Soldado en un helicóptero
Soy el soldado que enviasteis a
Afganistán
y que empezó a cansarse
el día que atropellé a una niña
desde la oscuridad de mi
blindado
y que pensó en su hogar
el día en que acribillamos
desde esa seguridad del muy
lejos
los viejos de una aldea de
barro
que se parecía tanto a otra de
barro.
También maté enemigos. Hombres
armados.
Hasta que un día tropezamos con
una mina.
Y cuando, sangrante y
despedazado,
me subieron al helicóptero
iba yo pensando en cómo puede
ser el cielo tan frío y tan azul
y en si esos enemigos
ser el cielo tan frío y tan azul
y en si esos enemigos
eran enemigos o simplemente
gente que vivía allí.
Las contradicciones, la potencia de los pensamientos, la inversión de prioridades, la destrucción para la construcción y viceversa: el pensamiento del soldado. Distinto al del compañero y al del que está más lejos, pero al final... versos de distintos poemas.
ResponderEliminarUn saludo.
El pensamiento del soldado que llega, ve lo que hay y si conserva algo de humano, se hace muchas preguntas a sí mismo. ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué hacemos todos aquí? Recuerdo un reportaje de un comandante norteamericano en Afganistán. El tipo iba paseando por un poblado de esos que siguen usando vasijas cerámicas y el tipo se gira y dice a cámara: "creen que somos soviéticos". Imagínate.
ResponderEliminarSaludos.
Dichoso el que se hace preguntas. Hasta de la falta de respuestas aprende.
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