16 abr 2015

Publicadas Guerras de Antigua Vamurta 4 y 5

Mediante Google Play los libros que he ido publicando están teniendo una segunda vida. Ahí y en Samashwords he publicado los ebooks de Guerras de Antigua Vamurta 4 y Guerras de Antigua Vamurta 5, la división de la saga de Vamurta en 6 partes, editada también como un solo libro. La ventajas de ser un escritor independiente (alguien a quien las editoriales han rechazado) es que uno puede hacer, realmente, las cosas cuando la apisonadora de la vida le permiten hacerlas. Tenéis los enlaces para descagar los ebooks en el lateral derecho de este blog y en las pestañas de "zona de descargas".


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Un formato muy ágil, este el de los ebooks, para leer en android, ipads, iphones y tablets para archivos en kindle, epub, pdf, mobi, etc. El tema tiene gracia. En lo personal soy una acérrimo lector de papel, pero eso no implica ser ciego: los libros de papel son lo que fueron los caballos cuando apareció el coche a motor. Las Guerras de AV 4 y 5 son el corazón de la segunda parte de esta larga novela épica, que mezcla fantasía y coherencia, que no son incompatibles. Siempre prefiero las historias que me puedo creer, las narraciones que me sitúan ahí, en primera línea, a pie de trinchera. Y más si son en un mundo imaginado.


Guerras de Antigua Vamurta narran el periplo de un puñado de personajes por las nuevas tierras, enfrentados a su destino. Algunos emigrarán, ensanchando los escenarios del orbe de Vamurta hasta sus confines, hasta bosques mal explorados, ciudades de frontera y grandes lagos sobre los que ninguna de las distintas razas que dominan el mundo conocido no han logrado establecerse. En Guerras de Antigua Vamurta 4 y 5 se inicia la resolución de los problemas, destinos y deseos de Serlan De Enroc, Sara, Álvaro Telan, Leandra, Dasteo y tantos otros. Reaparecen viejos personajes, aparece la magia por vez primera en la saga y se vislumbra el final.
Algunos lectores han dejado testimonio de que esta saga daba para muchos libros más y les doy la razón. Pero desde que empecé a escribir esta novela fantástica —me veo en el aeropuerto de Barajas en 2004 garabateando sobre un papel comercial, de doble uso, claro, el tercer capítulo de Vamurta mientras esperaba el embarque—, el mundo ha cambiado y yo también. Necesito escribir otras cosas. Aunque, ¡qué bella es la literatura fantástica!


Os dejo un fragmento de este libro entre la fantasía épica y la novela de aventuras, para los que no la hayan leído puedan hacerse una idea. Por cierto, si alguien se atreve a sacar ilustraciones, por favor, que lo haga saber, que se muestre, como dicen en la Guerra de las Galaxias.
Fragmento 

« El brujo miró a su hijo con hastío. El chico abrió la boca, intentando sonreír, mostrando tres dientes rotos, y volvió a cerrarla. El puñetazo que el curandero le había propinado una semana atrás no le había cambiado en nada, aparte de romperle dos muelas y un colmillo. El muchacho no mostraba el más mínimo interés en escritura ni en el estudio de las hierbas. «Todos los días en los árboles», murmuró el viejo. Dejando aquí y allí las trampas más estrambóticas para cazar pájaros, que luego guisaba o bien disecaba. «Niño enfermo», pensó.
—Padre.
—¿A qué viene esa cara de vomitado?
—Extranjeros. La Puerta se ha llenado de soldados. Quieren entrar.
Trojhol, dejando escapar un bufido, se alejó del fuego del hogar. Miró el techo de vigas, del que colgaban cientos de ganchos que sostenían todo tipo de vasijas y cientos de flores en ramilletes y hierbas secas. Dio una vuelta alrededor de la mesa de trabajo con las enormes manos enguantadas enlazadas a la espalda, mientras su hijo permanecía inmóvil en la entrada de la cabaña construida a varios cuerpos sobre el nivel del suelo.
—¿Cuántos?
—Muchos, padre. Y de razas distintas.
El hombre parecía angustiado y al tiempo sumamente excitado. Se acercó a las estanterías de maderos oscuros donde guardaba los pocos y muy preciados libros arcanos. Páginas escritas lejos, muy al norte de Vamurta, antes de que las Gargantas del Diablo fueran descubiertas.
—¿Hay mujeres? ¿Has visto alguna mujer joven?

Serlan De Enroc, junto a la retaguardia, se reunió con el grueso de la columna, varada frente a la entrada del Bosque Lluvioso. Los carromatos que transportaban a parte de los no combatientes, víveres y enseres, junto a los heridos, se habían dejado en el centro del camino y a su alrededor se había organizado un círculo defensivo. Sara empezaba a entender algo del oficio de las armas. Se acercó a grandes pasos hacia el grupo de oficiales, que discutían algo cerca del Portal, levantando hojas secas a su paso.
—¿Alguna nueva? ¿Qué es lo que sucede, por qué no habéis seguido? —preguntó.
—No podemos. Algo nos impide el paso —dijo Eszul con expresión preocupada.
El conde miró hacia el Portal sin entender. La arboleda era una pared cerrada de grandes abetos, robles sin hojas y líneas brillantes trazadas por los abedules. De las copas de los árboles se desplomaban densas cortinas de plantas trepadoras. El bajo del bosque era un desastre; un laberinto de matorrales, pequeños arbustos que se entrecruzaban y una alfombra alta de hojarasca pútrida. Imposible pasar. Se dispersarían sin remedio y en una jornada apenas habrían avanzado. El Pórtico era el inicio de un túnel sin fin cuya techumbre en forma de arco apuntado la conformaban los ramajes enlazados sobre la anchura del camino. La salida. La esperanza de dejar atrás a los sufones.
Serlan se dirigió a Sara:
—Tú has sido la primera en llegar con tus renos. —Pero la joven ni respondió ni dio explicación alguna.
—Es un espejo —afirmó el noble Icet—. Una mera ilusión.
Aquella sentencia desquiciada sorprendió a todos, y más dicha por alguien tan poco dado a la fantasía. Finalmente el mismo estratego se dirigió hacia la entrada, arrastrando los pies ligeramente. Desenvainó la espada y, a modo de punzón, quiso perforar el aire. Avanzó un poco más y repitió la operación. Algunos soldados rieron. La mirada del conde al girar la cabeza para ver quienes reían, se topó con la de Sara, que hizo un gesto desdeñoso. Quiso seguir adelante, pero cuando creía haber traspasado el umbral se encontró en el mismo lado. Era como si sus ojos y sus sentidos lo engañaran. Volvió a avanzar con idénticos resultados. Allí delante se alzaba una puerta invisible. Tan infranqueable como translúcida. Desanimado, volvió con los oficiales. Lemas y Lateas lo observaban como se mira a aquel que ha creído posible lo imposible.
—¿Cómo está el murriano? —preguntó el conde.
—Vivo —respondió lacónicamente Lemas.»





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