21 jul 2013

Y el Kamikaze recordó


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Batalla de Okinawa. El final de la Guerra del Pacífico. Cada bando considera al otro poco más que peste. Fue aquella una guerra de atrocidades sin fin. Los japoneses consideraban a los norteamericanos unos cobardes, según el código del Bushido, y los norteamericanos veían a los japoneses como ratas a exterminar. Batalla de Okinawa. Todo iba a decirse. Parte el Yamato en misión suicida. Los japoneses lanzan la mayor ofensiva kamizake contra una flota enemiga inimaginable de tan grande que es. Cientos de aviones en tres oleadas. Logran hundir a 30, entre ellos grandes navíos de guerra, y dañar a casi 400. Los japoneses lanzaron 1.900 ataques kamikazes. El almirante Nimitz se preocupa. En tierra los japoneses resisten hasta lo indecible y también causan miles de bajas. Los marines consideran que será necesario que todos ellos mueran para conquistar Japón. Y no iban desencaminados. 

relatos kamikazesPero no todos los kamikazes mueren en el ataque. Hay un cabo que sufre una fuga en el depósito de su avión y se ve obligado a aterrizar en una isla. Tras 55 días de peripecias logra de nuevo llegar a su base. Se presenta. Exige otra misión kamikaze. Su oficial lo insulta, le llama cobarde. Le niega la posibilidad de redimirse suicidándose con su aparato.
El cabo es un nudo de rabia. Y pasan los días. Y, tras muchos años, recuerda: “nos llamaban dioses de la guerra, el azote divino. Éramos los mejores jóvenes los kamikazes. Lo mejor del país. Pero al poco de volver a mi base me di cuenta: nos consideraban, en realidad, una parte más del avión. Éramos una pieza del aparato”.

Ya lo decía Louis-Ferdinand Céline en Viaje al fin de la noche (Voyage au bout de la nit, 1932):

«Hatajo de granujas, ¡es la guerra! —nos dicen—. Vamos a abordarlos, a esos cabrones de la Patria nº 2, ¡y les vamos a reventar la sesera! ¡Venga! ¡Venga! ¡A bordo hay todo lo necesario! ¡Todos a coro! Pero antes quiero veros gritar bien: “Viva la Patria nº 1”, ¡que se os oiga de lejos! El que grite más fuerte, ¡recibirá la medalla y la peladilla del Niño Jesús! ¡Hostias! Y los que no quieran diñarla en el mar, puedan palmarla en tierra, ¡donde se tarda aún menos que aquí!»





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10 comentarios:

  1. Si, pero no. A las bujías de esos aviones hoy nadie las recuerda, a ellos si (como prueba tu historia de hoy). Sus superiores los ignorarían, pero el imaginario popular los ha hecho leyenda.

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  2. Cierto, los kamikazes son leyenda. Es incontestable y no lo había considerado.
    Aunque a esos que duermen en el fondo del mar, no sé si les servirá de mucho. Lo curioso es ver cómo, mediante un ideal, unos muchachos se ofrecían voluntarios para morir. Me parece abrumador. Y bueno, entre los marines, casi se podría decir lo mismo. Sólo en Okinawa tuvieron 50.000 bajas.
    En fin, si me piden que dé mi vida por el señor Mas, Bárcenas, Rajoyes.com, cazadores de elefantes, Jonqueras, Rubalcabas anónimas, etc, etc., mi respuesta será amywinehousina: «no, no, no... ». Prefiero pasear por el bosque.

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  3. A mí lo de los kamikazes no deja de parecerme bonito por la épica. Buena entrada, como siempre

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  4. Se les recuerda por lo extraordinario de sus acciones, pero su voluntad de sacrificio venía determinada por el adoctrinamiento. No eran simples voluntarios dispuestos a dar su vida por que se lo ordenaran los mandos. Cosas del fanatismo.
    Un saludo.

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  5. Recuerdo a Seinfeld, ¿por qué se ponían casco? xDD y hablando en serio, su fanatismo fue la razón o la excusa para el lanzamiento de las bombas atómicas... Y también me he acordado de Mishima.

    Un abrazo :)

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  6. Hechos así siempre tendrán sus dos caras: ser considerados héroes que se inmolan por sus compatriotas, y adoctrinados servidores para los intereses de quien los manda. El cabo que tu citas prefería ser de los segundos antes de quedar como un cobarde. Y ahora se podrían agregar mil matices.
    Te agradezco los números, ya que ayudan a poner tamaño a la barbarie.
    Saludos.

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  7. Qué diferencia había entre un kamikaze suicida que no hacía otra cosa que obedecer órdenes, y un soldado de la infantería aliada que, ante un nido de ametralladoras que barren vidas a su paso en algún montículo insignificante de un lugar perdido en los confines del mundo conocido, obedece órdenes suicidas y carga sin pensar hacia una muerte segura.

    Saludos.

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  8. Creo que, en verdad, no hay mucha diferencia.
    Me interesa mucho entender los motivos, las razones, de esos jóvenes y no tan jóvenes que se sacrificaban de ese modo, japoneses, aliados o alemanes.
    No creo que sólo fuera la propagana y el lavado de cerebro, que sí eran razones. Intuyo que había algo más.
    Saludos.

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  9. Estoy sin conexión por trasaldo de vivienda. Creo que tendré internet a mediados de agosto.
    Bueno, ya intentaré conectarme desde un locutorio o algo así.
    Saludos sudorosos.

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  10. Una pena. Me pregunto si los dirigentes nipones no podrían haber detenido la guerra rindiéndose antes. Claro, bajo amenaza de la humillación y acaso el colapso económico del país.

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