Las redes sociales no nos hacen libres. Me temo que se trata exactamente de todo lo contrario. La gracia está en que las fronteras del corral quedan tan lejos que no las vemos. Quizá el problema radique en que nuestro “yo” nos engañan y nos hace creer que somos algo distinto, algo especial, cuando en realidad nos parecemos más de lo que nos gustaría. Y esto, la simulación de la diferencia, las redes sociales lo potencian. Hay algo que no se puede discutir: presente y futuro pasan por las redes sociales, que reconfiguran el mundo de los humanos en un acelerón sin precedentes, con sus aspectos positivos, por supuesto.
A eso vamos, a un nuevo y feliz mundo de ovejas sociales. La expresión no es
exactamente mía. La mitad de la
definición pertenece a un albañil rumano que conocí el otro día, hace unos años,
en el presente-pasado. Hablamos sobre el comunismo. Un mundo feliz, una
sociedad de grandes hermanos. El albañil decía que en el comunismo los
ciudadanos eran como ovejas, donde todo iba bien si no saltabas las vallas, que
eran visibles, y seguías dentro del corral. En el comunismo había casa para
todos, trabajo para todos, pero no libertad.
Casi todos nos hemos preguntado cómo es y
será la sociedad de las redes sociales. La visión de sentarme en un vagón de
metro es extraña. Uno se sienta o se agarra donde puede y ve que casi todos los
viajantes, excepto las abuelas, viajan dos veces, pues están fuera del
presente, inmergidos en el paralelo virtual, el de las redes sociales, que
dicho sea de paso, contribuyo a alimentar con escritos como este.
El mundo de Orwell, perfeccionado, pues.
Al igual que en la gran estafa de la vivienda y las hipotecas, nos apuntamos a
esta sociedad de presente y futuro, la de las ovejas sociales, de manera
voluntaria. Fantástico, fantástico. Perfecto. George Orwell pecó de ingenuo.
Las sociedades creadas por el nazismo y por el comunismo se cimentaban en que
el Estado, esa fuerza dominante y aplastante, lo estructuraban todo. Todo,
todo. Y aquellos que osaban responder o discernir, eran rápidamente ahogados,
deportados a un campo de concentración o a un alegre gulag en la Siberia donde
morían de frío, hambre o disentería. El mundo que viene es más sofisticado.
Para intentar entender el futuro parto de T.S Eliot y de ese baile de Cuatro Cuartetos (kuátr-kuátr):
Están presente y pasado
presentes
Tal vez en el futuro, y el
futuro
En el pasado contenido.
En este mundo que vira irremediablemente
hacia una sociedad privada, algo ya vivido en la historia hace mucho tiempo,
hay un cadáver gigantesco cuya agonía puede prolongarse durante décadas: el
estado-nación. Fundado, por ejemplo en España, por Isabel la Católica y
Fernando, y en Catalunya por la condesa Ermesenda , que reprimió montada en un
caballo de guerra a los “privados”, los señores feudales que no querían perder
su trozo de pastel, en una revuelta armada encabezada por Mir Geribert, en
Olérdola en el año del señor de 1111 contra el estado central que era
Barcelona.
Vale. El Estado va perdiendo terreno,
poder y fuerza, la “res pública”, como decían los romanos, languidece y su
espacio lo ocupan corporaciones privadas. ¿Eso es malo? Sí, es malo. Si se
piensa bien, es malísimo. Para un político, por muy corrupto que sean, esta
pulga de Barcelona que suscribe estas vanas palabras es un voto. Para Banco
Santander o General Motors, los señores feudales del “presente y pasado presentes tal vez en el futuro”, este ciudadano
que soy yo no es más que un puñado de euros a ganar o perder. Soy muy
prescindible, pues. Es muy distinto. Puedo cambiar mi voto, pero no puedo
cambiar la relación de trabajo-puñado de dólares con General Motors. Esto es,
en un mundo donde todos trabajamos para Mercadona y compramos en Mercadona,
estaré muerto, no tendré posibilidad de negociar. Por tanto, tampoco podré
escoger. Me someteré sin remedio. Yo, tú, y ese niño que vas a encontrarte por
la calle y que un día, acaso en el futuro, será un adulto. Acaso seas
invisible, cuando dejes de leer esto y te vuelvas a zambullir en el mundo real.
