29 oct 2009

Vamurta, relato épico. Capítulo I.VIII

Antigua Vamurta es una novela de fantasía actual, disponible en descarga como ebook en formatos pdf, epub, mobi, kindle, para tablets, smartphones, lectores de ebooks, iphones, etc.

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Capítulo 1
(fragmento VIII)

—¿Creéis que podremos aguantar? —inquirió el veguer. Sentía la necesidad de escuchar otra voz, otro veredicto.
El capitán movió la cabeza, mirando al suelo.
—No, nada podremos contra estos diablos. —Dejó escapar un suspiro—. A no ser que ataquen con todo, a pecho descubierto. Pero no lo harán. Se han reorganizado. Tienen esas nuevas armas. Esta es una guerra largo tiempo meditada... —afirmó, mientras se rascaba la barba, que crecía abrupta sobre su piel grisácea.
El veguer miró hacia las almenas, casi vacías para evitar el martilleo del fuego enemigo. Giró la cabeza hacia sus ballesteros, formidables a corta distancia. Formaban un semicírculo detrás de la infantería condal que guardaba, algunos pasos atrás, la grieta. Encima de los tejados de las casas y también a lo largo de la calle de los Laneros, esperaban los arqueros la orden de volver a los muros. Los miró. Frente a los arcabuceros murrianos eran casi una reliquia, protegidos con sus cotas de argollas ligadas, sobre el que lucía el escudo condal, una golondrina negra sobre fondo blanco, una golondrina de alas tensas, casi rectas. Aún podrían ser útiles, aún sus arcos y sus cuchillos cortos podrían herir cerca de los muros.

Más atrás de la calle de los Laneros, que moría frente al agujero, y en otras calles, esperaban los restos de los ejércitos de Marca, los que habían conseguido llegar hasta la capital. Hombres y mujeres con todo tipo de armamento. Pesadas mazas romboidales junto a cortantes alabardas, grandes hachas, lanzas y dagas de diferentes largos, corazas y emblemas de muchos señores de frontera. Comparados con los marciales ejércitos murrianos, parecían campesinos armados. Solo podrían servir para el choque, para apuntalar las líneas de los infantes del condado, los mejores soldados. Las falanges eran el muro delante de los ballesteros, una cortina de largas lanzas mirando hacia el cielo, manchado por estandartes de tela dura.
Al menos, aquel era un día bonito. El sol corría sobre el cielo brillante y limpio y comenzaba a caldear la tierra. Por poniente, rompiendo el lienzo azul, avanzaban masas de nubes blancas retorcidas por la pesada musculatura del agua. No había que pensar mucho. Aquel sería el último acto de su paso por el mundo, que ahora le parecía irracional, áspero, injusto. Todo perdido para él, para los grises. Un fogonazo de ira le subió por la garganta al pensar que ninguno de sus dos hijos podría ya recordarlo. Ni su mujer, a la que enterraron hacía ya mucho tiempo. Desaparecido uno, muerto el otro en aquella interminable lucha. El tiempo gasta de un lazo elástico. Aquella guerra parecía haber durado unas pocas lunas. Dio un puntapié. Todo le parecía tan igual.
Había llegado el almuerzo en grandes cacerolas de barro y se repartían pellejos con vino entre la soldadesca. Se oía alguna risa seca. La tropa, lejos del bombardeo, parecía respirar.

cuentos épicos
(encontrarás los anteriores y siguientes fragmentos de esta novela épica en este blog)

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1 comentario:

  1. Pasé por aquí para leer otro fragmento, y ya de paso dejarte un saludo.

    Que pases buena semana.

    http://tamaravillanueva.blogspot.com/

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