De esta novela épica, Victus, de Sánchez Piñol (La Campana, 2012) lo mejor
que puedo decir es que engancha. No pretendo extenderme con el libro de Sánchez Piñol, pues prefiero reseñar
libros desde el entusiasmo y no con quejas como aquella portentosa La Piel Fría.. Victus es un artefacto ideado, pensado y ejecutado
para ser lo que es: un superventas, un bestseller. Y lo demás es secundario. Hoy podéis comprar y descargar Victus, la novela épica, en papel o en formato ebook para epub, Pdf, Kindle, Palm, Mobi, etc. para ebooks, tablets, ipads, etc.
¿Eso es criticable? En absoluto. Todo el mundo tiene
derecho a soñar unas vacaciones doradas en la costa francesa y una visita en
plan jeque medieval untado en petrodólares a los mejores casinos de Montecarlo.Vaya que sí.
Tiene un arranque interesante, los tiempos de aprendizaje
del bribón que un día será ingeniero militar. ¿Ingeniero militar? Ah, sí, como
el tipo ese que diseñó las Ramblas de Barcelona que debían ser un paseo para
que los burgueses y no tan burgueses de mi ciudad se mostraran, pavonearan y
cotillearan. Ahora es un parque temático para turistas ansiosos de beber
cerveza a buen precio. Algunos me miran al verme pasar, ya sé lo que piensan: “mira,
un indígena”. Y ríen y brindan.
Bueno, que no me desvío. El arranque. Fulgurante la figura
de Vauban, el mejor ingeniero de plazas fuertes, acaso de todos los tiempos. Luego,
lo que sucede a continuación, es un clásico de muchos bestsellers: previsibilidad y narración de oficio: una línea para allá, un giro por aquí, un personaje femenino sexy/misterioso y, luego, me saco de la chistera un enano y un niño perdido (y el enano no es de la casa Lancaster, perdón, Lannister).No, no hay alma en Victus, el libro más vendido en el Sant Jordi 2013.
Victus es en
literatura épica lo que es 50 sombras de
Grey en la novela erótica. Curioso ver críticos e intelectuales de renombre
alabando el libro como uno de los mejores del año. Nada, ni caso. Victus es
para pasar el rato.
Si queréis leer un buen libro de Sánchez Piñol, pura
literatura fantástica de la buena, os recomiendo La Piel Fría (La Pell Freda,
Edicions La Campana, 2002). Esta sí, una bomba que al explotar siempre
recordarás. Y para todo lo demás…
Pero esto es un error, esto sucedió décadas más tarde... |
Y ahora les dejo algunos fragmentos de la novela Victus, que editó La Campana en una especie de opúsculo que imitaba los panfletos de hace siglos, muchos siglos, en una galaxia muy, muy lejana:
«Si el hombre es el único ser que
posee una mente geométrica y racional, ¿por qué los indefensos combaten al
poderoso y bien armado? ¿Por qué los pocos se oponen a los muchos y los
pequeños resisten a los grandes? Yo lo sé. Por una palabra.
Nosotros, los ingenieros de mi
siglo, no tuvimos un oficio, sino dos. El primero, sagrado, construir
fortalezas; el segundo, sacrílego, destruir fortalezas. Y ahora que estoy hecho
un Tiberio, dejadme que os revele la palabra, esa Palabra. Porque, amigos míos,
enemigos míos, insectos todos en la circunferencia diminuta de este nuestro
universo, yo fui el traidor. Por mi obra expugnaron la Casa del Padre. Yo rendí
la ciudad que me había sido dado defender, una ciudad que desafió el poder de
dos imperios coaligados. La mía. Y el traidor que la entregó fui yo.
(...)
Lo más difícil, siempre, es empezar.
¿Cómo empezó todo? Y yo qué sé. Ha pasado casi un siglo. ¿Se dan cuenta de la enormidad
de lo que acabo de decir? He dado tantas vueltas al Sol que a veces ni siquiera
recuerdo el nombre de mi madre. Si tengo que escoger el momento que marcó el
inicio del todo,les diré el día exacto: 5 de marzo de 1705. En esa fecha, con
catorce añitos, entré en el castillo de Bazoches como alumno tutelado por el
mismísimo marqués de Vauban. ¿Que quién era Vauban? Un titán y una leyenda. El
hombre que había construido o remodelado las fortificaciones de trescientas
plazas.
