Por sobre el
alma el aleteo inútil
de lo que no
fue, ni pudo ser, y es todo.
Nada que ver con aquella
tontada de novela de Bret Easton Ellis, a la que
jamás encontré gracia alguna. Uno por uno, menos que cero. Cuando era
pequeño, en aquella Barcelona sin los apabullantes colores de hoy, me gustaba
el fútbol. Era del Barça. Pero no sólo era del Barça. También era del Espanyol,
del Valencia, del Zaragoza, del Valladolid. Y no sólo eso, sentía simpatía por
el Atlético de Madrid, el Bilbao, el Sevilla y el
Celta de Vigo. Fui creciendo, qué remedio. Y poco a poco fui eliminando equipos
para quedarme únicamente con el Barça.
Siempre tuve especial fijeza por la siempre trágica figura del portero, que comparte con el poeta la laguna oxidada de la soledad. Que se lo digan a Casillas, por ejemplo. En aquellos años mis porteros preferidos no jugaban en el Barça, poseía y poesía de esa flexibilidad. Uno era un bárbaro norteño y melenudo llamado Theo Custers, que militaba en el R.C.D Espanyol y cuyas salidas de puño provocaban que hasta los más aguerridos delanteros agacharan la cabeza como creyentes ante la ira de Dios. Mi otro héroe era el cancerbero del Valencia, José Manuel Sempere, cuyos reflejos con los pies todavía hoy me parecen asombrosos. Aunque el judo siga siendo mi deporte y obsesión —todavía hoy y hasta que el cuerpo aguante—, hasta llegué a jugar unos años de portero emulando a mis viejos mitos de niñez.
Siempre tuve especial fijeza por la siempre trágica figura del portero, que comparte con el poeta la laguna oxidada de la soledad. Que se lo digan a Casillas, por ejemplo. En aquellos años mis porteros preferidos no jugaban en el Barça, poseía y poesía de esa flexibilidad. Uno era un bárbaro norteño y melenudo llamado Theo Custers, que militaba en el R.C.D Espanyol y cuyas salidas de puño provocaban que hasta los más aguerridos delanteros agacharan la cabeza como creyentes ante la ira de Dios. Mi otro héroe era el cancerbero del Valencia, José Manuel Sempere, cuyos reflejos con los pies todavía hoy me parecen asombrosos. Aunque el judo siga siendo mi deporte y obsesión —todavía hoy y hasta que el cuerpo aguante—, hasta llegué a jugar unos años de portero emulando a mis viejos mitos de niñez.
¿Qué me había
pasado? ¿Por qué renunciar a todos esos equipos que amaba? Quizá fuera el yo
social, el que mejor era aceptado por el grupo. Así, en sucesivos asesinatos
silenciosos fui acuchillando mis propias querencias futboleras. Lo digo porque
ahora con el Mundial me pasa algo parecido. Me estaba fumando un cigarrillo y
pensaba en todos los equipos que me gustan. Me gustan todos los que quedan.
México, Argentina, Alemania, Holanda, Colombia, Uruguay (ayer eliminada),
Francia etc. Es curioso que en el fútbol internacional los heterónimos sigan vivos porque todo el mundo acepta que puedas ser
un seguidor de España y también de Brasil. No pasa nada. Así que quedan.
Gonzalo Torrente Ballester |
En el “Prólogo en cierto modo” que escribió
Gonzalo Torrente Ballester para dar un marco a la antología poética de Fernando
Pessoa todo este embrollo que expongo se explica maravillosamente:
«y,
finalmente, aceptar que la vida de cada uno esté compuesta, no sólo por lo que
fue y lo que se hizo, sino (ante todo) por lo que pudo ser y por lo que soñó hacer (…)
La persona es
a veces una multiplicidad sin contornos, digamos desarrapada, y que la
pretendida unidad y su absoluta perfección formal y moral resulta de la
aplicación sistemática de la poda, de la renuncia, del crimen y del olvido:
cuando no del temor a ser muchos y a serlo de infinitas maneras. La vida de
cada hombre es la lucha incesante de lo imaginario real contra lo
posible-ideal: al fin casi siempre vence lo peor. Cada hombre escoge, o le
hacen escoger, un arquetipo, el que conviene a la sociedad (…)
Pues la vida
de cada cual consiste siempre en quedarse a la mitad con las manos tendidas y
en aceptar para el resto del camino los engaños que la sociedad le ofrece».
