Dejo una de las poesías, titulada Tras veinte años, que abren el libro Canciones de Hierro (2015). Recuerdo que para acercarme a algo
complejo usé el lenguaje más sencillo que encontré porque, me daba cuenta,
había el peligro de caer en la pura abstracción.
Tras veinte años
Tras veinte años, también
una tarde
tomé el zumo mágico de
piña.
Y aquel regusto me hizo
viajar
hasta ti, ahora que me
rondas
sin que se abran tus
labios.
Viajar fracturando
paredes
como si pudiera
disolverme en la pila
para volver a salir en el
comedor
de extrarradio, donde me
esperabas
los sábados, como de
costumbre,
claro recuerdo de hora
baja.
Me recibías con una
sonrisa
que era cálida cerámica y
enigma,
amplia luz de los abriles
de antaño,
cuando tu flor abrió los
pétalos lívidos
y transparentes para
volver a cerrarlos.
Sin pensar en nada miraba
la mesa
de ese pequeño espacio
ordenado,
el modesto hogar de los
despojados
y ahí estaba la ofrenda
de los sábados:
un cartón de piña, dos
vasos y una pizza.
Deshacerme para volver
contigo
volver atrás cruzando
aulas vacías
óxidos mal pagados, otras
mujeres,
esquirlas de plomo de los
olvidados,
breves momentos de ser,
emerger
delicadamente firme bajo
el sol
para volver al refugio de
los pasillos
de esta realidad que soy
incapaz
de iluminar, ni un
fragmento, ni una escena.
Comprender, dormir al
fin. No más.
Si pudiera creer, si
pudiera volar.
Los vasos vacíos, la
pizza volatizada.
El sol se ponía rápido en
invierno.
Era cuando te levantabas,
cerrabas la luz,
y, tumbada en la
cama, hallabas una sintonía,
una música de medio tono.
Lágrimas sobre la pila,
lágrimas de sal.§
Lluís Viñas Marcus. del Libro Canciones de Hierro