Sobre libros, poemas, versos y relatos

9 jun 2011

Poesía en el autobús

              POEMA EN EL AUTOBÚS
A veces, sentado en el autobús
asisto a la multiplicación de las fachadas.
No me fío de mis ojos maliciosos
por eso, a veces
me apeo y me acerco
hasta tocar la roca muerta de las casas.
Y así, resbalando sobre la materia
llego a querer creer que realmente
cualquier momento transcurrió.


Share/Bookmark

Juan Eduardo Cirlot

Estaría bien poder tomar café con los muertos. Algunos dejan preguntas, misterios y un rastro brillante. El poeta barcelonés Juan Eduardo Cirlot dejó escrito:

Toma mi oscuro anillo inmemorial.

Mi armadura deshecha de deshace
y de sus mallas muertas salen fuegos
azules, Bronwyn; puedo verlos, tiemblan.
Tiro el guante de hierro, soy tu siervo.
El mar que me acompaña por un mar
de sombra de deshace en el vacío.


Estoy cansado de estar muerto y ser.

Y os dejo un par de links de posts viejos que embotellé en esta pequeña laguna cíber. Por si interesa.

Share/Bookmark

7 jun 2011

Poema Azul de Mar

Azul de mar sobre la retina, esparciéndose
Evanescente azul de mar, verde impreso
Sobre el negro iris que refleja todo el cielo.

Brisa de mar sobre los pómulos raídos
Tensando, divino azote, las velas de un mendigo.

Por qué renunciar a ti, siempre cercano,
Cuna de hombres, espejo de tiempos y estrellas.


poesia el mar
Azul de mar, by Igor.


Share/Bookmark

Las cucarachas tienen memoria

 Cuento Corto Las cucarachas y la memoria

Estoy en el maldito trabajo. Alguien ha gritado. Una cucaracha tamaño King Size está volteada en el suelo, desesperada. Las mujeres me han obligado a hacer de Sant Jordi, pero no he querido matarla. La he puesto en una caja Nesspresso (la importancia del reciclaje) y la he dejado en una papelera en la calle.

Dos minutos más tarde la recepcionista ha salido a fumar. Otro grito. La cucaracha melancólica volvía a su hogar, cruzando el desierto de la calle, moviendo sus desproporcionadas antenas frente a la puerta.

Las cucarachas tienen memoria. Me diréis que es olfato. Yo dijo que no, que es memoria, como el contacto mágico de la magdalena y el té de En Busca del Tiempo perdido, de Proust. El olfato es memoria. El contacto. Entre el poema y quien lo lee, que lo despierta del mundo de los muertos. Entre mi talón y la pobre cucaracha que volvía a casa, guiada por su memoria y la añoranza.
Y al final de los tiempos, sobre la tierra sólo quedarán cucarachas y humanos. Y ellas tienen memoria.

cucarachas tienen memoria cuento corto



Share/Bookmark

3 jun 2011

Las historias de 1.000 Avestruces

Sospecho que Chus A, agazapado tras las 1.000 avestruces, es un tipo antipático, casi amargo. Cansado del mundo y de sus toneladas de cemento. Harto de que nada brille en su belleza. Enfadado. Sutil. Un hombre que anda por callejuelas a la caza y captura de sombras. Sombras del pasado y del presente. A lo mejor se trata de un idealista tamizado por la realidad y el tiempo y a lo mejor, como decía mi abuela, hablo demasiado y proyecto sin lápiz.
En cualquier caso, sí sé una cosa. Que escribe muy bien.



