La extraña, la novela del escritor húngaro Sándor Márai que retrata a un pobre pequeño burgués que se revela o se descontrola él mismo, contra su propio mundo. No es la novela perfecta que es El último encuentro, también de Márai, pero no deja de ser una obra interesante en la que el protagonista, que ronda los cincuenta, es un atormentado insatisfecho. Una enfermedad, ésta, muy literaria y atemporal.
Sandor Marai y su mujer. |
Un argumento ya utilizado, propio de los
inicios del siglo XX y antes, que Kafka lleva al límite con La metamorfosis, que tiene como
precursor a Melville y su Bartleby, el
escribiente (1853), no comprendida en su tiempo ya que Melville, dicen los
expertos, se adelantó 75 años o más a La Metamorfosis. En nuestros tiempos, el
surafricano J.M. Coetzee vuleve a llevar a este tipo mediocre (somos mayoría)
otra vez al límite en la magistral Desgracia
(1999), uno de los mejores libros que he leído. Hay muchos ejemplos de
novelas existencialistas, sin olvidar la célebre El Extranjero.
He aquí un par de citas de Sándor Márai
en La extraña:
«Tardó bastante tiempo en darse cuenta de
que no había forma de escapar a la red de información de las mujeres, y fue
entonces cuando se rindió.»
«Empezó a sentirse mareado. Acababa de
darse cuenta de un detalle sobre los hombres; era la primera vez en su vida que
tenía una prueba tangible sobre la miseria moral en que se debatían los hombres
a lo largo de su existencia. La mayoría de ellos lo observaba con una mezcla de
admiración y repulsa, como un loco que se comporta heroicamente porque no sabe
lo que hace.»
Tinc ganes de llegir Desgracia, doncs.
ResponderEliminarDesgracia es un gran libro. Eso sí, la novela de Coetzee no es simpática, aunque tuve la sensación de que hay más verdad (y buena trama) ahí que en 1.001 telediarios.
ResponderEliminarSaludos.
Parece ser un pensamiento universal, pues antes aún, a cuanto de la cita de Marai, ya Napoleón dijo aquello de " Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo", que creo que es mejor que rendirse, o no.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que buena cita de Napoleón. Con ese vendaval llamado mujer yo adopto una táctica todavía más vieja, aprendida de los buenos romanos. Es el testudo, ¡muy eficiente si te bombardean con porcelana!
EliminarEsta novela la tengo en la pila de pendientes. Espero que no tarde mucho en caer.
ResponderEliminarEspero que no. Imagino que como el gran lector que eres, ya habrás hecho parada en la estación El Último Encuentro.
ResponderEliminarSaludos.
Efectivamente. De hecho le indiqué lo de "matar" y "besar" en el original durante la escena de caza.
ResponderEliminar«Tardó bastante tiempo en darse cuenta de que no había forma de escapar a la red de información de las mujeres, y fue entonces cuando se rindió.»
ResponderEliminarEl carácter heroico no forma parte de la consciencia. Uno solo se rinde ante la cruda aprehensión de la inevitabilidad de nuestro destino. Antes de tal conocimiento, todavía subsistía la resistencia. ¿Los héroes saben, o no, lo que están haciendo? A veces, atribuimos heroicidad a lo que es mera simpleza. Pero sí que hay verdaderos héroes.
Todo un dilema. Me apostaría un desayuno con vino blanco y gamabas a que los héroes, los verdaderos, no son conscientes de sus gestas. No se dan cuenta de las consecuencias y quizá tampoco del riesgo. ¿Ahí radica su grandeza? No lo sé.
ResponderEliminarUn abrazo.