¡Trescientas! Había participado en
más de ciento cincuenta acciones de guerra, mayores y menores. Y lo más hermoso
y grande: el expugnador de cincuenta y tres ciudades, todas mejor defendidas
que Troya. ¿Pero saben qué? En esa época de mi vida Vauban y su filosofía
poliorcética me importaban un bledo. Al hijo de un barcelonés con ciertos
recursos había mil aficiones más interesantes que los rigores de la instrucción
que acompañaban a los ingenieros, y además militares. ¿Por qué me quedé, pues?
Ha pasado casi un siglo y aún veo a
Jeanne Vauban, la hija pelirroja del marqués, sentada ante mí, la cabeza ladeada,
llevándose con una mano mechones de cabello rojo a la boca mientras me mira con
unos ojos que podían sugerirlo todo o nada. Si hubiéramos estado a solas los
dos, creo que habría saltado sobre ella.
Vauban volvió a darme unos
golpecitos en el pecho.
–¿Cree que está aquí para
convertirse en un simple «ingeniero»? Se equivoca. Bazoches es la fuente de
unos secretos al alcance de muy pocos. Sépalo: cuando acabemos con usted, ya no
será un vulgar ser humano. Cierto: tocará las puertas de la gloria con dedos de
hierro. Pero sin recompensas. Y para convertirlo en ingeniero Bazoches le
extraerá todo su ser y volveremos a metérselo dentro. Se sentirá como si se
tragara mil veces su propio vómito. Solo entonces será digno del Mystère. –Hizo
una pausa para llenar sus viejos pulmones de aire y preguntó–: ¿Se siente
preparado para semejante empresa? Una parte de mí me decía que me largara de
allí. Que saliera pitando y no me detuviese hasta que hubiera cruzado los
Pirineos. Que dejara bien plantados a ese Dios de los ingenieros, el tal
Mystère, y al Marqués Chiflado, para que se frieran en su propia salsa y no me
liaran en sus devaneos.
Por otra parte, también pensaba:
¿por qué no? Aunque no fuera lo que me había imaginado, tampoco tenía muchas
alternativas. Mientras dudaba, desvié unos grados la mirada, hacia la hija del
gran Vauban. Vaya pedazo de pelirroja.
Me puse firmes y respondí:
–¡Estoy preparado y ansioso, Monseigneur!
El hombre asintió ligeramente. Pero
su plácet contenía un algo inquietante, porque volvió la cabeza hacia su hija y
dijo:
–No entiende lo que le espera.
En el fondo, las decisiones más
importantes de nuestras vidas no las tomamos nosotros, sino que nos vienen
dadas. ¿Por el olor invisible del Mystère? Es posible. O por la polla. También
es posible. El título prometía. Con tanto secretito yo me esperaba dragones,
fuentes de la vida eterna, plantas carnívoras que se tragan bueyes, cosas así.
Qué va, era un tostón. Lo único que me llamó la atención fueron las láminas de
una especie de ánfora romana provista de cuatro patas y que vomitaba fuego. En
cuanto a Goldmann, lo más interesante también eran los dibujos. Me parecieron
garabatos de alguien que estaba tan aburrido que no tenía nada mejor que hacer
que llenar páginas y páginas con geometrías de maniático perdido. Un rato
después me preguntaron:
–Et alors?
Levanté la
mirada. Más valía ser sincero.
–No entiendo nada de nada.
–Perfecto. Esa era su lección de
hoy. Ahora ya sabe que no sabe nada.
(...)
Según Sébastien Le Prestre de
Vauban, toda la historia del arte militar podía resumirse como una disputa eterna
entre atacante y defensor. Al invento de la porra lo siguió el del peto. Al de
la espada, el del escudo, y al de la lanza, el de la coraza. Cuanto más
poderosos eran los proyectiles, más gruesas se diseñaban las armaduras.
Si hay algo que los hombres siempre
hayan buscado proteger con más ansia que sus cuerpos, son sus casas. Si lo
miramos con detenimiento, las grandes batallas no han sido otra cosa que un
intento de alejar el combate de los hogares. Caín machacó la cabeza de Abel con
un pedrusco, sí. Lo que la Biblia no cuenta es que al día siguiente Caín asaltó
la casa de su hermano, le robó los cerdos, violó a su mujer y esclavizó a sus
hijos. Fuego contra cuevas. Escalas contra empalizadas de madera. Torres de
asedio contra muros de piedra. Las murallas de la Edad Media eran altas y
verticales. Cuanto más gruesos fuesen los muros y más altas las almenas, por más
fuertes se tenían sus defensas. Y para reforzarlas aún más, ahí estaban los
torreones añadidos a su perímetro.
