Cuando nací, fui el niño de la madre. Cuando me casé, aquel señor de inseguro traje oscuro que acompaña la novia radiante. Cuando fui padre, era ese señor con cara de pasmo que acompañaba la madre. Cuando me entierren, sí, seré el protagonista, ¡al fin!
¡Qué patética existencia!
ResponderEliminar¡Un caballo!... Porca miseria, ja, ja.
ResponderEliminarSaludos Dissortat.
De verdad quieres ser protagonista? Hasta ahora has elegido ser lo que deseabas, sin ser obligado (seguro que has sido feliz)...pero cuando uno la palma..:(..Por si necesitas unos mimos, desde aqui te los mando ;)
ResponderEliminarSol
O no, puede que seas el acompañante de la muerte.
ResponderEliminarSaludos.
¿Esta epístola ha sido escrita antes o después de tu comentario a mi última entrada? Jajaja, es un humor matutino muy sagaz. A mi me encantaría atreverme a que me aplique la frase hecha de "más hortera que un ataúd con pegatinas". Joder, ¡sería la envidia del cementerio!
ResponderEliminardesconfía amigo, que nunca se sabe..!
ResponderEliminarjajaja Ígor, qué asumido lo tienes.
ResponderEliminarAgustín,
ResponderEliminarEscrito tras leer tu poema. Me acordé de esa vieja broma que gastaba entre cervezas con los amigos. ¿Curioso? De la poesía a todo lo demás.
Saludos.
lo dudo, la viuda ya se encargará de eso
ResponderEliminarAhhhh. Cierto.
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