Segundo avance de Antigua Vamurta – Saga Completa, una absoluta novedad en el género fantástico de 2013, aire fresco para la fantasía épica. Vamurta es una novela de aventuras, traiciones, venganzas y amistad en un nuevo mundo. Un mundo de fantasía y épica realista. Os podéis descargar la saga completa o el primer libro en la pestaña de «Zona de Descargas». Disponible para descargar en pdf, epub, mobi, word, kindle, etc para todo tipo de lectores de ebooks. Se pueden bajar los libros sin registro.
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«No muy lejos de allí, junto a la
entrada de la ciudad, el antiguo conde de Vamurta se mordía el labio,
prisionero de sus dudas. «¿Con cuántas lanzas cuento realmente? A muchos de los
que hemos sacado de sus casas apenas los conozco de vista. ¿Cuántos sabrán
luchar?». Miró la bóveda oscura del cielo y se dijo: «el vesclano tiene razón.
Los mercenarios de Asch cuentan con renos, por mucha distancia que pongamos de
por medio esta noche… Y nuestro rastro será como seguir a un buey herido en la
nieve». Se encontraba rodeado de gentes de armas, pero también de tenderos,
herreros, niños, curtidores y ancianos. No podrían escabullirse en el bosque y
desaparecer.
El viejo vesclano se aproximó,
arrastrando su cola con cuidado. Sus grandes ojos redondos esperaban algo,
chispeantes.
—¿Dónde se han atrincherado los
vesclanos de Icet?
—En un almacén del muelle. Uno de
los nuestros los vio resistir allí antes de que cayera la noche. Han
fortificado el edificio, pero están rodeados. Hay arcabuceros de Asch
parapetados en los edificios cercanos, esperando a la infantería al amanecer
para lanzar el asalto.
—¿Cuántos son, vesclano?
—Muchos. Quizás sesenta de los
míos y una nutrida compañía de mercenarios, hombres grises. Sin pequeños,
prestos para luchar.
En las penumbras, Serlan podía
adivinar la sonrisa esperanzada de aquel ser retraído, cuya voz parecía emerger
de la oquedad. Con las fuerzas de Icet, la huída contaría con mayores
garantías.
—¿Cómo podemos avisarlos, sabrán
que vamos a ayudarlos a romper el cerco?
—¡Oh, Señor! ¿No lo sabéis?
Claro. Usaremos el código de Sende, la voz de pájaro. Pero, ¿y los arcabuceros?
—Me atrevo a pensar que no saben
que estamos aquí. Y de noche, con un enemigo que les llega por la espalda, las
bocas de sus muchas armas de poco servirán —contestó Serlan—. Además, el
murriano está creando confusión en su patio trasero.
Al otro lado de la Ciudad de los
Lagos los incendios en el barrio sufón empezaron a formar una pared de fuego,
una línea que crecía voraz. Desde la puerta se oía perfectamente el
desconcierto causado por el murriano y los dos grises.
—Y, ¿cómo se saca a una rata
escondida de su guarida? Ocúpate de ese canto de pájaro, vesclano, y agrupa a
la mitad de los nuestros, a los de confianza. Que Sara y Eszul se queden aquí,
asegurando nuestra retaguardia.
El conde se había girado para dar
las nuevas a los suyos, cuando notó los dedos largos de Lateas sobre su
espalda.
—En ese almacén están nuestros
jóvenes —dijo el vesclano—. Algunos de los mejores de cada linaje. Mi pueblo no
olvidará vuestro gesto.
En fila de a uno, pegados a las
fachadas de la Avenida del Tardo que partía de la puerta, se adentraron en el
barrio de los muelles, hasta ocupar en silencio los alrededores de los
embarcaderos. Serlan había prohibido los filos largos; al igual que una
pandilla de bandoleros, iban armados con dagas, cuchillos, puñales y hachas
para no estorbarse una vez dentro de las viviendas. Les llegó el eco de un
barullo formidable desde la otra punta de la urbe y el conde temió por Aldier o
por el inicio de un ataque de las gentes de Asch.
