Meme, desde algún rincón de Madrid, dibuja, escribe, pinta, forja versos, fotografía... Se expresa. Se me antoja como una especie de criatura sin tiempo, pues más parece una artista renacentista que una autora moderna. O me equivoco completamente y en realidad no tengo ni idea de lo que significa moderno.
Con frecuencia me paso por su blog a respirar, espiar, deleitarme con su poética libre y envidiar sus trazos a carbón y lápiz sobre el papel. Os dejo su enlace: http://lememepom.blogspot.com/
Tiene muchas cosas, le pedí poder publicar este relato porque creo que es una de aquellas historias humanas que conmueven y te aportan una experiencia vital que ayudan a comprender la vida, el mundo. Y además es una historia trágica y hermosa, a su manera. Pues nada, ahí va la narración con ilustración de Meme incluída (y gracias).
De la ausencia y sus torturas
Cuando Loredana baja la calle hacia la plaza de la heladería, todos los hombres se vuelven para mirarla y todas las mujeres. Cada chasquido de sus tacones bajos es un reclamo para la vista, una llamada al circo. Cuando Loredana baja la calle, lo hace rápido, a pasos largos y prietos y se aprieta el escote y baja la cabeza. Guapa de cara, de cuerpo pequeño. Siempre lleva camisa blanca y una chaqueta de punto negra, siempre envuelta, cubriendo su escote. Siempre bien peinada. Todos miran a Loredana mientras baja la calle hacia la plaza de la heladería. Pero lo único que quieren ver de ella, cuando corre, es su pecho vacío.
A Loredana le falta un pecho. Se mareó de calor en la fábrica y perdió el equilibrio sobre el tanque de la leche hirviendo. Qué ironía. Aquella quemadura láctea le carcomió sus glándulas. Cuando pudo volver al trabajo, le cambiaron de sitio en la cadena de producción; ahora fabrica quesos con la forma que a ella le falta sobre las costillas. Y después enviaron a su hermano a las trincheras y su madre murió.
Cuando vuelve de la plaza, con la tarrina de helado, se le congela el agujero al lado de su única mama, de tanto apretarlo contra el esternón, por disimular su falta. Y cuando acaba de comer, se pasa el domingo mirando su cicatriz. Tiene un espejo en la puerta del armario, se sienta en la cama, con la falda puesta, y se mira desde allí. El pecho que tiene es pequeño y prieto, como toda ella, envidiable y blanco, con un pezón en punta mediano y liso y rosa. Allí donde le falta, sin embargo, es todo un aglomerado de bultos pequeños y arrugados y una cruz que le ha partido su ausencia en cuatro, como los gajos de una naranja. Se dibuja con el dedo una y otra vez su marca de arriba a bajo, de lado a lado, se repasa los pliegues e intenta alisarse los bultos, se arrastra las carnes circundantes hacia el centro, intentando construir un nuevo pecho. Se imagina con uno nuevo, incluso con dos un poco más grandes. Se prueba un sotén y lo rellena con sus medias, con varias medias y luego se prueba las camisas y le encanta pensar en el botón de su escote a punto de saltar por la presión. Pero eso nunca pasa.
Cuando Loredana avanza por la via dei Cerchi, junto al Circo Massimo y luego tuerce por la via di San Gregorio, se sienta a contemplar a los enamorados del Coliseo. No es que adoren las ruinas, es que allí se citan los jóvenes y a veces se besan. Loredana lleva siempre un libro, y simula que lee. En realidad memoriza patrones del comportamiento humano y se queda con palabras y con gestos, intenta imitar la sonrisa de las mujeres antes de ser besadas por primera vez. Después de unos minutos de besos en la boca, los hombres mueven las manos imantadas, sin excepción, hacia los pechos de las mujeres y casi todas consienten que se los toquen. Los amasan como el barro, como la masa del pan, construyen, a base de círculos, quesos de tetilla, los ordeñan mientras besan. Loredana se imagina siendo una de esas mujeres con dos pechos ordeñados mientras besa y se le acelera la respiración. Imagina que se le abre el botón de la camisa y que le respiran en la boca y en el hueco de las clavículas, se imagina el vaho en la via de sus dos tetas iguales y dos manos que se las juntan y las levantan. Huyendo de su ansiedad, una vez vio a dos hombres en el Parco Ninfeo, besándose en el cuello, y en vez de sorprenderle, eso le consoló; eran dos hombres sin pechos que tocar.
De las cosas que tienen que ir juntas en la vida, porque no pueden ser la una sin la otra, a Loredana la habían dejado huérfana. El orden del cosmos va de dos en dos, como los animales del diluvio, como el hombre y la mujer, la noche y el día, el sol y la sombra, las dos piernas, los dos brazos, los dos ojos, los dos pulmones. De los dos pechos que tenían que haberle dado, a ella le habían arrancado uno, y había sido como quedarse coja, como quedarse manca, como quedarse tuerta. Por la cruz rajada de aquel pecho izquierdo del espejo, a Loredana le habían abierto el cuerpo y le habían sacado el corazón y ya no habría hombre en el mundo que la deseara, ni mujer que la envidiara, ni transeúnte que no se girara para notar su vacío al bajar la calle hacia la plaza de la heladería. Y la impotencia es tan grande, que muchas veces ha pensado Loredana en envenenarse el propio helado que se come.
Una ilustración de Meme. |
Igor, gracias tú?