Todo el poderío de las murallas
medievales estaba a la vista, y aún hoy evocan tanta fortaleza que si pedimos a
un niño que dibuje una muralla escogerá una de corte antiguo, aunque no la haya
visto nunca, antes que aquellas modernas bajo las cuales juega cada día.
–Ahora tengo una audiencia que no
puedo eludir. Váyase.
Salí de la habitación más blanco que
el yeso. Los Ducroix entendieron de inmediato lo ocurrido y me llevaron aparte,
ocultándome del gentío carroñero. Yo a duras penas podía hablar. Me descubrí el
antebrazo, desesperado:
–¡El quinto Punto! Lo tengo grabado
en la piel, pero no es mío. ¿Quién lo validará ahora? ¿Quién?
Mientras me arrastraban, gimoteé
como un perrito que acaba de recibir una paliza inmerecida.
–Pero ¿qué palabra me pedía el
marqués? –dije entre sollozos–. ¿Qué palabra?
Y así, todo mi futuro se vería
lastrado por una palabra, esa Palabra. O la descubría, convirtiéndome en
ingeniero, o habría de morir siendo menos que nada.
(...)
Y así fue como el pocapena de Martí Zuviría
se vio metido en el embrollo más grande del siglo, la llamada guerra de Sucesión
Española. La mayor guerra que el mundo haya conocido. Implicó a docenas de
naciones, que durante un cuarto de siglo batallaron por varios continentes. Me
falta la autoridad del historiador para pontificar sobre sus causas, pero al
tratarse de un fenómeno tan vasto, y que me afectó tan decisivamente, no tengo
más remedio que esbozar los hechos principales. No sufran, seré breve.
En el año 1700 moría el emperador
Carlos II de España, un engendro de la naturaleza, un fardo babeante que si no
hubiera sido rey se habría pasado la vida encerrado en algún monasterio. Sus
súbditos castellanos lo llamaban «el Hechizado». Yo no sería tan piadoso, así
que dejémoslo en «el Tarado». No tuvo descendencia. ¿Cómo iba a engendrarla?
Estaba tan mal de la azotea que debió de morirse sin saber que ese rabanito que
cuelga entre las piernas sirve para algo más que para hacer pipí.»
Y hasta aquí puedo leer...
Pues como no he leído (ni pienso hacerlo) Las cincuenta sombras de marras no entiendo mucho el símil, pero curiosamente ahora que lo dices he visto a mucha gente con ese libro Victus debajo del brazo en el metro. Me apunto el otro, el bueno "La pell freda". Gracias por la recomendación, Igor. Confío en tu buen gusto.
ResponderEliminarYo he leído estos días un par de libros de técnicas de escritura y ahora voy a comenzar con Bolaño del que no he leído nada. Me aconsejan Los detectives salvajes y 2666 ¿qué me dices tú?
Yo lo que no suelo leer es literatura épica (Perdón Igor!!), en cambio de Bolaño creo que he leído todo.
EliminarDa igual por donde empiezes Ángela. Yo empecé por los Detectives, figuraba entre las diez mejores novelas que había leído Vargas Llosa; no había oído hablar entonces ni de la novela ni del autor, las otras nueve eran muy importantes y conocidas, por eso me llamó tanto la atención.
Saludos a los dos!!
Ángela, pero en que compromismo me acabas de meter. No he leído a Bolaño. Prometo hacerlo este año. Snif. Snif. Querría leer ahora Memorias de Ultratumba y las Ciudades Invisibles de Calvino... Y estoy acabando al bueno de Alejo Carpentier. Lo siento.
ResponderEliminarLa Pell Freda. Total. Me asombró, la verdad. Una historia sencilla, hasta básica, pero con magia.
Pero es que con esta reseña, me voy a comprármelo ya. Un besazo.
ResponderEliminarCuidado, la reseña de Victus, si la lees, no es en positivo. Sólo señala que tiene la capacidad de enganchar, si te gusta la literatura épica.
EliminarSaludos.
Bueno, la novela histórica, tan abundante hoy, si es rigurosa con el pasado y está bien escrita, o sea, entretiene, es un género nada despreciable. Un saludo.
