19 ago 2017

Dolly campea tras los atentados de Barcelona


Y no va a pasar nada, en realidad. Hubo el atentado de Barcelona. Hubo una gran consternación, muy concreta para mí, pues por allí paseo a menudo. La puerta de atrás sigue abierta de par en par. Debe ser así, para unos pocos.

Porque en realidad no nos interesa saber qué ha pasado. Nos contentamos sabiendo que están cazando a los terroristas, unos asesinos a los que han adoctrinado y financiado. Con eso nos vale. De repente llega un wasap. Es una foto de un amigo jugando a tenis. Luego otro wasap. Es una paella. Enciendo la tele. Vuelven a hablar de famosos y futbolistas, que tienen muchos problemas. Los ciudadanos siguen con sus vacaciones, un poco más tranquilos, y los turistas siguen en su pertinaz asedio a la Sagrada Familia. Las calles de Barcelona van volviendo a la normalidad. Los políticos se reúnen. Sus rostros reflejan la gravedad del momento. Hay proclamas. Hay imágenes en televisión.


Se suceden los tuits, incluso se crean grandes frases que van repitiéndose en el desfiladero de la red. El eco que el viento se lleva. En las Ramblas se amontonan las velas, las flores, los muñecos de peluche. Una eficaz barrera contra el próximo atentado. Se hacen fotos. Hay abrazos. Solidaridad sobre las aceras. Luego uno vuelve a casa y abre el frigorífico. Hay cerveza fría. Todo bien en Barcelona. El Barça, tras cobrar durante años de Catar, lucirá un bonito slogan en la camiseta. Todos somos…

Hay una inmensa minoría que sí sabe. Saben quién ha puesto el dinero, quién paga las escuelas, las armas, las ideas. No cuesta nada. Con un par de horas en internet se averigua quiénes son. Nuestras élites, europeas, españolas, catalanas, mantienen grandes negocios con ellos. No van a renunciar a sus grandes beneficios. Nuestras élites van contra nosotros, no nos sirven. Solo se sirven a sí mismas. Incluso imponemos sanciones económicas a los países que luchan de verdad contra ellos. La puerta de atrás seguirá abierta de par en par.

Ellos están aquí y son muchos. Y volverán a atentar. Me llega otro wasap. Es una bonita cala, el mar azul zafiro. Ahora bajaré al supermercado. Me falta agua, coca-cola, galletas. La gente, espontáneamente coreó el No tinc por (“No tengo miedo”). Yo sí tengo miedo. Y mucho. Las ovejas siguen balando a mí alrededor. Estúpidas ovejas. Ovejas sumisas. Agacho la cabeza. Sigo masticando hierba.


Share/Bookmark

5 comentarios:

  1. Muy doloroso y más para quien pasea a menudo por allí. Lo que no entiendo es la nueva moda de no publicar fotos sobre el atentado.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Pues sí, hay una gran hipocresía. Y vivimos en el mundo de lo políticamente correcto, en el que muchas veces se mira hacia otro lado o se dice lo contrario a lo que se piensa. Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Terrible hipocresía y hasta odio. Leo algunas noticias de medios alucinado. En los comentarios, ya sé que hay trolls, leo opiniones espeluznantes. Así es muy difícil construir, ir hacia adelante.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Pues parece como si al común de los mortales nos abandonasen a nuestra suerte. Las ovejas que corren presurosas, asustadas de nuestra presencia, al menos tienen a un pastor, un perro y a veces un burro, verdadero radar de peligros.

    ResponderEliminar