«Entre tanto
el día había aclarado; al otro lado de la calle se distinguía claramente una
parte del edificio de enfrente, negruzco e interminable era un hospital, con
sus ventanas regulares que rompían duramente la fachada.»
La metamorfosis, de Franz Kafka. Esta es muy famosa. El gran
trampolín-espejo hacia la modernidad. Un día haré una entrada titulada “Kafka
frente al espejo”, para hablar del hombre, de Franz.
Pero hubo otra Metamorfosis igual
de popular. Quizá hasta más, pues por aquel entonces pocos libros se editaban, la permanencia de los libros era eterna y
pocos humanos daban vueltas como zánganos sobre la Tierra. Son Las metamorfosis (Metamorphoseon)
del poeta Ovidio, acabada en el
año 7 d.C. Ovidio hilvana en 15 libros más de 250 narraciones
mitológicas, enlazadas entre ellas sin pausa (por favor, respiren, uf, uf, uf).
Las metamorfosis de Ovidio tuvieron y tienen una repercusión salvaje,
brutal en siglos posteriores, entre otras razones porque en la Edad Media, con
pocos libros para hojear y sin lectores de ebooks todavía, los poetas
medievales la releyeron unos tres millones de veces. O se las cantaban los unos
a los otros, aún mejor. Miles de
historias posteriores se basan en el libro de Ovidio que a su vez se basa en
las historias mitológicas de dioses, divinidades menores, héroes y mortales. De
ella emana el Romeo y Julieta de Shakespeare (sí, él también lo hacía),
cuyo argumento es muy y sospechosamente similar al de Píramo y Tisbe. Y muchas,
muchas más obras posteriores beben de Las Metamorfosis.
El cuento que quería dejar,
uno de los que más me gustó, es el de Hermafrodita y la ninfa Salmacis:
Cuenta el mito que el hijo de Hermes y Afrodita (llamado Hermafrodita,
claro), era un adolescente hermoso, que un día, en uno de sus paseos, llegó a
un lago de aguas transparentes, tan limpias que incluso podía verse su fondo,
como ese lago, “la laguna de Dios”, descubierto recientemente en Australia. En
él vivía la ninfa Salmacis, joven y muy erótica náyade, cuya ocupación
consistía en adornarse con flores y velos primorosos para contemplarse después
en el manso y reluciente espejo de las aguas.
Al detenerse en la orilla del agua, Hermafrodita vio a
Salmacis, quedando sorprendido y admirado por su belleza, pero cuando la ninfa
le vio a su vez, se quedo sorprendida asimismo por su apostura y su belleza,
quedando inmediatamente prendada de él, por lo que le dijo:
“Feliz tú que si eres mortal y feliz la mujer que te ha
nutrido en su seno, pero mucho mas feliz tu amada, si es que la tienes, pero si
ella no existe todavía, si tu corazón es virgen todavía a los deseos y al amor,
yo te amo, te deseo y quiero compartir contigo mi lecho."
Hermafrodita, que ignoraba todo respecto al amor, se
sonrojó al oír las apasionadas palabras de la náyade y huyó apresuradamente.
Ella se dolió de su marcha pero nada hizo por retenerle, diciéndose a sí misma:
“Insistiendo en mi ofrenda sólo conseguiré intimidar aún
más a ese joven tan hermoso. Lo mejor será ocultarme y dejar que el tiempo
trabaje a mi favor.”
Así lo hizo Salmacis, que regresó seguidamente a las
profundidades del lago, desde donde espiaba a todos los que se acercaban a la
orilla, por si alguno de ellos era Hermafrodita. Ocurrió lo que esperaba días
mas tarde. Hacía calor, por lo que Hermafrodita regresó al lago. Una vez en la
orilla miró a su alrededor detenidamente por si aparecía Salmacis. Más
tranquilo al no verla, se despojó de sus ropas y se lanzó al agua en la que
estuvo refrescándose por espacio de algún tiempo, hasta que la náyade, sin
poder contener más su pasión salió de su refugio y antes de que Hermafrodita
pudiera impedírselo, se abrazó a él cubriéndole de caricias. El joven trató de
desligarse de Salmacis, y entonces esta, no queriendo resignarse a perderle otra
vez, invocó a los dioses:
“ Criaturas del cielo, escuchad mis votos y mis
súplicas. Yo, Salmacis, deseo que nunca este joven pueda separarse de mí, ni yo
de él.”
La leyenda sigue afirmando que los dioses se prestaron a la
petición de Salmacis, escuchando sus ruegos, apiadados de su pasión y de su
profundo amor por el bello Hermafrodita, e hicieron conjuntarse sus cuerpos, el
uno al otro, como las ramas de un mismo árbol, pero participando a un mismo
tiempo de doble naturaleza, o sea, de doble sexo, por lo que el aspecto de
entre ambos era tan parecido que no se podía determinar dónde empezaba
Hermafrodita y dónde Salmacis.
¿Alguien no ha invocado a los dioses o a los demonios para no perder a es@ que ya perdimos una vez?
ResponderEliminarDichosa Salmacis que fue bendecida por los dioses.
Hoy me duele lo perdido...
Pocos invocan a los dioses porque la mayoría los han olvidado. El olvido es nuestra perdición, decía el mago Merlín.
ResponderEliminarDichosa Salmacis, que alguna vez conocí y mi memoria confunde, bendecida.
En los mitos encuentras a aquellos que han quedado atrás y que no antes habías comprendido.
Saludos.
Una vez más alumbrando esquinas que van quedando olvidadas y almacenando polvo. Qué los dioses te protejan y no te falte aceite en tu antorcha.
ResponderEliminarKafka lo tengo más reciente, pero Ovidio se quedó en los años de bachillerato.
Agradecidos saludos.
Así es, la influencia de la mitología clásica, sobre todo en el arte, ha sido importantísimo. Bonita leyenda la Hermafrodita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Avísame cuando hables de Franz.
ResponderEliminarMetamorphoseon de Ovidio, algo leí: me fascinó. Una magnífica elección.
Anna
No creo que la ninfa se refiriera a lo que obtuvo de los dioses cuando les lanzó su invocación.
ResponderEliminarEstos dioses son un caso. Nunca se ciñen al espíritu de la petición, solo a la letra de la misma. Parecen traviesillos, o tal vez algo cretinos. Lo mejor sería no contar con su ayuda. Pero, joé, que se le escapa Hermafrodita otra vez.
Ja,ja. Cierto, lo mejor sería no fiarse mucho de la ayuda de los dioses, en cuyo nombre ya han muerto demasiados.
ResponderEliminarLa ninfa deseaba, quizá demasiado. O quizá quieran que esa sea la lección: desear demasiado crea frustación.
¡Por ahí va Hermafrodita, libre como un pájaro!
La interpretacion de los dioses es comprensible ya que si fuese todopoderoso tambien andaria jodiendo con los deseos de los demas ¿Quien no lo haria?
ResponderEliminarJoe, pobre Hemafrodita. Si ya alguno que accedió voluntariamente a unirse a la parienta se arrepiente, no te digo nada que te endiñen una así.
ResponderEliminarJa, ja, ja. No tiene vuelta atrás el pobre Hemafrodita. Y eso que la ninfa no debía ser nada desagradable. Pero el pobre se asustó y desató la obsesión de ella.
ResponderEliminarSaludos.