5 mar 2016

Niños. Un poema que autocensuré

Resulta difícil explicar la autocensura y sus razones. Lo cierto es que la practiqué en esta poesía que debía ir incluida en el libro de Canciones de Hierro. Es una visión sobre los niños. Una visión descarnada. Luego, decidí que no coincidía del todo con lo que pienso. Que fue un momento, un chispazo, que quizá faltaba a mi propia verdad. O quizá sea esta la verdad. No lo sé. De un lado a otro de la frontera todo es confusión. Dejo el poema, ni que sea como testimonio de.

Niños.

Antes, me acercaba a los niños
y les decía: «Hola, niños,
¿qué tal va eso?».
                              Ahora no.
Los niños piden mucho.
Piden que los mires y rías,
que juegues con ellos al balón
que les digas los guapos que son
y lo bien que lo hacen todo.
Luego se olvidan de ti
y a otra cosa, a otro juego,
en un carrusel de probar cosas
hasta que se ponen a trabajar.
Si los veo, cambio de acera
sin excepciones.
                            No voy a hablar
más con ellos y, además,
no tengo nada que aportar.



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8 comentarios:

  1. Vaya, pues este los has clavado. Yo cada vez les evito más... y tengo motivos sobrados.

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    1. Lo entiendo. Mi opinión ha variado. De ser el tío que siempre juega a empezar a cambiar de acera... ¡Salut!

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  2. Els nens no ho sé, però els adolescents es mereixen que els ignoris.

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  3. El otro día, en el cien, insulté gravemente a un grupo de adolescentes. Eso no puede ser. Es como si me hubieran ganado la partida, además de fastidar a toda la sala la película.
    Lo bueno es que los adolescentes son mucho más interesantes, ¡y juegan bien a fútbol!

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    1. Sí, yo también prefiero a los adolescentes, pero si te dan, te dan con más fuerza. Son niños, pero potentes...

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  4. No tuve necesidad de cumplir años para evitar a los críos, lo hice siempre.
    En cuanto al poema, me gusta; mas yo también lo hubiera censurado a tenor de la alta calidad de los que figuran en Canciones de Hierro. Ya se sabe, según lo que se tome por unidad el valor de la medida puede cambiar mucho. Y tu libro es muy bueno.
    Un abrazo, Igor.

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