¡Ei! Que no hay gobierno en España, por eso me va
así, que ando desgobernado. Creía que se crearía un frente estable de mano de
la monarquía, que también anda algo dispituflautada, pero no.
No, que dijo Pedro Sánchez del Plofoe, y tres veces no que dicen todos, con veneno en la
piel. Escarbando, tunelando (no busques en la RAE) aquí y allá como un topo tan
perdido como las primeras espadas de los partidos, he llegado a la conclusión
que el fondo del problema está en anteponer los intereses personales a los
colectivos, el yo frente al nosotros. Si Pedro dice sí, cae. Como Rajoy, si cede aquí o
allá, se esfumará en la niebla de la historia, que es espesa y solo interesa a
unos cuantos aunque allí atrás se proyectan, a veces con claridad, los caminos
del futuro.
El interés personal frente al interés de la
colectividad, este mal tan de Occidente.
A Messi le salen raíces negras en el tinte rubio, y
eso es portada, como lo es el deglutir de cafés con leche (¡menudo portento!)
de Terelu Campos. Año tras año la brecha entre ricos y pobres se agiganta en
España, hasta que pete. De momento no pasa nada, el paro pasa del 23% al 20%
(En USA, al 5%, en Rusia, al 7%) y ya descorchamos sidra. Si hay alguna
respuesta social en forma de tímida protesta, se rescata del olvido a la
Campanario o se inicia el proceso de beatificación de San Cristiano Ronaldo
para seguir todos muy contentos, bailando jotas.
La deuda pública en España no para de crecer y
crecer. Es muy, muy sencillo. A mayor deuda pública, menor soberanía. A mayor
deuda, mayor poder de bancos y grandes corporaciones sobre el estado. Y sí,
España está en manos de otros, dejó de ser soberana. Dejé de escuchar cuentos
chinos. Y como lo de los ricos o el
paro, hasta que pete. Porque los sistemas que mal funcionan acaban
desmoronándose.
Tras un verano flojoaburridososocuándollegaelfrío,
con cortas vacaciones para poder seguir facturando, ahora puedo volver con
pasos ligeros a la literatura. El tercer libro de poesía que voy escribiendo
sigue engordando como un pavo de Navidad. ¿Hay alguna regla para cerrar los
libros que se van escribiendo? ¿Cómo saber cuál es el último poema? Extraño es
escribir poesía. No acabo de entender el proceso. Está claro que es un proceso
mental, pero hay uno o dos eslabones irracionales, que escapan a mi comprensión.
Eso sí, me hace sentir afortunado.
El libro de relatos lo he dejado colgado para
octubre-noviembre y eso que está acabado. Tampoco pasa nada. Es un libro para
pasar un buen rato aunque puedan ser ratos un tanto escalofriantes. Estoy un
poco preocupado de ver cómo paso de la literatura últimamente. Una mezcla de
vagancia y carga de trabajo. El trabajo, el trabajo. A nada dedicamos mayores
energías y nada queremos olvidar tan rápidamente. Y en cambio, como el sexo,
cuando falta es la primera obsesión. En fin, aparentemente, todo sigue igual,
esta mañana también, sol y buen tiempo.