Otro cuento corto o microcuento (dónde, la frontera), éste, sobre un tipo cualquiera, con problemas, que acude al médico.
«—Doctor, últimamente veo
arañas en el techo.
—¿El techo es blanco?
—El techo es blanco.
—¿Y la sangre?
—La sangre es roja.
El paciente dejas sus
manos cruzadas sobre el estómago, cómodamente tumbado en el diván.
—Doctor, últimamente no
estoy bien.
—¿Situación familiar?
—Tres hijos que no veo,
divorciado. Mi madre todavía vive.
—Y el trabajo, ¿cómo va?
—Gano la mitad que hace cuatro
años, hace seis meses que no paso la pensión a mi ex.
—Y mis honorarios, ¿los
podrá pagar?
—Bueno, verá, ahora
mismo…, verá, en dos o tres días… No, se lo ruego, no se desvanezca, ¡todavía
no! Espere, aún puedo ver su rostro y las manos, doctor, espere, un momento…,
las arañas en el techo, ¿qué voy a hacer con ellas?, espere…»
I.K, domingo ventoso
de finales de marzo, principios de abril de 2014. Barcelona, ciudad mediterránea, barrio, Baix Guinardó, donde nunca
ocurre nada y las terrazas se llenan de solitarios enfrentados a un vaso de
cerveza y los supers de ancianas que se mueven como tuneladoras de metro, pero,
¡un momento!, en la simétrica Eixample tampoco nunca ocurre nada, ¡ah!,
esperen, todavía veo sus rostros, ¡no!, no se vayan todavía, esto no ha hecho
más que empezar, ¿cómo?, ¿que no quieren pagar entrada para el espectáculo? Y
que le digo yo a la mujer barbuda, al enano recalcitrante, al hombre bala y al
elefante tristón y soñador que no calla, al payaso que bebe a escondidas
colonias del más allá. ¡Esperen, un momento! ¡Los de Endesa han amenazado con
cortar la luz del circo! ¿Qué les voy a decir a todos? ¿Con qué promesas los
voy a engañar?