—Esta
mañana debemos visitar El Templo.
—Ah, sí…
En media hora salimos —dice mi mujer.
—¿Cojo
el carro?
—Claro.
—Deberíamos
darnos un poco de prisa. No me gusta ir con prisas.
Nos
vestimos, nos arreglamos. Antes de salir, un rápido vistazo en el espejo. Las
ojeras de primera hora de la mañana me recuerdan que el tiempo sigue girando.
Tomamos una taza de café oscura. Llevo dinero para dar por todos los dones que
nos serán ofrecidos. El otoño ha desvestido la ninfa de verano y ha colgado
otra lona en el cielo. Respiramos hondo. Estamos listos. Salimos. Cruzamos
avenidas y calles, que quedan atrás. Saludamos a otros fieles, incluso a los
agnósticos y, finalmente, nos plantamos ante las puertas de supermercados Lidl. Entramos.
Ja, ja, ja... Este como el de IKEA...
ResponderEliminarMuy bueno!
Hi fan un pa molt bo, els alemanys en saben molt!
ResponderEliminaray, con los micro relatos se puede decir mucho con tan poco... Y sí, tiene una estructura similar al micro del Ikea, donde tantos y tan dichosos divorcios han tenido lugar y escena.
ResponderEliminarSaludos.
Vaya. Ese espejo, esa lona...
ResponderEliminar