mujer en la playa
I rem



Dice X, que es fácil seguirme la pista después de tantos años porque ando metido en un montón de cosas. Yo a ella, y a otros de aquella época apenas les puedo seguir la pista después de tantos años, más allá de las fotos que de vez en cuando avivan las ascuas del recuerdo de la postadolescencia que demorábamos en aquel instituto junto al "Acacias", el bar que ejercía de orfanato de nuestras rebeldías acomodadas. Dos mil horas de vuelo en los futbolines, doma de cañas de cerveza entre arabescas y sempiternas melodías de El último de la fila que hablaban de sortilegios, de magias, de cartas escritas al viento, de aviones plateados, de la ciudad dormida y los fulgores del alba y del amor imposible de una tal Sara; eran días de traducciones de canciones de U2 y Blacksabbath, días en que nos empeñábamos en mandar a tomar por culo a aquella primavera remolona que aquel año repartió tan generosamente sentencias de expulsión escolar y para compensar, la vida (y no me cansaré de repetir lo mucho que me jode hablar de “la vida”) nos mostraba en una playa de Cubelles la incipiente vulcanología del cuerpo de X en top-less, tan arcana a nuestros ojos por culpa de aquellas modas ochenteras que se empeñaban en ocultar las curvas y entonces por fin sus brazos prematuramente bendecidos por el sol, sus muslos, pero sobre todo el interior de sus muslos, gloriosamente rebozados de fina arena sedimentada. X nos miraba desde el azul de sus ojos sabiendo que aquel día dejábamos de ser menos cachorros de lo que parecía que deseábamos seguir siendo. Menos cachorros, y quizá menos paletos. Me hubiera gustado relatar que sus pezones clavaron en mi espalda mientras jugábamos con aparente inocencia en el agua, que sus piernas se anudaron a mi cintura mientras emergían ostentosos sus pechos, como balizas blanquecinas por el tabú del bikini ocasional, y que su pelo se desplegaba en el mar como una anémona, y que al salir del agua, tras los juegos y el alcohol, me puse como para partir nueces, y al tumbarme de espaldas dibujé surcos y corazones en la arena, pero la memoria es frágil y casi siempre la cabalga la imaginación, o la mentira según les venga en gana, y ahora no podría dar cuentas de que nada de aquello sucediera realmente y lo más probable es que otro fuera el protagonista y no yo. Si por lo menos hubiera sobrevivido aquel cómic de seis páginas que dibujé y que tanto corrió por clase, aquel cómic tan emparentado con el estilo de Pedro y Paco, Pico y Vena, donde relataba todo lo sucedido, incluida la insolación de F. Todo aquello fue antes, mucho antes de que la noche nos alcanzara más allá de los bosques, antes de que quisiera cambiar mi reino por un caballo de trecientos centímetros cúbicos para poder encontrarme con aquella chica por las calles de Playa de Aro. Fue antes de las trescientas cervezas en un cámping, antes de que Candi muriera con las piernas cortadas, pero con la satisfacción de haber comido y bebido hasta reventar, aquello fue antes de que Javi robara de un apartamento aquel pantalón tejano de un guiri de la talla cincuenta y dos y que luego olvidó en mi coche porque se puso ciego de pippertmint. Antes de que aquella chica me pidiera que lo hiciéramos con dos condones y antes de que yo convenciera a otras para hacerlo a pelo. Todo eso siempre antes de las traiciones y las dagas que tiñeron el cielo de color púrpura, antes de que el óxido, que tiene pasos de gigante, royera las letras de una amistad que me dijeron que sólo podía entenderse si la escribíamos en mayúsculas; antes, antes de conocer a aquellos falsos exploradores de los abismos, antes de que aprendiera a volar cometas, antes de conocer a los vampiros tan sedientos de almas, antes de que nadie me preparase una fiesta para mi cuarenta cumpleaños, antes de que el amor se ocultara con bayoneta tras las barricadas, antes de que la sangre oscura de sus entrañas tatuara mi colchón, antes de que aquellos tacones empezaran a mentir y se rieran porque leía mientras caminaba, antes de que odiaran a Cayetana Guillén Cuervo porque intuían que a mí me encantaba; todo aquello fue antes de Hipólito, de Mil avestruces, de empuñar un arma, antes de que el imbécil de Bustamante se blanqueara los dientes y adoptara los movimientos de caderas de Elvis, fue antes de las cenas de escritores, y del 2666. Antes de que ejerciera el derecho a huir del peligro. Antes de que aquella buscona viniera a susurrarme al oído en tu presencia, y antes de dar la bienvenida a los vencejos que por fin emigraron a mi ciudad, fue antes de contemplar mi futuro en la arena que vertí en tu vientre en una cala de Begur , antes de desnudarnos cada una de las noches después de cenar, antes de las patatas felices y los morros de cerdo de una churrería de barrio. Antes de que abrazáramos el sol del tequila aquella noche. Todo fue antes de este blog, desde el que ahora, no sé muy bien con qué pretexto, la recuerdo.


