6 mar 2010

Un Día y una Noche (Fin)

 Relatos Fantásticos de Vamurta

Séptima y última parte del relato perteneciente al mundo épico de Antigua Vamurta, "Un día y una noche", la historia de Ermesenda.

relatos epicos
«Cuando corrió hacia la salida del teatro, pensó que ni tan siquiera había sellado su despedida con un beso. Un beso que empezaba a maldecir y añorar. Corría y corría. Al alcanzar la salida, hizo una señal a sus guardias y doncella, y sin mediar palabra volvieron hacia el palacio de sus padres. Ermesenda, horrorizada, intentaba contener las lágrimas, mientras apretaba con más fuerza las manos pequeñas de su dama de compañía, que la sujetaba, mirándola de reojo, angustiada por el estado descompuesto de su señora.

Cuando, por fin, alcanzó la seguridad cotidiana de su gran habitación, se encerró, pasando la balda. ¿Qué había hecho? ¿Qué tipo de locura la había arrastrado, sin salvación, hacia aquel hombre que la había poseído como un toro, llevándola hasta la cima, hasta creer poder tocar las estrellas? Lloraba pensando en Jacobo, en su vil traición. Traidora, era eso, esa palabra infame la definía como nunca ninguna otra. Se hubiera destripado si hubiese podido, pensó en lanzarse por el balcón, ese fondo negro agujereado por los destellos de la luna que iba retirándose. Se levantó de la cama, desesperada, sin control sobre sus actos.

Llamaron a la puerta. Ermesenda se quedó paralizada. ¿Ya venían a buscarla para un escarnio público? No quería ver a nadie, no quería abrir.
—Soy tu madre –oyó—. Ábreme, abre y abrázame.
Ermesenda corrió hacia la puerta como una niña, levantó la balda y se lanzó a los comprensivos brazos de quien la trajo al mundo. “Niña, ¡qué te ha pasado!”. Ermesenda lloraba con fuerza.
La tuvo en su regazo buena parte de la noche, consolándola y vigilándola.
—Madre –dijo—. Quiero volver al Castillo de Sinta, quiero volver a pasear por los campos…
—¿Tan mal ha ido?

Bien entrada la mañana, tuvo un horrible despertar. Su cabeza la condenaba a constantes punzadas y su alma se había desangrado. Salió al balcón, que la noche anterior podría haber sido su última puerta. En la Avenida, el bullicio era el de un día cualquiera, vital y escandaloso, como si una jauría de perros estuvieran ahí debajo disputándose una carnaza. El sol de verano la apabulló, hasta obligarla a volver a dentro. Un sirviente pidió permiso para entrar y le comunicó que su padre la esperaba en el comedor. “Ahora sí que estoy perdida”, pensó.

Se vistió y bajó por la escalinata del atrio del Palacio, que con el sol alto aparecía bañado de luz, haciendo más brillante el majestuoso limonero que ascendía hasta el segundo piso. Llegó al comedor. Su padre, con expresión preocupada, aguardaba, inmóvil en el sillón de señor de la casa.
—Siéntate, siéntate –dijo con voz suave—. No sé qué pasó ayer y poco me preocupa desde que llegó esta carta.
Ermesenda tomó el sobre que le ofrecía, un sobre de papiro suave, observando que el sello de cera había sido partido y la misiva leída. Aquello era una invitación para una recepción privada que se celebraría en la Ciudadela, con presencia del Conde y su esposa, junto con su primogénito. Ahora sabía quién era el joven de la máscara de oro.

—¿Sabes qué significa esto? ¿Entiendes cuáles son las consecuencias si aceptas la invitación? –preguntó su padre, mesándose la barba encanecida—. ¿Y las consecuencias si no aceptas ir?
Ermesenda entendía perfectamente todo el significado de aquella invitación. El heredero la pretendía.

De repente se vio encumbrada en puesto más alto del mundo que conocía, se vio en la cumbre. ¿Y Jacobo? Tuvo un momento de duda, pero si no accedía, su familia y ella misma quedarían defenestrados de por vida, y seguro que, tarde o temprano, se conocería lo que pasó durante el baile de máscaras. “O quizás no”, pensó también. Si aceptaba, pasaría a estar más allá del bien y del mal, todopoderosa para decidir, ensalzar o tachar. Cubierta de oro, piedras y fabulosos vestidos de seda, y nadie jamás podría acusarla de nada con el ejército condal a sus pies.
Respiró profundamente. Su padre, al mirar aquellos ojos rasgados y decididos, supo que su hija había tomado partido.»

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10 comentarios:

  1. duras decisiones. Estar más allá del bien y del mal no está mal según el contexto, aveces es lo mejor creo yo..

    Buen texto.

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  2. me encanta cuando entro en tu blog, porque se trata de un mundo paralelo y fantástico. Es realmente complicado crear algo así.
    Por eso, enhorabuena

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  3. Hola Jordi,
    Ermesenda acaba escogiendo poder, perdiendo así una parte de sí misma, aquella que la hacía feliz.
    Y sí, a veces es lo mejor. Yo no sabría qué decidir...
    Gracias por la visita.

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  4. Hola Ana,
    Gracias por pasarte. Me ha gustado esto que dices de "un mundo paralelo". Un poco la idea es esta, crear un lugar que permita olvidar la cruda realidad, que a veces también es bella realidad.
    Lo que me cuesta es que suene coherente, es mi obsesión, que cuadre. A ver si lo consigo.
    Un saludo,

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  5. BUENAS TARDE IGOR,PASE LEI,ME GUSTO LO QUE LEI,ME ATRAPO...MUY BUENO!
    GRACIAS
    LIDIA-LA ESCRIBA

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  6. Hola Lidia,
    Gracias por el comentario. Me anima que te gusten estas historias. Habrán más y es una promesa.
    Un saludo.

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  7. Vaya, termina con una mirada de fuego...me gusta ;) , aunque lamento que haya terminado, pero bueno, gracias por el esfuerzo de ir colgándolo tan seguido y espero poder leer más pronto :)

    ¡Un saludo!

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  8. Hola,
    Sí, es un final acorde con la forma de pensar de este personaje de Vamurta. Una mujer ambiciosa, que para alcanzar la cima, renuncia a algunas cosas.
    Me alegra que te haya gustado.
    Un saludo.

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  9. Efectivamente es coherente con el personaje la decisión que toma. Pero hay algo también de víctima. ¿Qué puede hacer si no? El rechazo a la proposición condal abríría un horizonte como poco complicado para ella y su familia. Por otra parte la propia sucesión de acontecimientos en la fiesta de disfraces no se puede decir que sean producto de una decisión por parte de Ermesenda. La suerte, la fatalidad también han tenido que ver. Eso está bien, dota al texto de cierta tragedia.
    Un abrazo

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  10. Hola dafd,
    yyy. Es verdad, hay un punto de tragedia, de destino que la lleva, de algo incontrolado. No hay tanta decisión fría por parte de Ermesenda.
    Bueno, es una de las gracias de la literatura, que a veces, las cosas se te escapan de las manos y los efectos no son los pretendidos.

    En la novela pasa lo mismo, quise hacer algo más "cómic", algo mucho más ligero, y el resultado es otro. Podría ser que al escribir salen a flote otras esencias.
    Gracias por el comentario. Me ha hecho pensar un buen rato, y confirma algunas sospechas que tenía entre intención y plasmación en texto.
    Un abrazo.

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