ResponderEliminarGracias yo, siempre! Y qué decir? El artista de verdad es el que llega a la gente, sea con gusto o con desprecio, y tú me has hecho llegar :)
Y sí, amo el renacimiento, debí haber nacido por aquel entonces jeje
Bien, como siemore...seguiré tus consejos: la leeré.
ResponderEliminarMuy hermoso, lleno de ternura para compensar una situación tan cruel. Asusta pensar en la falta de algunas cosas que damos por supuestas, como el caso del relato, unas piernas, la vista, etc...
ResponderEliminarPrefiero pensar, que aunque su tristeza tiene una base real, a veces Loredana piensa de otra forma y tiene la esperanza de encontrar a alguien que la completará más aún que su otro pecho...pero quizá sea forzar mucho el sentido del relato, no lo sé. Pero es que a los personajes que nos caen bien, intentamos protegerlos.
Enhorabuena a la autora y gracias a ti por compartirlo.
Un saludo (dos, vamos) :)
Hola,
ResponderEliminarPues es un alegría poder subir historias así, Meme, pues a mí ni tan siquiera se me pasarían por la cabeza.
Sobre lo del artista de verdad... Eso se debería discutir en un bar sin tiempo.
Aina, gracias por pasarte. Leer Meme es ir a, a veces, a lo esencial, a veces a lo poético.
Saludos.
Una situación que aunque no es en extremo anómala se percibe singular e intensa gracias a su narradora. Gracias también a ti por la presentación. Tu Vamurta nunca defrauda.
ResponderEliminarSaludos.
Sensibilidad fuera de serie ¡Felicidades meme!
ResponderEliminarPues me ha encantado... se saborea el helado amargo, aunque no lo haya envenenado, buf!
ResponderEliminarVoy a ver más por su blog ;)
Besos abisales
Muy buen relato.
ResponderEliminarYo espero que Loredana descubra que está equivocada antes de que llegue a envenenar el helado.
Buenas noches
Bisous
Gracias, Igor, por este relato y por presentarnos a su autora. Para sacarse el sombrero, para volver a leer, para pensar y envidiar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Uuufff, la agonía que desprenden sus letras es apabullante, no solo por el echo de sentir el dolor de alguien que ha sufrido de manera atroz en la vida, cuando después de una mutilación semejante, tiene que aguantar la perdida de su familia, si no por que quiere contemplar amargamente como es su estado, tanto exterior como interior, y esas parejas que se me antojan manidas y desbocadas, siendo comidas mientras se exhiben ante ojos hambrientos, pobre Loredana, esperemos que aguante y supere y deje el veneno para otro momento.
ResponderEliminarIgor como siempre magnifico, pasaré a ver que mas me cuenta esta mujer, que talento por lo que veo no le falta.
Lo primero que se me ocurre es una blasfemia, después tengo rabia y siento dolor, y me doy cuenta de que hay otras formas de entender la ausencia y de que ésta nos torture. Ahora... solo siento...
ResponderEliminarUn gran relato, Meme, en espacio tan pequeño
Me sorprendió gratamente. Al principio no sabía para donde iba la cosa, pero tienes razón, Igor, es una historia que conmueve, de una u otra forma.
ResponderEliminarSaludos, y felicitaciones a la autora.
Es tremendamente duro, pero está muy bien escrito, con crueldad y rotundidad, lo que procede, dada la historia. Me ha gustado. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarEstamos hechos de pérdidas. La mayoría duelen. Muchas las disimulamos. De a pares, sí, tantas cosas de a pares. Gran relato, cercano a la verdad o la verdad (la de la pérdida, sea cual sea, quizá incluso la que se describe aunque no el modo...), por eso nos llega, y nos hace pensar, y nos devuelve a la realidad de otros, a la nuestra, a lo que se silencia y estalla ante todos o parece que lo hace.
ResponderEliminarGracias a la autora por este momento de luz doliente. Nos llega. Me llega.
Me ha conmovido.
ResponderEliminarFelicidades para la autora.
Voy a ver su blog.
Saludos.
Joé, que mal me ha dejado el cuerpo. Cuando empecé a trabajar aún vi a varias mujeres operadas de mastectomía radical por cirujanos "entrenados" en el campo de batalla de la II Guerra Mundial. Afortunadamente hoy extirpar la mama completa es raro y se hace con técnicas de apariencia mucho menos barbárica, pero qué recuerdos más duros me ha traído esto. Mejor Don Leonado Cohen, hombre...
ResponderEliminarHola Miércoles,
ResponderEliminarEres toda una sorpresa. Sería bueno saber más de esos cirujanos. A mí me operó uno que había estado en Vietnam. Un viejo chulito que si no llega a ser por la anestesia lo descuartizo.
Y disculad, que he estado fuera...
Saludos.
Que buen relato, no me agradan las tematicas de compasion pero la forma de contarlo es excelente, bien llevado, mejor se lo digo en su blog
ResponderEliminarGracias por mostrarlo
Meme, yo creo en la resurrección de la carne, si te sirve de consuelo. Es gracioso pero cierto: a veces me vienen flashes de cuando fui soldado, hace un par de siglos, escribiendo en una libreta deshojada en la trinchera bajo el tronar del reino de la pólvora :)
ResponderEliminar¡Ehhh! Escribre sobre eso. ¡Es una orden! ¿La mili? ¿Soldado profesional? Yo quería hacer milicias, pero me faltó 0,5 puntos de nota. En otra vida será.
ResponderEliminarUn bello texto y bien narrado. Gracias por compartirlo, Igor.
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