Mi hija el pasado verano asistió a una
Escuela de dibujo Manga en Barcelona. Es el género que a ella le gusta, inundada como está
de mangas como One Piece, Naruto, etc. Eso no me sorprendió. Fue a una muy buena academia de dibujo. Lo
que sí me sorprendió y me hizo pensar fue en cómo los alumnos vivían las
clases.
Mural de One Piece de 2 m x 1 m. La foto desmerece el original. O qué hacer con tu hija para que no mire tantas series mangas online. |
Primero, la mayoría de los alumnos, en
una clase concurrida, llegaban media hora antes. Hablaban un poco entre ellos.
Luego se ponían a dibujar, que era el objeto de estudio, y apenas se oía algún
murmullo. Cinco minutos antes de la llegada del joven profesor, muy respetado
por el alumnado por sus capacidades, la clase era un gota de silencio. Llegaba
el profesor y ametrallaba a los alumnos imponiendo un alto ritmo de trabajo. ¿Qué obligaba a los alumnos a esperar al maestro en silencio?
Y así tres horas seguidas y sin
descansos. El sueño de un maestro. La utopía de la escuela ideal. Y acabada la
explicación de mi hija, me quedé pensando en por qué obligamos a los niños a
aprender a diferenciar entre gótico y barroco, entre mitocondrias y
catabolismos, raíces cuadradas y prefijos y otras materias que jamás, jamás van
a servirles para nada en la vida y que les harán sufrir durante años y años,
derivando en esas materias un esfuerzo que podría ir hacia otras direcciones,
como, por ejemplo, pensar por sí mismos.
Si los jóvenes y adultos, por ejemplo,
entendieran bien lo que es una hipoteca, ¿hubieran sido tan fácilmente estafados en masa durante la burbuja inmobiliaria? ¿Por qué malbaratar tanto en
enseñanzas que sólo son útiles a una minoría de especialistas? ¿Para qué lanzar
a la basura tantos esfuerzos y años para nada? Quedan muchas cosas por hacer,
una es derribar el vetusto edificio de la enseñanza, tal y como lo conocemos, y
edificar otro un poco más inteligente. Y a quien le interese la poesía comparada
o las matemáticas puras, que las estudie. ¿Y la educación emocional, y los oficios, y los técnicos especialistas?
La utopía de la escuela ideal... ¡Qué buena reflexión, Igor!
ResponderEliminarDesconozco cuál sería la escuela ideal, pero estoy seguro que está más cerca de lo dicho por ti que de lo que impone el ministerio. Despertar interrogantes, buscar incentivos para el conocimiento, hacer ancho el camino del aprendizaje...Y, naturalmente, para cada uno serían distintos interrogantes, e incentivos y caminos. ¡bendita diversidad!
Un abrazo.
Muy interesante lo que comentas. La ejecución es lo que me inquieta. Cómo encontrar las necesidades del discente con eficacia, cómo entrenar el gusto, cómo construir el armazón intelectual, cómo formar con los horizontes más amplios la visión humanista de cada uno, cómo evitar encerrarnos en un pequeño cajón superespecializado si es que lo queremos evitar, cómo comprender.
ResponderEliminarTambién hay otra cosa: la utilización eficaz de las herramientas que la educación nos ha proporcionado. Esa utilización es lo que me atrevería a llamar sentido crítico. Nos pueden enseñar cosas que después no nos sirvan para nada. Pero a lo mejor es porque no conocemos su potencial (para qué sirve el latín, dice el ministro, para que a usted le llamen egabrense, contesta el catedrático con sorna).
Me sorprende y alegra la actitud aplicada de esa clase. Aunque hay algo antes que el manga. No estaría mal recordar que hubo una evolución muy larga en el dibujo de aquel país. Se podría compartir un poco el One piece con la ola de Hokusai.
la ola de Hokusai influencia en One Piece y en el Manga en general. De hecho, los encuadres de los cómics japoneses no son como los nuestros o los del cómic norteamericano, en general. Todo está conectado y todos influye sobre todo.
ResponderEliminarYo no estoy seguro de nada. Lo que sí veo es que el sistema educativo es el mismo que tuve yo, tres décadas o más atrás. En mi vida real, en la laboral, la personal, la que sea, me pregunto qué porcentaje uso de todo lo que aprendí. Me atrevo a decir que es residual, pequeñito.
No hay escuela ideal, está claro. Pero veo claro que lo de hoy no funciona bien. Chirría, empezando por métodos y contenidos hasta los profesores, muy desmotivados en general.
Imagino que la principal resistencia a los cambios viene del porpio profesorado (ahí se juega el pan) y del propio sistema, que se conforma en rodar y rodar sin pensar en más.
dafd, sí un día puedo, ¡te hago esa comparativa! (y si alguien quiere hacerla, está invitado)
Comparto tu reflexión.
ResponderEliminarYo todavía me sé los ríos de Europa de memoria, de norte a sur y de izquierda a derecha...
Eso me ha servido de mucho en la vida.... ya que he hecho el tonto algunas veces recitándolos como un mono de feria.
Saludos.
Lo que está claro es que dibujar, digo dibujar bien, expresar ideas trazando con figuras, personajes, en fín, expresando ideas, como otros lo hacen escribiendo, en una opción cultural muy interesante. Felicito a su hija por ello, y a los padres por dejarla seguir ese camino, que no excluye otros.
ResponderEliminarUn saludo.
Es un tema complejo. El poco porcentaje de lo estudiado que tú usas no es el mismo que el que necesito yo, por ejemplo. Eso dependerá de lo que guste a cada uno y eso solo se testa exponiéndonos a todos a una gran cantidad de conocimientos que vamos a olvidar.
ResponderEliminarLo que motiva a unos puede ahuyentar a otros. Hubo una profesora en mi adolescencia que me hizo creer que yo no estaba hecha para la Biología, mientras que otros siguieron esos estudios inspirados por ella.
Otra cosa es la forma de exponer la materia, ahí si que hay obligación de cambiar las cosas. Cuando empecé la carrera, me encontré con que los alumnos británicos habían aprendido lo mismo que yo de circuitos, radiactividad, mecánica o electricidad que yo pero, en lugar de hacerlo en capítulos separados, estudiaron el esquema de funcionamiento de un tubo de rayos x.
El mural destila trabajo disfrutado.