Acabo de subir a casa. Son casi las once y media de la noche. He paseado unos cinco minutos. Por primera vez en mi vida no he visto a nadie. Nadie. No ha pasado ningún coche. No he visto humano alguno. Se oía el crujir de las ramas de los árboles, la risa de un niño tras una ventana, el crepitar de las neveras de los bares, el viento golpeando las persianas de los locales, hojas y papeles bailando sobre las aceras. El crujir de mis propios pasos. Nadie. Calles completamente vacías, el cielo nocturno amenazando con más lluvia, una nueva música para la ciudad. Nadie, por primera vez, nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario