De la Guerra de las Dos Rosas ha
surgido cientos de toneladas de literatura. De buena literatura. El gran arquitecto, William
Shakespeare, sumiso bajo la bota de la nueva dinastía victoriosa, los Tudor, e
influido por Tomás Moro, escribió una obra maestra, Ricardo III, que justificaba la bondad de los nuevos reyes, de
hecho, unos malditos usurpadores. El protagonista, Richard de Glouscester es
dibujado como un asesino vil, deforme, ambicioso y corrupto. “Ya el invierno de
nuestra desventura se ha transformado en un glorioso estío por este sol de
York”. Al final de la obra, en el fragor de la batalla de Bosworth (1485),
Ricardo pronuncia la famosa frase “¡Mi reino por un caballo!”, puesto que el
suyo ha caído muerto y ahora combate a pie. Pobre Ricardo. Sostengo que Ricardo
III fue un gran militar y estratego. Valiente e inteligente.
Gandalf, afeitado y rapado. |
Se hizo una gran película, Ricardo III, a la que dediqué un
artículo (Película Ricardo III). De hecho, se han hecho varias versiones de este tal Richard. Curioso.
Coincidiendo con el fin de la película, el rey cae al vacío, mientras suena una
canción, Sitting on the top of the world,
una escena que me recordó a Gollum cayendo en las lavas del Monte del Destino
en El Señor de los Anillos.