La historia de la Kon Tiki. En 1947 un loco llamado Thor Heyerdahl, haciendo honor a sus antepasados vikingos, quizá los mejores navegantes de los llamados Años Oscuros, cruzó con cinco compañeros la inmensidad oceánica que va desde Sudamérica a la Polinesia. Y luego escribió un libro de aventuras colosal llamado la Kon-Tiki, que disfruté a lo grande en mis años imberbes. Un libro ameno, verdadero, entretenido y profundo. Todavía lo recuerdo y sigue vivo en mi cabeza tras muchos de años. Una de las escasas ventajas de la era digital es que se puede comprar el libro o el ebook —pdf, kindle, epub, etc— a precio módico.
Y ahora la historia vuelve en formato de película que se estrena en España el próximo 23 de septiembre. No me la perderé. Más abajo encontraréis el tráiler de la KonTiki (2012) y el documental del año 51’, para bribones, grumetes y bucaneros de aguas dulces.
La Kon tiki era una porquería de barco. Una nada de troncos unidos con
cáñamo y una caseta de risa. Una balsa, de hecho, que apenas se levantaba un palmo sobre el nivel de
las olas. Nada que ver, pues, con contemplar ballenas desde la seguridad de un
buque de acero de varias toneladas. Todavía hoy sueño con esa travesía que
nunca haría, pues a pesar de nadar en el mar, siento terror a las aguas
abiertas. Estos noruegos parece que no, pues navegaron 101 días y recorrieron
casi 7.000 kilómetros en una barquita de feria que era un réplica de las naves
precolombinas. En el libro de la Kon Tiki sientes el mar, sientes esa
insondable atracción de las fosas oceánicas y de las criaturas que de ellas
emergen de día y sobre todo de noche, como esa estela de pulpos fosforescentes
en la corriente de Humboldt que tan bien describe Heyerdahl en ese libro de
aventuras que narra las peripecias del viaje, de una auténtica odisea moderna.
Sientes el mar, el
silbido del viento, la danza del oleaje y sientes un emoción auténtica al leer
este libro, pues los riesgos que corrieron fueron enormes. Una lectura
totalmente recomendable y para todas las edades. A cada página temes que el
bote acabe por irse a pique, que alguien cometa un error y sea devorado por los
tiburones, que una ráfaga de viento parta en dos el mástil.
Y todavía hoy me
sorprendo por la gesta. ¿Qué los motivó a salir de casa para llevar a cabo esa
locura? El sueño de un hombre que lo transmitió a otros, el sueño de Heyerdahl.
Un biólogo y antropólogo noruego que quería demostrar una teoría: la
colonización de la Polinesia desde Suramérica y que para hacerlo se jugó la
vida. Quizá el impulso de explorar, de saber hasta dónde un ser humano puede
llegar. Aventura, ciencia, la naturaleza, antropología, y un puñado de hombres
en medio de la nada:
«Con los peces pilotos trabamos conocimiento en otra forma. Los tiburones los traían y nos los dejaban adoptar después que les dábamos muerte. Hacía pocos días que navegábamos cuando nos visitó el primer tiburón y a poco la presencia de éstos era una diaria visión. Algunas veces se acercaban sólo para inspeccionar la balsa y seguían su marcha en busca de presa después de darnos una o dos vueltas; pero más a menudo tomaban posición en nuestra estela, justamente detrás de la espadilla, y allí se quedaban sin hacer el menor ruido, iban suavemente de babor a estribor y daban de cuando en cuando un ligero coletazo para mantener su velocidad a tono con el plácido avance de la balsa. El cuerpo gris azulado del tiburón parecía siempre pardo a la luz del sol debajo del agua, y se movía verticalmente al compás de las olas, sacando siempre fuera su amenazadora aleta dorsal. Si la mar estaba movida, el tiburón era levantado a mucho más de nuestro propio nivel y entonces teníamos una visión directa del costado del animal, como en una vitrina, mientras nadaba majestuosamente a nuestro encuentro, con su bulliciosa comitiva de peces pilotos delante de sus mandíbulas. Por unos cuantos segundos parecía como si ambos, el tiburón y sus rayados compañeros, fueran a subir a bordo, hasta que la balsa escoraba graciosamente a sotavento, subía sobre la cresta de la ola y descendía por el otro lado.»
El libro se convirtió en
un inesperado best-seller y fue traducido a 66 lenguas. El inquieto Thor
Heyerdahl realizaría dos expediciones más, la “Ra” y la “Tigris”. Siguiendo el
estilo de la primera Kon Tiki: réplicas de naves de la antigüedad.