ResponderEliminarNo conozco La piel fría, pero he curioseado y resulta que obtuvo un premio en 2003. Buen ojo tienes, Igor.
ResponderEliminarUy, La Piel Fría. Me temo que te gustará. Asombrosa historia que de algún modo devuelve a la actualidad los relatos de aventuras clásicos mezclados de literatura fantástica.
ResponderEliminarUo.
Victus es una novela picaresca en toda regla. Divierte y entretiene y eso ya es más de lo que ofrecen muchas de las novelas que se publican hoy en día. La he comenzado y he decidido aplazar su lectura hasta el verano. Victus no se merece un metro, es de playita y refresco.
ResponderEliminarBien por Sánchez Piñol :)
Mi mujer se atascó en la mitad de Victus. Lo mejor está en el fulgurante arranque del libro, luego... De playita, refresco, y muchas horas por delante.
EliminarBesos.
La piel fría me impactó por su sencillez y el ambiente que crea, te lo lees de una sentada, aunque bien podría haber sido un maravillosos relato largo y no extenderse a novela, pero esa es mi opinión y la del autor es bastante válida también.
ResponderEliminarRespecto a Pandora en el Congo he de decir que la tuve que abandonar, ya que la leí después de La piel fría y me pareció algo tediosa en comparación y con muchos puntos en común en la trama. Me gustó la primera obra por que era directa, lo cual cambia en Pandora en el Congo, que se vuelve demasido liosa con varios narradores y flashbacks innecesarios. El personaje femenino parece calcado en ambas obras...
Vistus no lo he leído, pero no me atrae después de leer esta crítica, y mira que lo tenía apuntado para echarle un vistazo. Un saludo
Buenas Rubén, pues tenemos la misma opinión. La Pell Freda se lee de un tirón, te envuelve como una niebla. Es un relato fantástico de primer orden. Pandora en el Congo se lo robé a mi esposa y como un buen chaval se lo devolví al poco, inconcluso. Era como comer copos de avena a palo seco. No me pasaba, todo al contrario que la Piel Fría, que avanzabas sin darte cuenta de nada.
EliminarHombre, el Victus de Sànchez Piñol no deja de ser un gran entretenimiento. Si puedes echar mano... Y leer al menos las 150 primera páginas, que para mí son lo mejor de la novela....
Saludos.
Suele pasar con los Bestsellers que uno disfruta mucho leyéndolos, pero luego, pasados unos meses o años, no sentimos la necesidad de volver a ellos, cosa que si pasa con otros autores. Recuerdo, por ejemplo, que en su momento El Código Da Vinci me pareció un muy buen libro, muy entretenido, pero cuando lo terminé, el recuerdo que quedó fue ese: un libro entretenido, pero nada más.
ResponderEliminarHace tiempo que no me pasaba por acá, pero bueno, otros asuntos me han llamado,
¡Saludos, Igor!
¡Anda, el Código Da Vinci! Usar, leer, olvidar. ¿La podríamos llamar literatura kleenex? ¿O literatura chiclet?
EliminarMe quedé varado en la página treinta... Bueno, pero otros bestseller me tuvieron enganchado, todo hay que decirlo.
Saludos, Javier Maldonado Quiroga.
Iba a decir que el definirla como la mejor del año no significa creer que sea buena. Pero se publicó en el mismo año que la tuya.
ResponderEliminarEs increíble cómo puede cambiar un autor de un libro a otro. La segunda parte de Los Pilares de la Tierra es el mayor bodrio que he abandonado en mucho tiempo.
Ay, menos mal que alguien lo dijo y no yo, que si no al final pareceré un cascarrabias. Sí, tuve el libro en las manos y lo abandoné a su suerte en un estante de la Biblio. MMMMM-
EliminarLección: si eres escritor modera tu tren de vida. Tus lectores te lo agradecerán.
Saludos.
Afortunado tú. Yo pagué por él.
Eliminar¡Uy, uy! Me parece que no lo leeré.
ResponderEliminar¡Saludos, chaval!
Bueno, Dissortat, Victus es un tipo de novela que a gente como nosotros nos va. A priori. Pasas el rato en un tiempo finiquitado. Eso sí, es lo que es, un best-seller....
ResponderEliminarSi engancha, me la pido. Es que últimamente ando un poco huérfana.
ResponderEliminarUy, no sé si Victus te va a poner contenta o no. La que sí recomiendo a ciegas es la Piel Fría.
ResponderEliminarSaludos.
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