Los vesclanos señalaron con
gestos el almacén donde se habían hecho fuertes sus hermanos. Tal y como le
había anunciado Lateas, era un edificio sólido de una única planta aunque su
techumbre era de madera, lo que convertía aquella posición en insostenible en
el caso de que los sufones lograran incendiar el tejado. Aquel depósito, muy
cercano a la orilla y a los pontones, quedaba aislado. Enfrente, parapetados
tras puertas y ventanas de un edificio, asomaban los vigilantes arcabuces del
señor sufón. «Las armas de Leandra», recordó el conde, con un hilo de
melancolía entretejido con la tensión del momento. Aquella amenaza se repetía
en dos casas más, escogidas por sus muros de piedra. Viendo los cuerpos sin
vida tendidos sobre la arena y sobre el empedrado del Tardo, resultaba evidente
que los vesclanos habían luchado hasta ser forzados a buscar refugio, sin
posibilidad de huída. Los sufones habían cerrado su puño de acero sobre
aquellos desdichados.
—Escuchad, la sorpresa es nuestra
mejor arma. Entraremos en tromba en el primer edificio. Metedles la daga entre
las óseo-placas o cortadles las trompas. Los primeros en actuar, conmigo.
Subiremos a la segunda planta sin descanso —ordenó el conde.
—¿Y los otros sufones? —preguntó
Lateas.
—Liberando un flanco debería ser
suficiente. Repetid la orden al resto y, vos, os lo ruego, empezad a cantar.
Se oyó la quejumbrosa voz de un
búho sobre el constante romper del lago contra los embarcaderos. Una hembra
pareció contestar y el macho replicó, con un canto que era alegre. El hombre
rojo y dos grises, entre los más corpulentos, se habían situado delante de la
portezuela lateral de aquella casa atestada de enemigos. «¡Ahora!», escucharon.
Los herrajes saltaron por los aires y, con el conde detrás de ellos, penetraron
en la casa como una exhalación, barriéndolo todo. Los sufones, sorprendidos y
pendientes de los vesclanos que tenían delante, nada pudieron hacer para frenar
la furia de aquella acometida. En el caos, Serlan acuchillaba con una daga en
cada mano todo lo que tuviera un rostro blanquecino y una túnica roja. En las
tinieblas de aquel interior el entrechocar de los aceros resonaba como mil
martillos besando, incesantes, los yunques. Por un instante, rodeado en una
esquina, el conde gritó: «¡Al primer piso!». Una cerrada descarga recibió a los
primeros en subir, destrozando los cuerpos de un joven vesclano y Ventura. Pero
aquella fue la única resistencia. La casa fue tomada en un abrir y cerrar de
ojos, con tan solo dos muertos y un herido.
Al asomarse por una de las
ventanas, Serlan observó a los vesclanos de Icet intentando abandonar el
almacén para llegar hasta ellos, pero varias andanadas de los sufones apostados
en los otros dos edificios les impidieron la salida. Entonces volvieron al
interior del edificio e intentaron dañar a sus enemigos disparando sus arcos y
ballestas.
Desde el fondo de la avenida les
llegó el eco de un estrépito de cascos. No podían vislumbrar nada, pues las
sombras devoraban la calle, pero pudieron intuir que algo se movía muy rápido.
El conde distinguió un aullido, un sonido desgarrado que conocía».
Quedé atrapado por la trepidante acción de la escena.
ResponderEliminarSigo con ello, aunque más lentamente, pero siempre disfrutando.
Saludos.
Bueno, Antigua Vamurta como buen libro de fantasía épica que es, pide tiempo. Me alegra que disfrutaras de la escena.
EliminarUn abrazo.
Como siempre me pasa, me encanta leerte, y aunque he de reconocer que el género que escribes no es mi fuerte, porque me hago a veces un poco de lío con los personajes. Me gustó mucho lo que pusiste. Un besazo.
ResponderEliminarBueno, en realidad, en cuanto a género se podría denominar fantasía épica, aunque poco usual. Creo que a Vamurta se la podría llamar también libro de aventuras y cosas así.
EliminarSaludos.
Qué bien te ha salido. Una lectura fluida, como un tobogán. Imposible parar hasta el punto final.
ResponderEliminarMe gustará explorar a este Serlan de la segunda parte.
Muy contento de que os guste este fragmento. En Vamurta hay párrafos introspectivos, otros más descriptivos y algunos de pura acción, como este.
ResponderEliminarQue sea una lectura fluida, emocionante, lo es todo.
Saludos.
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