Share/Bookmark

26 may 2011

Cuento corto Nobleza

Microrelato o cuento corto Nobleza

Cuando, en 1918 el Fokker rojo de Freiherr von Richthofen fue derribado sobre las verdes ondulaciones del condado de York, el piloto alemán fue agasajado por el anfitrión local.
«Soy el vizconde de Ramusen y Barón de Swidnica», dijo. La tarde corría rápida hasta ser una enorme lona negra tras las celosías blancas de los ventanales del castillo de Lord Clifford. El té era más que aceptable, las galletas de mantequilla crujientes y la conversación deliciosa. Ambos militares prometieron reencontrarse tras la guerra, y von Richthofen hizo bien al recordar que ambos compartían unos testarudos primos lejanos en Escocia, tierra de gentes escasamente romanizadas. «Un enemigo une más que un amigo», pensó el barón.

En 1943, cuando el Messerschmitt-109 de von Richthofen hijo, fue derribado cerca de las suaves ondulaciones de hierba brillante de Sheffield, el hijo del barón murió ametrallado por una ráfaga de una Sten antes de que pudiera levantar los brazos. Su caza, en sucesivos vuelos rasantes sobre una siderúrgica, había abatido a dieciséis obreros.

En 2004, el nieto de Lord Clifford y el de von Richthofen montan una joint venture (la sede fiscal en las Islas Caimán y la fábrica en Hanoi) con capital europeo y saudí, para proporcionar municionamiento a las tropas que luchan valerosamente en Afganistán e Iraq. En 2011 deciden, tras una cena en las Seychelles, derivar parte de las ganancias de su empresa al hedge fund de un primo lejano escocés, que puja por el petróleo libio.

Alea…
cuento corto

Share/Bookmark

22 may 2011

Ideas para los indignados

He aquí una minúscula aportación para estos indignados, a los que apoyo plenamente, aunque me preocupa ver un cierto aire cándido. Acabo de ver las noticias de hoy. Entrevistaban a uno de ellos. Y repetía lo que ya figura en su programa: el derecho al trabajo. «Queremos trabajo», dicen.
Pero el trabajo surge, en nuestro sistema que pierde agua por los cuatro costados, en el momento en que alguien pone dinero y esfuerzo. Crea una empresa. Y en esa empresa, cuyo sagrado objetivo es ganar todo el dinero que se pueda, se contratan trabajadores para que con su trabajo se cree una plusvalía, lo que gana la empresa. En el cine, funciona igual. Y todo lo demás, excelencia, bien social, socialización, al lado de las ganacias o pérdidas, son paparruchas.

En el contexto como el actual faltan empresas y empresarios. No trabajadores, que es el bien en abundancia. Los empresarios no crean empresas porque creen que no van a ganar dinero. Los productores no hacen películas porque creen que no van a ganar dinero.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Montar empresas. Y, de los modelos que conozco, el más justo me parece la coopertiva.
En Catalunya hay tradición, sobre todo en el campo, pero también las hay industriales y de servicios. ¡Y algunas funcionan! Y desde hace años.
Cooperativas. Cada trabajador es a la vez empresario y currante. Cada uno es responsable y gana cuando todos ganan y viceversa. Claro, para empezar hay que o poner dinero o poner tiempo. Pero es mejor poner las dos a la vez.

¿Quién empieza?

Share/Bookmark

La vida de los otros.

La gran sorpresa del cine europeo de los últimos años. Un director impronunciable, Florian Henckel von Donnersmarck, dirigió esta película que es a la vez una reflexión y un film de suspense, tenso, asfixiante. Una historia sensacional coronada por un actor genial, Ulrico Mühe, como capitán de la temida y siniestra policía secreta de la alemania oriental, la Stasi.
En La vida de los otros (2006) todo es gris. Como en una habitación de Kafka, como en la novela de Orwell, 1984. Gris, plano, monótono, controlado. En cambio la obra no tiene nada de aburrida ni tediosa.

Las ideologías, como la religión, muchas veces justifican a unos pocos. Son el lazo de la violencia y reestructuran el eterno orden piramidal con el que se organizan hombres y mujeres. Por eso hay que huir de los locos que dicen poseer grandes verdades.

pelicula vida de los otros


Share/Bookmark

19 may 2011

Libros

librosCambio de piso. Es lo malo de vivir de alquiler; cada cinco años debes volver a casarte, o no. Bueno, los zarpazos de la realidad.

En mi primer traslado, no tenía apenas libros. En el segundo lancé por la ventana un puñado, que se fueron volando sobre el cielo metálico de Barcelona. En el siguiente, una tercera parte de mi biblioteca acabó a pie de contáiner. En este, más de la mitad. Si se dejan ordenados en la calle, la gente tiende a acercarse. Los mira, los observa y alguno se llevaban.
Me temo que en el próximo traslado no voy a lanzar ningún libro.

Share/Bookmark