogos buscaron en el lugar donde se creía había tenido lugar la batalla, sin éxito. Luego se movieron. Cuando estaban a punto de cancelar el trabajo los detectores de metales empezaron a siblar una canción.
EliminarSí, por aquí, en el cálido sur, se conoce como la Guerra de las Dos Rosas. Ecce Homo, je, je, je.
Saludos.
Me alegro de la marcha que lleva tu Antigua Vamurta 2.0.
ResponderEliminarDecían los romanos vae victis. A Ricardo le llegó su San Martín, y, claro, a los vencedores les convino ser los buenos y malo el derrotado.
Esa época es un poco tardía y, ya para entonces, no me extraña nada que usaran las incipientes armas de fuego. Lo que, por cierto, no es nada señorial. Qué caballerosidad puede haber en abatir a un glorioso miembro de la aristocracia sin lucha alguna, ni contacto siquiera, encima por un vulgar soldado de orígenes humildes.
Sí, Antigua Vamurta está en corrección, a la mitad. El libro acabado y la saga también. ¡Buf! Toda una liberación y un sentirse bien.
EliminarPues se creía que la Guerra de las Rosas fue a lanza y espada. Pero no. Se acabaron las irrefrenables cargas en línea de la caballería pesada, de los grandes señores. De hecho, por esa "democratización" de la guerra, en la que una ballesta manejada por un campesino podía matar a un señor, la Iglesia de Roma demonizó y excomulgó dichas armas. Luego llegaron cañones y aracabuces. Y poco después los ejércitos de mercenarios, también muy caballerosos.
¡No hay derecho alguno! ¿Cómo se atrevían a disparar a los aristócratas?
Saludos.
Sí que es cierto lo que dice Miércoles sobre el parecido del hombre recostado, tal vez Cecilia se inspiró en ese rostro como modelo para su magistral restauración. Nos cuesta ser originales y todos acabamos reinterpretando o reciclando. En ese aspecto sí tenemos conciencia ecológica. La historia de las batallas clásicas despierta más nuestra atención que la de las actuales, ¿a qué se deberá?. En comparación con las de Kabul, Bagdad, Hebron o Sarajevo, esta de Bosworth que evocas debió ser una "pequeña gresca" al modo de las revueltas en los países árabes o esas guerras olvidadas que en este momento se están produciendo.
ResponderEliminarUn abrazo Igor, pasa unas felices fiestas!
Y felicies fiestas. Sí, las guerras de hoy no parecen tan heroicas y seguramente lo son. E igual de sucias. A lo mejor la última guerra que no podía evitarse fue la Seegunda Guerra Mundial, aunque sí pudieron evitarse las causas, como el ahogo de Alemania (República de Weimar, humillación, hiperinflación, especulación...), país que parece no recordar a donde se llega cuando la desesperación ocupa la esperanza en las calles.
EliminarLas guerras de mañana serán peores. Guerras de Drones. De hecho ya ha empezado. Las Fuerzas Áreas Norteamericanas tienen más drones voladores que aviones de combate tripulados. El siguiente paso, ya avanzado, es el drone de combate terrestre y marítimo. ¿Puede sentir la piedad un drone?
Saludos.
Ya sabes que yo me inclino más por los Lancaster, además, Ricardo no debió asesinar a sus sobrinos. Eso no estuvo bien
ResponderEliminar¡A las 12 tras las tapia del cementerio! ¡A florete!
EliminarDe todos modos, no está del todo claro si asesinó a esos sobrinos. Recuerdo haber leído algún historiador que lo ponía en duda, aunque no digo no...
Un abrazo.
No hay ninguna duda de que los mando asesinar. No me seas tan "ricardista", Igor jajajaja.
EliminarSaludos y Felices Fiestas (aunque sean un veradero c...)
Monsieur, Ricardo no fue un buen tío. En eso no necesitó la ayuda de Shakespeare. Yo creo que se lo puso bien fácil al genial dramaturgo.
ResponderEliminarPero qué asco tener que negociar el lugar de una batalla!
Felices fiestas, monsieur
Bisous
Hubieron muchas guerras pero sólo un Shakespeare ¡FELICES FIESTAS!
ResponderEliminarBuen paralelismo el que nos muestras. Gandalf es un actor magnífico haga lo que haga, desde luego y el personaje histórico de Ricardo III, da para mucho.
ResponderEliminarSaludos y Felices, Ann@
PD. Os invito a que leáis mi cuento navideño. ¡Felices Fiestas! Gracias
http://annagenoves2012.blogspot.com.es/2012/12/bloody-christmas.html
Y como decía el celebérrimo Tywin Lannister, orgulloso vástago de este antiguo momento de la historia (no literal, sino recordado): Robb Stark es de los que cree que las batallas son pendones ondeando al viento, caballeros, gestas y leyendas, y al final todo no es más que una horrorosa carnicería.
ResponderEliminarEl hombre reducido a la conciencia final de lo que somos, animales.
Quinientos años adelante, las pinturas, las historias, nos evocan gestas, grandes hazañas. No quiero imaginar lo espantoso que tuvo que ser estar allí, sea con lanzas, con cañones o con palillos.
De hecho, la única guerra limpia de la historia son Las Guerras de las Galaxias... El resto, como dices, una carnicería en la que la mayoría no quería estar allí. Ricardo III, asesino o no (recordar Apocalypsis Now, acusar a alguien de asesinato en Vietnam sería como acusar a alguien de exceso de velocidad en las 500 millas de Indianápolis), fue una figura histórica muy interesante.
ResponderEliminarSaludos.
ainsss, como se nota que te gusta la historia jajajaja, ya estoy por aquí, y me pasaba a felicitarte las fiestas. Un besazo.
ResponderEliminardios, llevo siglos sin escribir en mi blog y sin leer los que tengo "de cabecera", como el tuyo. Veo que no bajas la guardia. Me alegro. Y te sigo, con retraso, pero te sigo. Ahora mismo me pongo al día.
ResponderEliminarbS
A propósito de Ricardo III...
ResponderEliminarhttp://www.bbc.co.uk/news/uk-england-leicestershire-21063882