Israel creó la
cárcel de Gaza y echó la llave al mar, se
ha dicho muchas veces. Y parece que hasta hace un tiempo era así. Ahora el
estado de Israel parece arrepentirse de haber erigido tal prisión y pretende,
simplemente, demolerla. En cualquier caso, y a riesgo de equivocarme, me parece
que en esta dramática historia entre israelís y palestinos no hay buenos y malos,
pues todos son malos. Lo que sí hay es una historia entre fuertes y débiles.
Fuertes militarmente, fuertes políticamente, pues Israel es un apéndice de los
EEUU en Oriente Próximo, fuertes económicamente, contra un estado fallido, horrorosamente
corrupto y cuyos raíces y situación son claramente injustos. El pueblo
palestino no tiene futuro para dar a sus hijos, pues la guerra dura desde hace
más sesenta años y el Estado de Israel se asegura, cada cierto tiempo, que el
odio que la genera no caduque, matando a miles de niños, mujeres y hombres
desde la cómoda distancia y seguridad de un F-16 o un carro de combate Merkava.

Israel y Palestina, otra vez