Ya lo escribió
aquel genio, Quevedo: «posibles hombres que han muerto para que sólo uno
permanezca, y no el mejor», cita Ballester.
Pessoa, uno de
los mejores poetas a este lado chico de la Vía Láctea, nunca renunció a sus
heterónimos, a sus otros yo a los que dio vida, aunque en vida fuesen, como el
mismo Pessoa, unos seres inadvertidos. Sus nombres fueron Alberto Caeiro,
Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Quizá es que existe el yo en este mundo y el
yo en otros paralelos. O incluso varios mismos en este y los otros planetas.
Cómo saberlo y ¡para qué estar seguro de ello! Ahí radica el poder y la
importancia de algo que nos separa de las cucarachas, que es bien conocido, nos
sobrevivirán. Y ese algo es la fantasía.
«Hay angustias soñadas más realesQue las que la vida nos trae, hay sensacionesSentidas sólo con imaginarlasQue son más nuestras que la misma vida (…) Por sobre el alma el aleteo inútilDe lo que no fue, ni pudo ser, y es todo. Dame más vino, porque la vida es nada».
Y de esta nada tan pessoniana a la prácticamente
cosmología y geometría sonora que dejó al resto de rumiantes, escritorio a
escritorio, bar a café a taberna, entre amigos y familiares, siempre solitario,
jamás sin salir de la mítica y bella Lisboa. Aquí dejo este magnífico vídeo
sobre el portugués.
Hoy me has acertado, me has dado en la médula; has elegido un tema que me ha ocupado pensamientos y lecturas. Los dos apoyos que has elegido me gustan, - ¿o tendría que eliminar a Torrente Ballester por franquista? contradiciendo sus propias palabras y el núcleo de tu artículo -
ResponderEliminarHace tiempo que hice mío el pensamiento de Hermann Hesse de que en la diversidad está la universalidad, tomándolo como síntesis de la imposibilidad de la definición de ideas, pensamientos y sentimientos que merezcan la pena y el esfuerzo de la reflexión.
¿Qué decir de Pessoa? Junto con Machado y Unamuno (aunque a éste se olvide frecuentemente como poeta) siempre los tengo a mano.
El "me gusta" aquí se queda corto.
Mi gratitud por estos minutos tan gustosos que me has proporcionado y un saludo sin lindes, como sin lindes ha de ser la persona merecedora de estima.
También llevo tiempo dándole vueltas a esto de la identidad y de cómo nosotros mismos cercenamos parte de esta identidad, a aquel o aquellos que quisimos ser y no serán, dejados en un baúl.
ResponderEliminarNo, no hay que eliminar a los autores franquistas, como Manuel Machado o en parte Juan Benet, hay que eliminar a los autores televisivos, je, je. Coincido con esta idea de Hermann Hesse, lo universal es diverso. Y esto, Demián, en un mundo cada vez más plano. Parece que, cuanto más nos parecemos más nos esforzamos en diferenciarnos. Estuve viajando estos meses por España y, que quieras que te diga, cada vez es peor y cada vez somos más iguales. Una calle de Barcelona se parece a una calle de Huelva o de Zaragoza. Juraría que, mass media mediante, hasta tenemos los mismos deseos y sueños. Así que lo universal se empobrece. A Hesse no le gustaría este mundo en que en las calles mayores de todos los pueblos hay los mismos restaurantes y los mismos Zaras y los mismos Mercadonas. Vestimos igual, compramos los mismos coches, Ikea nos amuebla la casa y nuestros sueños ya no son si ser anarco-sindicalista, troskista, falangista, republicano o de derechas, simplemente, el único sueño es ir de vacaciones a Marbella o a la Costa Brava en un mismo coche alemán con los bolsillos llenos escuchando todos la misma canción.
