Sobre libros, poemas, versos y relatos

11 sept 2025

Este cielo y todas estas calles

Escribí y publiqué en 2022 el libro de poesías de Este Cielo y todas estas calles para poder vagabundear por una Ciudad. Una ciudad que es Barcelona pero que puede ser cualquier ciudad. Una ciudad imaginada, de los recuerdos, y real al mismo tiempo. 

Aquí os dejo un fragmento del poema Ciudad


Cosido al tejido de tus calles

                                                    siempre estoy.

De entre tus brazos nunca salgo. Ciudad.

Tú apenas me sueñas.

                                      Sueño de nebulosas que cambian,

en ti late este corazón.

 

Me levantas o me cubres con tiempos aciagos.

Luego te desvaneces

                                    y en el letargo apenas te siento,


Ciudad vista como toda una vida. Como un árbol que se ramifica y se transforma y donde todo tiene que ver con todo. En Este cielo y todas estas calles aparecen personas que aman, personas que se preguntan qué hicieron, gente perdida y gente que nunca se perdió. 

El libro se ha publicado en varias plataformas, las dos principales son:


Google Play - Este cielo y todas estas calles


Amazon - Este cielo y todas estas calles


En ningún momento el libro siguió el curso planeado. Es lo malo del arte. La poesía gobierna por su cuenta. Todo lo que sucede vuela y, enredado, permanece en la voz del viento. Así que este poemario fue creciendo a su libre albedrío.


Santa Cena 

Copas sobre el polvo de la larga mesa.

Cientos de copas hacia la oscuridad.

Bordeo la mesa

                             levanto una y escucho.

Un verano. Una piscina de camping

                      entre pinos. Ese niño que corre.

 

Son tantas que no alcanzo la multitud.

Al azar levanto otra,

                                      la dejo

levanto otra y otra. Para nada

recordaba tu flequillo rubio y la azul

                                  viveza de tus ojos.        Sigo

hacia atrás enfermo y sorprendido.

 

Buscaba algo en la Santa Cena.

Si Jesús no aparece nada me dirá.

Levanto algunas copas más y

a su círculo exacto las devuelvo.

 

Me voy dando cuenta. Sobre la mesa,

en el vacío de cada copa hueca

están todos y todo está.

 

Respuestas como ecos en una escalera.

Es mejor correr, cerrar esta puerta. Correr.


Fui dividiendo el libro en barrios imaginarios. Medio reales, medio fantásticos. Es cierto que el libro habla sobre personas, momentos de lucidez, calles. También es cierto que todo eso me lo salté en algún momento.


Dragones en la orilla

En un lago cuyo vientre fue borrado

has visto dragones beber en la orilla,

cuando los hombres iban y volvían

de las remotas islas sin viento.

 

En qué momento la arena se desliza

entre los dedos y forma otros mundos.

El mar trae a la ribera susurros carmesí

que siguen viajando tierra adentro.

 

Las muchedumbres se agitan y luego

se desvanecen en las brumas del siglo.

Ansioso por cerrar las puertas tras de mí,

en otra parte se dibujan castillos de arena.



Las divisiones del libro viene con una pequeña cabecera de texto libre. Algo como así:


III. Mozart con Bonavista

En un laberinto de calles intrincadas descubres a un niño no muy espabilado con pantalones cortos. Cruzas la calle como la exhalación de una golondrina. Hay mucho más o no. Las estrellas atrapadas como peces sin color. Hay algo más o no. Tienes siete años. O tienes setenta y tres. ¿Eso es importante?, ¿de verdad? El laberinto da vueltas y tú crees que está quieto. Intenta atrapar ese gato que escapa con una pizza en su boca.


El libro es extenso. En su interior hay poemas de toda clase, cortos, largos y medios, en verso libre. Espero que os guste, os traslade hacia algún lugar o incluso os traslade a muchos lugares. Dejo un último poema y quiero, más adelante, compartir algunos más.


Sombrero de copa

Subí al carruaje del señor y recorrimos

las calles empedradas de Ciudad.

Él sonería, oscilaba el sombrero de copa.

Por las ventanillas veía salir de las textiles

a los obreros como nubes pegajosas.

 

No es culpa mía. Sus vidas torpes que lleno

con el vino del olvido. Sonreía, los esclavos

dejaban paso a la litera rodeada de una jauría

de siluetas mordedoras. Para eso los criamos.

 

Soy más viejo que esto, más viejo que todo.

En el puerto las galeras partían hacia Oriente.

Él sonreía. Estas vidas blandas, yo soplo

y deshago. Todo es estiércol en esta ciudad.

 

El coche rugía en las rondas, la urbe

lejana semejaba a mediodía un cementerio

de libros, libros apilados y arracimados

de esos en los que pocas cosas pasan.

Él sonreía, seguro, en cada cambio de cuadro.






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