Un relato muy corto, titulado Fuera de mi jardín. Tiene un puntito de tanteo hacia lugares y significados inexplorados.
FUERA DE MI JARDÍN
Tengo el frigorífico lleno a rebosar de cervezas frías y mi
esposa ha comprado cordero, entraña y hamburguesas. La barbacoa de atrás está
lista, con un montón de leña pequeña bien apilada.
El hombre abre la puerta de su
casa y mira al jardín.
Incluso ayer vinieron unas mujeres a limpiar el garaje, por si
los hombres nos queremos escapar un rato de la fiesta y tirar unos dardos.
Pasea por el jardín, conforme
con la ordenada disposición de todo. Echa un vistazo a su nuevo todoterreno,
bien visible al lado de la entrada de la parcela. Se agacha y pasa la palma de
la mano por encima del césped recién cortado. Arruga la nariz, aunque está
satisfecho con los preparativos para la fiesta. Sale hasta la calle sin ver
acercarse a nadie. Mira a lo lejos, la calle es una suave ola de cemento a lado
y lado de la cual se alinean cientos de casas simétricas con jardín. Su casa
está elevada, justo en el punto más elevado de una colina.
El hombre da media vuelta.
Entra en la vivienda, decide esperar a los invitados detrás de las cristaleras.
Transcurren unos minutos en los que no pasa nada. Y en una esquina de la
parcela aparecen tres mequetrefes que miran a ver si hay alguien. Llevan un
balón de fútbol. Rápidamente trazan entre dos arbustos la línea de gol y empiezan
a chutar una bimba de cuero viejo y costuras abiertas. Tiran y se mueven sobre
el césped sin apenas hacer ruido, como si fueran cazadores furtivos. El hombre
sale apresurado.
¡Niños asquerosos! ¡Sodomitas! ¡Fuera de aquí, este es mi
jardín! ¡Fuera de mi jardín!
El hombre observa la huída
despavorida. Olvidan el balón, que parece una estatua posmoderna sobre el
césped perfecto. Lleno de ira, el propietario chuta la pelota para alejarla de
ahí con tal mala fortuna que el esférico impacta contra la luna del todoterreno,
dejando un beso de polvo dividido en hexagonales. Corre para comprobar que no
ha roto el vidrio. A la vez, la pelota empieza a rodar con velocidad por la
pendiente de asfalto. Rápido, les
dice un pájaro a los niños que corren calle abajo. Lanzados, los niños empiezan
a perseguirla, el hombre espera a los invitados, el cuero se marcha
transformándose en un sueño inalcanzable, las unifamiliares se replican en
silencio unas a otras hasta llegar a un horizonte brumoso que parece disolver
el mediodía.
La fotografía que acompaña el texto es obra de la artista Marina Molares (http://www.marinamolares.com/), una obra muy, muy interesante.
Me ha gustado, Igor. Desgraciadamente, hay muchos jardines privados, y muchos cueros transformándose en sueños inalcanzables.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado, Watson. Tiene una remota inspiración este breve relato, el Gigante egoísta, el famoso cuento de Oscar Wilde, aunque aquí no hay milagros. Saludos.
ResponderEliminarLa globalización, el mimetismo de culturas: me pareció estar viendo un residencial norteamericano. Luego pensé que en nuewtro pais hay muchos lugares así: jardín y barbacoa.
ResponderEliminarEl balón, que esconde años de vida y jóvenes sueños; arrastrando trás de si mozalbetes mientras para otros no merece más que una patada. Al lado, todo es igual: la casa y los pensamientos que encierra.
Así lo veo yo...
Un saludo.
Un gran relato amigo Igor, lleno de verdades como puños...
ResponderEliminar¡Un saludo y feliz finde!
la cómoda vida moderna de derroche y capitalismo, el hombre deshumanizado ,... me gustó.
ResponderEliminarEl arranque es muy inquietante. Tanta pulcritud, tanto orden... parece elevarse a una potencia soberbia. Con esas casas en perfecta simetría a ambos lados de la vivienda protagonista. Todo es tan silencioso y tan pluscuamperfecto que parece el entorno de un dios.
ResponderEliminarEse marco está lo suficientemente bien ambientado para que la irrupción del desorden que suponen los chavales parezca una grosería del todo punto insufrible y que merezcan todos los castigos imaginables.
Esa imagen del balón, una estatua posmoderna, trae humor a un relato, que, creo, se sitúa en un plano surrealista.