Afirmo que escritor gris porque su obra, y acaso su
figura, jamás tuvieron una gran repercusión. El perfil cortante de Juan Benet
no era simpático ni mucho menos moderno. Ya su primer libro de cuentos y relatos constituye un aviso
para mentes ligeras: en 1961 se publicó “Nunca
llegarás a nada”, que contiene algunas historias asombrosas y que en
general no es una lectura fácil. Como tampoco lo será la novela que le dará
cierto renombre Volverás a Región (1967),
el anti-libro que Grupo Planeta jamás quisiera publicar. Nada es normal en la
obra de Juan Benet, que da pocas alegrías al lector, aparte de una literatura
arraigada, profunda como un pozo oscuro.
Este neorrealista español, Ingeniero de Caminos, no tuvo mejor
ocurrencia que empezar un libro como Volverás a Región con un buen puñado de
páginas dedicadas a la morfología, piedras, paisajes y aromas de esta comarca
inventada, que muchos sitúan en la frontera de la Vieja Castilla y Galicia.
Pues eso, un escritor loco que donde debería enganchar al lector lo echa a
patadas.
Dicen algunos críticos de la época que Volverás a Región es la mejor novela de su década
junto a El Jarama y Tiempo de Silencio. Yo digo que Benet es interesante, que
me gusta más en corto que en largo y que Cela es netamente mejor. Aunque bien pensado, Cela es el mejor.
Volverás a Región
y varios de los relatos de Nunca llegarás
a nada vuelven a los espacios, conflictos, huellas y sangre seca de la
Guerra Civil Española. Como no. En fin, recomendar a Juan Benet si uno sabe a lo que se acerca: a la densa y quieta oscuridad de un tiempo trágico. Son los
recuerdos, los traumas, y no los tiros, los que hablan. Juan Benet, guste o no,
rompió con la tradición al hacer novelas a su manera, alargando los sintagmas,
haciendo de los párrafos infinitos ejercicios de respiración y, algo que adoro
de Benet, adjetivando como muy pocos.
Aquí os dejo el comienzo, un
auténtico manual de CÓMO NO EMPEZAR UNA NOVELA:
«Es cierto, el viajero que
saliendo de Región pretende llegar a su sierra siguiendo el antiguo camino real
–porque el moderno dejó de serlo– se ve obligado a atravesar un pequeño y
elevado desierto que parece interminable.
Un momento u otro conocerá el
desaliento al sentir que cada paso hacia adelante no hace sino alejarlo un poco
más de aquellas desconocidas montañas. Y un día tendrá que abandonar el
propósito y demorar aquella remota decisión de escalar su cima más alta, ese
pico calizo con forma de mascarilla que conserva imperturbable su leyenda
romántica y su penacho de ventisca. O bien –tranquilo, sin desesperación,
invadido de una suerte de indiferencia que no deja lugar a los reproches–
dejará transcurrir su último atardecer, tumbado en la arena de
cara al crepúsculo, contemplando cómo en el cielo desnudo esos hermosos,
extraños y negros pájaros que han de acabar con él, evolucionan en altos
círculos.
Para llegar al desierto desde
Región se necesita casi un día de coche. Las pocas carreteras que existen en la
comarca son caminos de manada que siguen el curso de los ríos, sin enlace
transversal, de forma que la comunicación entre dos valles paralelos ha de
hacerse, durante los ocho meses fríos del año, a lo largo de las líneas de agua
hasta su confluencia, y en sentido opuesto. El desierto está constituido por un
escudo primario de 1.400 metros de altitud media,
adosado por el norte a los terrenos más jóvenes de la cordillera, que con forma
de vientre de violín originan el nacimiento y la divisoria de los ríos Torce y
Formigoso. Segado al oeste por los contrafuertes dinantienses da lugar a esas
depresiones monstruosas en cuyos fondos canta el Torce, después de haber
serrado esos acantilados de color de elefante que formaron hasta el siglo
pasado una muralla inexpugnable a la curiosidad ribereña; por el contrario, en
la frontera meridional que mira al este el altiplano se resuelve en una serie
de pliegues irregulares de enrevesada topografía que transforman toda la
cabecera en un laberinto de pequeñas cuencas y que sólo a la altura de Ferrellan se resuelven en un valle primario de corte tradicional, el Formigoso.»
Es un gran escritor. Denso como pocos, eso sí. Algún día volveré a leer algo suyo, supongo. Pero ahora mismo reconozco que no me apetece nada de nada hacer ese esfuerzo.
ResponderEliminarUn abrazo
Creo yo que, con Juan Benet y su Volverás a Región, la palabra clave es "esfuerzo". De ahí su escasa popularidad a fecha de hoy. Produce un placer su lectura, un placer un tanto oscuro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me resultaba un personaje curioso y leía con interés entrevistas que le hacían, pero no llegué a leer ningún libro suyo completo. En la biblioteca de Miércoles hay uno (libro) y algún día me pondré con él.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Demián,
EliminarSi no has leído nada de Juan Benet, creo que es mejor dejar Volverás a Región y empezar con los relatos. Saludos.
Escritor desconocido de obra rara, suena como un tesoro para hipsters
ResponderEliminarAunque en perspectiva muchas obras de fantasia epica empiezan con descripciones del terren
Escritor (casi) desconocido de obra rara, ese es Juan Benet, sí señor.
ResponderEliminarNo está nada mal. Es alguien del que escuché solo alabanzas, pero también hermético y difícil. Gracias por traérnoslo.
ResponderEliminarVolverás a Región es una novela hermética, es verdad. Para mí su mayor defecto, demasiado cerrada como una piedra de cuyo corazón no tienes noticias. Los relatos, que no son fáciles, son una opción.
ResponderEliminarSaludos.