En las dos grandes novelas de Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche (Voyage au bout de la nuit, 1932) y Muerte a Crédito (1936), se nos presenta el mundo. El mundo tal cual lo percibía el autor, ¿tal cual es también? Es cierto que Céline opta por lo que no queremos ver ni saber, por el mundo feo y sobre todo mísero, pero resulta que en la casa de la vida esas habitaciones ocupan más de la mitad del edificio. Den gracias a los dioses. Me costó encontrar esas dos novelas en papel en su día, hoy se pueden bajar en pdf, epub o kindle en cinco minutos a precios variados.
Antes de
continuar dos cosas: adoro la literatura de Céline, ¿para qué pretender ser
objetivo? La segunda, os dejo dos enlaces a anteriores artículos que he escrito
sobre su figura y pido que si alguien copia este artículo u otros se me cite como fuente y enlace a este blog.
Se ha
tildado a Louis Ferdinand Céline de obsceno, sátiro, irreverente y cruel. Y eso
no es exacto. A veces sí es un escritor salvaje. Bajo los mugrientos
suburbios de las páginas de Céline, poblados por desclasados y hombres y
mujeres dominados por un miedo atroz a descender un peldaño en la escala social
y sucumbir a la pobreza, subyace la piedad. Cierto, luego Céline enloqueció.
«Al final
de la jornada sientes piedad ante la barahúnda que forman los tranvías al traer
a París a los empleados de vuelta a casa en grupitos dóciles», escribe casi al
final de Viaje al fin de la noche, uno de los mejores libros que he leído.
Verdad, verdad, no he leído todos, ni tan siquiera la mitad de la mitad de la
mitad de los autores del siglo XX u otras épocas. No soy un intelectual. Pero
sí he leído a bastantes y empezado a leer a muchos para dejarlos, a las pocas
páginas, en la deriva de la superpoblada órbita sideral y literaria.
He leído algo de Sarte,
que me aburre, leí a André Malraux y
su La Condición Humana, que no está
mal, Boris Vian me parece un bluf. Otra cosa sería hablar de Albert Camus y esa novela insuperable, El Extranjero, pero Camus también
escribió libros que me dejan frío, como La
Peste. Solo El Trópico de Cáncer
de Henry Miller, ambientada en
París, me gustó realmente. Louis Ferdinand Céline es otra galaxia. Céline es Dios.
Voyage au bout de la nuit causó un auténtico terremoto en Francia y luego en
toda Europa al ser publicada. Todavía hoy lo causa y opino que no ha sido
superada. «Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados,
siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo
empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón.»
No son
únicamente los temas, el aroma, el lado por donde Céline ve las cosas. Es
también el lenguaje, tan vivo, tan estimulante como un café en una mañana
helada. Leí que traducir a Louis-Ferdinand Céline era un infierno para el
traductor por el constante uso de jerga, giros, asociaciones salvajes y
ocurrencias. Porque además Céline hace uso del humor. Un humor muy personal
tendente al gris oscuro casi negro que a veces es desternillante. Salvaje y
poético. Capaz de ser brutal y al mismo tiempo sutil, profundo. Parece que los
entresijos del universo, incluso los invisibles, son captados por la finísima
sensibilidad de este brillante escritor francés. Dejo una cita donde habla de
la tía de Bebért, un niño que muere.
«sin embargo, se le olvidaban algunas, de todos modos, y al
final no le quedaba más remedio que lloriquear un poco, de impotencia. Se
equivocaba de cansancio. Se quedaba dormida sollozando. Ya no le quedaban
fuerzas para sacar de la sombra el recuerdo del pequeño Brevet, al que tanto
había querido. La nada estaba siempre cerca de ella y sobre ella ya un poco. Un
poco de ponche y de fatiga y ya estaba, se dormía roncando como un avioncito
lejano que se llevan las nubes. Ya no le quedaba nadie en la tierra.»
Para echarse a llorar. De verdad, Céline es poliédrico.
Tiene muchas caras y muchas voces en un solo libro. Magnífico. Supongo que lo
que me ha pasado a mí le habrá pasado a otros escritores. Me gustaría ser capaz
de escribir algo como eso. Es más, me conformaría con atreverme. Para escribir Viaje
al fin de la noche hay que ser libre, tan libre que hasta cuesta de
concebir.
Céline fue un animal, ya comenté en otra entrada la figura
humana de este fabuloso escritor. También hay que mencionar algún dato de su
biografía, como que, tras ser voluntario en la Primera Guerra Mundial, volvió
con mutilaciones terribles. Luego estudia Medicina y tras acabar la carrera se
alista en la Marina. Más tarde trabaja en un hospital de pobres cerca de París…
La dura realidad. En 1940 ¡vuelve a presentarse voluntario en el ejército! Y es
rechazado, humillado, por sus heridas en la Gran Guerra. Céline era un
desesperado. Y como artista desesperado fue capaz de plasmar la propia
desesperación de la humanidad. Quizá es que nos sobra cerbero o es que éste,
como los planes de reactivación económica de tu gobierno, no está bien
diseñado.
«Lo peor es que te preguntas de dónde vas a sacar bastantes
fuerzas la mañana siguiente para seguir haciendo lo que has hecho la víspera y
desde hace ya tanto tiempo, de dónde vas a sacar fuerzas para ese trajinar
absurdo, para esos mil proyectos que nunca salen bien, esos intentos de salir
de la necesidad agobiante, intentos siempre abortados, y todo ello para acabar
convenciéndote una vez más de que el destino es invencible, de que hay que
volver a caer al pie de la muralla, todas las noches, con la angustia del día
siguiente, cada vez más precario, más sórdido».
