Arranca este libro de fantasía El demonio y la ninfa con un preludio que no entronca en todo con lo que viene después. El escritor mexicano que se parapeta tras los seudónimos de Gin Hindew 110 o Hakatri, arranca su primera novela, que puede leerse online, de un modo sorpresivo.
«Todos los niños juegan, se divierten, una carrera, algunos saltos, basta tan poco y todos son felices, bueno; tal vez no todos. ¿Puedes detenerte un momento? mira con atención, ¿ves al de ahí? el que se sienta en la banqueta ¿qué tiene de especial? te lo repetiré entonces: está sentado».
Un dibujo de Gin H 110 |
El demonio y la ninfa puede leerse on-line y descargarse gratuitamente en PDF en el siguiente enlace de Creative People:
El demonio y la ninfa.
Y en el enlace de Me gusta escribir, se puede leer en pantalla: Lectura online
Caramba, si tenéis un lector de ebook, recomiendo totalmente que le deis un vistazo, y si os gusta, lleguéis hasta el final. A mí me descolocó, arrancó paredes mentales y me trasladó a otro lugar. Sí, hay bastantes erratas, pero eso no disminuye, a mi juicio, el valor de este libro de un joven autor. Esta novela fantástica va hacia un lugar distinto.
El libro, bueno, esta explosión literaria que está pasando totalmente desapercibida, no tiene a que comprarse exactamente. Quizá sean los referentes más claros la hiperlógica Alicia en el país de las Maravillas y esa obra de fantasía épica hiperbarroca, Príncipe de Nada. Aunque, insisto, dichas referencias son discutibles.
«Las clases transcurrieron dentro de lo habitual, una maestra harta de hablarle a esos mocosos que no aprendían nada, ¿pero por qué seguía ahí? La maestra no quería estar en la escuela, el niño lo sabía, y si un niño como él lo sabía ¿Cómo no iban a saberlo los demás? «Los adultos saben más cosas» bajo ese lema sus familiares le enseñaron a obedecer «porque ellos son mayores y saben lo que hacen».
Otra ilustración de Gin Hindew |
Hay, y debe ser destacado, bajo las sedas de esta historia fantasy, un ajuste de cuentas con el mundo. Y con el universo de los adultos, tan hipócrita muchas veces, en particular. Padres, profesores y sistema educativo son juzgados sin miramientos. Hay una voluntad, consciente o no, de romper con los límites que la realidad nos impone para transgredir y, con un salto de trapecista, pasar al otro lado del espejo. Y hasta, puestos a transgredir, el libro hace saltar por los aires los manuales de “cómo escribir”. Bien por Gin.
«El joven entró en la habitación y vio a una niña de unos seis años jugando con un par de muñecas y algunos peluches, su habitación daba al jardín de enfrente y por la ventana se colaba la luz amortiguada por las muchas plantas, la niña se volteó sin soltar sus juguetes y lo miro con ojos curiosos.
—Hola —le dijo la pequeña— ¿buscas a mis papás?—No —le respondió, sorprendido por la calma de la niña— te estaba buscando a ti— ¿A mí? — Le volvió a preguntar con esos pequeños ojos curiosos— pero a mí no me busca nadie— Pero yo vine a buscarte a ti.― ¿Para qué me buscas? ¿Quieres jugar conmigo?... ¿quieres? –le pregunto de nuevo, ofreciéndole sus muñecas con timidez ―mira yo soy la mama y este es mi hermanito ― ella tomo una muñeca de trapo y la sostuvo con una mano, el muñeco en la otra era delgado, un clásico títere de palitos― ¡estudia hijo! ¡Saca buenas calificaciones! ― después soltó al muchacho larguirucho y tomo otro más grande ― ¡vamos papa! ¡Trabaja! ¡Trabaja! ¡Quiero esa tele papa!».
Uno
de las escenas que más me entusiasmaron fue la de la transformación, deudora de
Carroll, en la que el chico bebe, y pasa a una antesala del mundo real.
«El gato estaba trepado en una de las ramas, sentado tranquilamente, mirando al niño, cuando este se acercó a la base del árbol el gato bajo y comenzó a arañar la corteza, la savia comenzó a salir, era clara como el agua pero muy viscosa, como miel transparente, el gato lamió el líquido, volteo hacia el niño y la fuerza de su mirada fue realmente impresionante, el niño retrocedió asustado, sintiendo que aquel gato podía comerlo de una sola mordida, pero el animal se sentó en el suelo y con un gesto de la cola le indico el árbol, como si quisiera algo de él «quiere que beba también».
Hay
a veces un aire tristón, hasta lúgubre. Es cuando se contempla lo que rodea a
un joven estudiante, en contraste con el mundo de infinitas posibilidades de lo
fantástico.
«Ya es de tarde, el día de plaza ha terminado, las personas ya han cargado con sus cosas y solo quedan algunos rezagados, la manada ya se ha ido, su hedor ya no mancha más el aire y es momento de ir a casa.No sé por qué digo casa cuando sé que no es mi tierra, supongo que se me ha hecho un hábito, aquí no hay nada interesante, al menos no en las inmediaciones, muy pocas cosas han cambiado, las casas son las mismas, las personas han envejecido un poco pero igual son las mismas, en mi casa no ha habido cambios importantes, al menos no desde hace tres años».
Y
luego está esa relación de amor, amistad, odio, que no voy a definir. Que debe
ser definida por cada lector. Si queréis saber más del autor, podéis visitar su
blog, en la que hay una biografía de lo más atípica: http://homo-antropos.blogspot.com.es/2010/11/biografia-de-gin-hindew.html
Joven con sombrilla. De Gin |
"Lee un libro o te madreo (campaña de alfavetizasion)", jajaja, las antípodas del farenheit. (Foto del blog de Gin). Interesante.
ResponderEliminarBuenas noches.
Eso es buenísimo, ja, ja. En las antípodas hay movimiento.
EliminarSaludos.
No tengo libro electrónico pero sí mucho tiempo libre...me lo bajo, porque tú lo recomiendas.
ResponderEliminarNo paras de husmear... y de encontrar. El mundo parece muy diferente según quien lo enfoca, y este Gin lo hace muy particularmente por lo que tú nos alumbras. suerte para él y gracias para ti.
ResponderEliminarUn abrazo
Joer, no paras, Igor. Nos recomiendas tantas cosas... En fin.
ResponderEliminarinteresante
excleente recomendacion!!
ResponderEliminarinteresante lectura
saludos y un placer dar con tu blog
Joder, la escena de la niña con las muñecas da para mucho.
ResponderEliminarLo mismo digo que Nitsuga, vaya escenita la de la niña y sus muñecas.
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