7 sept 2014

La profesora de conducir

Recuerdo mi profesora de conducir. Tenía el cuerpo achaparrado y era bajita. Algo chepada. El pelo negro, áspero, corto y mal cortado. Una Quasimoda barcelonesa. La cabeza pequeña de facciones estrujadas como si temiera la luz del sol. Era fea y mayor. Tan fea que incluso el día en que la conocí me sorprendí un poco. Era buena profesora. Exigente en el punto justo, seria pero no severa. Vestía sin gracia como un hombre. Sabía enseñar, incluso ser paciente con un alumno disléxico (“Gire a la izquierda. ¡Contradirección!, ¡he dicho izquierda!”) y poco interesado en el arte del volante como yo. Con el tiempo entramos en el indefinido territorio de las confidencias. Sabía contar cuentos con un tono de voz monocorde y desprovista de artificios. Me contó que tuvo un novio que le duró dos domingos de barbacoas y que entre semana no hacía nada. Eso sí, en la tarde-noche del sábado llegaba el momento de gloria, el breve éxtasis que le permitía sobrevivir semana tras semana. Se citaba con otras dos amigas e iban al bingo. Se tomaban unos cubatas y compraban un cartón tras otro. Bueno, de hecho me contó que se tomaba seis o siete cubatas. Incluso algún domingo por la tarde pudiera ser que se acercara a algún bingo de Barcelona a pasar dos o tres horas, antes de que la noche se cerrara para siempre pues nunca han existido dos noches iguales. Han pasado más de dos décadas desde entonces y todavía alguna vez pienso en ella. ¿Estará muerta con el hígado partido? ¿Seguirá visitando los bingos de hoy, ahora que son templos cerrados del pasado? Y ya no me pregunto por qué salen las almas a la calle y para qué, pues las veo y existen, divagando de un lado a otro de la ciudad, que nunca agota del todo las reservas de vino y otros opios.

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6 comentarios:

  1. Conocemos tanta gente durante nuestra vida. Sólo espero que su profesora de conducir, tan formal, discreta en el vestir, uniforme en su decir, al salir los domingos del bingo, no volviera a casa en coche.
    Ha estado bien recordar. Yo, a veces, también lo hago.
    Un saludo.

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  2. Parece como si durante la semana fuera una maquinaria, y solo el fin de semana esa maquinaria adquiriera carne y sangre y se metamorfoseara en persona, con un alma que necesita vivir y que no se sacia solo dando clases de conducción.
    Pero no puede ser tan radical la separación. Si no, ahí está esa pequeña confesión a un alumno, en horas de maquinaria, sobre sus horas de mariposa.
    Por cierto, qué paciencia la de los monitores de autoescuela con nosotros.

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  3. Sembla que ella també era dislèxica emocionalment. M'ha fet pensar aquest relat, què ensenyem i com...

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  4. El monitor que tuve yo era vulgar y de fácil trato.Alguna vez también pensé en él. La tuya encontraba consuelo en el alcohol y compañía en el bingo, Un novio de 15 días no llena los deseos de una vida. Tu forma de relatarlo y las pocas potencialidades de la interfecta han creado en mí una cierta empatía hacia esa fea profesora.
    Saludos!

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    Respuestas
    1. La fea profesora. ¿Vivirá o habrá muerto? Y la vida pasa, como una apisonadora.

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