Sobre la Kon Tiki se hizo un documental en 1951
que adjunto. Ahí se aprecia la absoluta fragilidad de la nave, la dimensión
real del reto, la fuerza del sueño que impulsó ese reto. Acabo señalando la
fecha de partida de la nave: 1947, en otros lugares del mundo acababa una gran
guerra y empezaba otra helada.
«A veces nos encontramos en situaciones raras, sin saber cómo. Nos metemos en ellas paso a paso y del modo más natural, hasta que de súbito, cuando estamos ya enzarzados, el corazón nos da un vuelco y nos preguntamos cómo diablos pudo ocurrir aquello.»
Escribió
Thor Heyerdahl al inicio del libro de la Expedición de la Kon Tiki.
Que mejor manera de empezar el viaje.
Me pregunto cómo serías tú en tus años imberbes, aunque no te veo muy diferente a el presente muy cercano en el que te vi.
ResponderEliminarTomo nota de la novela. ¡Hay tanto por leer!
Una forta abraçada, Lluís!
La verdad, Dissortat, te recomiendo mucho el libro de la Kon Tiki. Verdadera y entetenida.
ResponderEliminar¿Cómo era con 14 años? Me cambié tres veces en tres años de colegio. Y me descolgé, claro, de todo. Un solitario. Por eso por aquellos años leí y vi cientos de libros y películas.
Ya ni me acordaba de aquel tipo.
Un abraçada, company. (la galera de Juan de Austria nos espera en Drassanes...¡algún día!)
Igual que yo. También leí el libro de adolescente, lampiño tambien. Y a aquella gesta le dedique una entrada en el blog hace algún tiempo: Thor Heyerdahl, ¿el último aventurero? Lo merecía. Aunque él mismo reconoció no demostrar sus hipótesis, sí logro que se mantuviera como tal. No sabía que se iba a estrenar una película sobre la expedición. Buena noticia, para divulgar lo que poco a poco iba quedando en un injusto olvido.
ResponderEliminarSaludos.
Injusto olvido es muy adecuado para hablar de la Kon tiki. Un libro trepidante.
ResponderEliminarSí, quizá fuera el último aventurero. Y esos hombres se jugaron la vida. Recuerdo que hasta se les doblaban los arpones al intentar asustar a los escualos. Y, claro, no llevaban buzos anti tiburones. Una odisea moderna.
Me miro tu artículo.
Gracias.
Supongo que para hacer algo así debes de tener un gran conocimiento de biología marina. Entiendo tu miedo. Aquí hay varias compañías que llevan a turistas a hacer excursiones "a la caza de cetaceos" (tiburones peregrinos, ballenas y orcas). Yo vi tiburones peregrinos (comen plancton) y marsopas en un ex-barco pesquero de bajura, pero una de las compañías hace los viajes en zodiac y la paran cuando localizan el banco. Me da pavor sólo pensar en ir en la lancha y estar tan cerca de un animal que puede matarte hasta sin querer, pero el caso es que no sólo el negocio continúa sin incidentes, hasta tienen una compañía aseguradora que debe de pensar que no hay riesgo.
ResponderEliminarHola,
EliminarSi miras el documental de la Kon tiki, te das cuenta de eso. El libro lo expresa muy bien, también. Esa absoluta cercanía con el mar. Yo diría "fusión". Quizá sea la medida del hombre y esos grandes barcos una barbaridad.
Y no sabes como me gustaría montarme en una zodiac de esas....
Cuando vi, en el video, de qué embarcacioón se trataba casi me da algo. Si era poco más que una balsa.
ResponderEliminarMe alegra que sea puesto en película. Una gesta de esa clase lo pedía.
Sí, sí, la Kon Tiki fue una balsa en toda regla. Bien construida, con grandes troncos, pero un barquito de feria. Debían sentirse bastante seguros para cruzar el oceáno. Un gesta.
ResponderEliminarSaludos.
Debe estar bien, besos.
ResponderEliminarGracias.
Tiene una pinta muy interesante. Lo buscaré para leer.
ResponderEliminarEl enlace es a una peli antigua, no al tráiler nuevo, por lo que veo :p
Un abrazo.
Y ahora la historia vuelve en formato de película que se estrena en España el próximo 23 de septiembre. No me la perderé
ResponderEliminarBien la información, la jarana que aparece en la foto no es huasteca sino jarocha de la región del Sotavento.
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ResponderEliminarSobre la mesa de noche de mi padre, por decenas de años, este libro y El Quijote estuvieron siempre. Lo lei de un tirón y varias veces, cosa que con El Quijote solo pudo mucho después. Recuerdo la descripción de navegas sobre un pez, o algo, enorme, que jamás supieron que fue...
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