Pessoa o Cavafis son casos raros de artistas totales. Como Machado (me falta lo poético en Unamuno), que en vida parecieron renunciar en pos de su arte poética.
Saludos.
Me alegra muchísimo que hayas pasado un buen rato. ¡Hostias! Si incluso en el lenguaje nos parecemos todos cada vez más. Y eso viene empeorado por la nueva invasión de anglicismos. ¿No te has hecho todavía un selfie?
Un abrazo.
A Hesse se le romperian las gafas al ver el chabacano mundo que tenemos, se preguntaría dónde están los estetas, dónde quedó la busquéda de lo personal y en sus noches de insomnio escribiría los poemas más corrosivos de la época. Mejor es que descanse en esa paz por la que bregó más de 80 años.
ResponderEliminar¿Un selfie? Miraré lo qué es eso.
Saludos.
Ja, ja. Un selfie es el colmo de un país acomplejado. Literalmente significa autorretrato con un teléfono móvil o cacharro diabólico parejo. Pero, otra vez, un anglicismo innecesario que se cuela en el español. Vaya, si abres una tienda de ropa y no pones el cartel de outlet no te comes un rosco. Si en lugar de analista adjunto no eres un manger consultant of Search Developers no-sé-qué, eres un don nadie. Etc. El etc es muy largo.
EliminarUn abrazo.
Estupenda entrada.
ResponderEliminar"Así, en sucesivos asesinatos silenciosos fui acuchillando mis propias querencias futboleras". En eso nos vamos convirtiendo. Nuestro destino está determinado por un Miguel Ángel que va quitando lo que sobra para dejar la forma exacta de nuestra persona. Pero los restos eliminados también eran parte de nuestra forma, la antigua, la que no perdurará. ¿Acaso nos debemos quedar con la última y definitiva (una vez eliminados esos restos), menospreciando a la que se fue al desbastar la antigua? ¿Es eso desbastar o, más bien, como tú dices, asesinar a la antigua? Creo que tienes razón. La niñez es el universo, la madurez solo es un punto. Vamos volviéndonos, conforme nos hacemos mayores, más pequeños.
El fútbol, un deporte que he vivido de distintas maneras a lo largo de mi vida (no es que yo lo haya practicado, salvo muy rara vez, pero ahí estaba su presencia ubicua). Fue la irrupción de cierto jugador lo que cambió radicalmente mi percepción de este deporte. Una frase suya lo decía todo: sustituir la furia por la pelota. A partir de verlo jugar comprendí el fútbol de otra manera, y me empezaron a atraer otros aspectos del juego. Este jugador es Xavi Hernández. La selección española seguirá siendo mi preferencia, pero ahora me gusta el fútbol per se. Una pena el retiro de Xavi. A lo mejor vuelvo a desapegarme de este deporte.
Coincido, Xavi Hernández era el káiser, el GPS y la supercomputadora dotada de piernas. Lo de la selección española de fútbol no volverá como el juego del Barça tampoco. Fue un gran ciclo, eso sí. Cuando era pequeño todo esto de las dos Eurocopas (la primera, la de Luis Aragonés, la mejor) y la Copa du Mundo, era sencillamente ciencia-ficción.
ResponderEliminarLa niñez es el universo. Ya lo creo, lo es todo. Luego añadimos pero sobre todo quitamos. ¿Será es Miguel Ángel nosotros mismos? Empeñados en adaptarnos, en sobrevivir, que es lo único que le importa a nuestro cerebro. En gustar, en ser aceptados. Pobres heterónimos, tirados en una cuenta. Yo apuesto por recuperarlos, para poder tener una vida más plena.
Tengo 41 años. Es aburridísimo tener 41 años. Me he hecho pequeño, como tú dices.
Un abrazo.