Caramba, también hay humor y vitalidad en la obra de
Céline. Quizá este fragmento que he escogido sea tremebundo.
La verdad es que estoy
harto de leer novelas en las que los protagonistas, a veces en situaciones
jodidas, son demasiado inteligentes, interesantes, listos y guapos para ser
creíbles. Y en esto la literatura se parece a Facebook, donde nos
esforzamos con ahínco por parecer más de los que somos. El mundo huele a huevos
fritos con arroz hervido y a zapatos usados. Sólo alguna vez la lavanda
aromatiza un tramo de la vida. Si alguna vez me encontrara por la calle los tan
apasionadas personajes de García Márquez o los listísimos tipos siempre
con secretos increíbles del pasado de las novelas de Paul Auster,
saldrían pitando. Cuando me encuentro frente a un psicópata, sé reconocerlo.
Jean Paul Sartre, en el polo político opuesto a Céline, afirmó:
«Tal vez Céline sea el único que permanezca de todos nosotros». Tenía razón.
Philippe Muray, un biógrafo de Céline
sostuvo: «Hacer arte con el Mal es el gran arte, el único. Consiste en saber
que el Mal no se liquida, como creen los hombres de la antivisión política,
sino que la obra es el único lugar donde el Mal puede transformarse
inversamente en Bien.» Y añadió: «El nombre de Céline pertenece a la
literatura, es decir, a la historia de la libertad. El resto es silencio.»
Sólo alguien como Céline podría escribir Viaje al fin de la noche, o sea, alguien tan libre que hasta cuesta de concebir, como bien dices.
ResponderEliminarMe gusta esa pregunta que haces —«¿Para qué ser objetivo?»—, porque a veces la objetividad es sinónimo de frialdad, textos sin alma. Y esa cita del final me beneficia, jeje.
Un saludo, Igor. Me gustaría leer algún artículo tuyo sobre Robert Walser. ¿Conoces su obra?
Recuerdo, Watson, muy bien tu crítica a Viaje al fin de la Noche. Que alegría. Y alegría al ver que alguien recuerda a Céline. Cuesta de creer que escribiera así este hombre. Atención al cambio de las fotografías orgullosas de juventud y el escritor del vídeo.
ResponderEliminarAhhh. No he leído a Robert Walser ni Bolaño, y eso que me lo ha recomendado gente a la que creo. Todo llegará, si el tiempo sigue discurriendo. En fin, gracias por el comentario. ¿Para qué ser objetivo?
Fíjate en la crisis de Ucraina. ¿Quién ha sido, bajo los solemnes ropajes de la objetividad, objetivo en los grandes medios de comunicación?
Saludos.
Lo apunto, porque aunque lo conocía, nunca he leído al autor. Se nota que te entusiasma, así que algo tendrá.
ResponderEliminarUn abrazo, Igor.
Viaje al final de la noche es la Biblia, ja, ja. Además de ser alta literatura y entretenida de leer, te avisa de cómo es realmente una parte del mundo.
EliminarSaludos.
¡Bueno, se nota que te gusta Céline! Me haré con alguna de sus obras, me han encantado las citas que has elegido.
ResponderEliminarUn abrazo
Precisamente ahora vuelvo a leer Viaje al fin de la noche, es estupenda. Y Muerte a crédito me la leí hace unas semanas gracias a una recomendación tuya de hace ya bastante tiempo y de la que tomé buena nota en su momento, otra gran novela. Así que muchas y un saludo Igor.
ResponderEliminarCaramba, qué bien. Rescatar a Louis Ferdinand Céline, muy, muy conocido en Francia, no tanto en el resto del mundo, de los pozos del tiempo.
ResponderEliminarRecuerdo que, hace unos meses, me marché del piso de alquiler donde vivía para ir a otro. Justo cuando me iba llegaron unos vecinos nuevos. Él era francés. No sé porque hablamos de literatura. Y Céline fue nombrado. El hombre, literalmente, me dijo: "Durante años Viaje al fin de la noche fue mi Biblia".
¿Cuál deber ser ahora la suya?
La vida es dura y la guerra cruel. Vivir en un mundo adverso forja la personalidad y eso se refleja en la forma de ser y también en la de escribir (de quien tiene genio y se dedica a ello), quizás muy sensiblemente en los temas tratados y menos, aunque también, en el estilo.
ResponderEliminarNo he leído nada de este autor, pero por lo que leo aquí, su pasado pesó mucho en su ser.
Un saludo.
Yo creo que sí, que sus antecedentes le pesaron al escribir, para fortuna de la humanidad.
EliminarTengo una intuición: Céline era un resentido con la sociedad. Fíjate que se presentó voluntario en la Segunda Guerra Mundial y fue rechazado por las heridas en la Primera.
Probablemente Louis Ferdinand Céline se sentía un genio incomprendido, no reconocido. Y viendo su obra, Céline tenía razón: fue un genio.
Cada vez que entro a tu blog encuentro más y más gratas sorpresas. Como esta soberbia entrada.
ResponderEliminarBesos
Como Sísifos, tenemos que levantar cada día sobre nuestras solas fuerzas. Pero parece un ejercicio sin sentido a los ojos de Celine. Un héroe sabe por qué se sacrifica. Por tanto somos más que héroes.
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