El mundo de las redes sociales, la
democracia de la red, acabará por cerrar el círculo en la transición del mundo
de los estados al mundo de los privados, el de las grandes empresas. Las redes
sociales ayudan a que nos olvidemos completamente del bien común, de la idea
del “todo”, que es la fortaleza de cualquier sociedad, y a que permanezcamos en
un fragmento virtual divisible, pequeño, donde nos relacionamos de una manera
que en parte es ficticia, muy distinta al cara a cara. La fragmentación que
conlleva las redes sociales facilita la división, la manipulación, el control y
la sumisión de quienes la componen.
En sus inicios no fue así y hay que
reconocer que los aspectos positivos son muchos. A fecha de hoy es distinto, solo
hay que pensar en quien ostenta la propiedad de las redes sociales. Sí, son
grandes corporaciones privadas con cara amable, faltaría más. Si en el comunismo,
por ejemplo, las fronteras eran físicas y visibles, siendo la más conocida el
Muro de Berlín, en el paraíso de las ovejas sociales, las fronteras son tan
lejanas que nadie piensa en ellas. Pero existen, están ahí. Una frontera puede
ser el tiempo. ¿Cuántas horas invierte un usuario de Whatsup o Facebook al día
en comunicarse? ¿Qué sucedería si las invirtiera en pensar en su sociedad? Otra
frontera es la información. Damos por sentado que la información que circula,
sobre cualquier tema, en nuestro espectro de red social (diarios, comentarios
de amigos, mensajes y mensajitos, blogs, televisiones, reportajes, juegos,
etc.) es buena y fidedigna. Y en la frontera de la información, la peor acaso
sea la publicidad, hoy tan sofisticada en forma de tendencias, gurús o
simplemente anuncios. Vamos todos hacia alguna parte, una parte marcada. Un
ejemplo más que obvio: en todo el mundo gente que por ingresos se cataloga como
“pobre” realiza un esfuerzo increíble en relación a su renta para adquirir algo
no vital: un teléfono móvil con una capacidades y complejidad solo aptas para
astronautas. ¿Es espontáneo…? ¿Alguien puede imaginar el esfuerzo que realiza
un peón de la construcción en China para adquirir tal artilugio? ¿Cómo nos han
convencido?
Es cierto que las redes sociales, como
Twitter, ha servido de enlace para ciertos grupos que ponían en cuestión el
poder establecido. El caso más conocido ha sido el de las “primaveras árabes” o las nuevas izquierdas en España. Hicieron la
revolución, o creyeron hacerla, en todo momento monitorizados. Monitorizados
por grandes corporaciones privadas. Excepto Túnez, la consecuencia última de
estas revueltas árabes, ha sido el derrocamiento de un “estado-nación”
establecido sustituido por poderes dictatoriales, todos ellos con financiación
saudí y estadounidense (¿de quién son las redes…?). No entro en el plano moral.
A través de Twitter se han echado abajo parte de las estructuras estatales como
la de Siria o Libia, en un claro “divide y vencerás”, que, en última instancia,
favorece a unos muy pocos que sacan rédito de la pérdida de un país. Vamos
hacia otro tipo de sociedad. Diferente. Y no tendría que ser peor.
¿Cómo alguien pudo, en un ejercicio de
infinita ingenuidad, pensar alguna vez que algo que costaba una barbaridad de
dinero, Facebook, por ejemplo, era gratuito para los usuarios por mera
generosidad? Facebook o Whatsup son peceras en las que uno nada y expresa lo
que le gusta, donde el tiempo libre discurre a la velocidad de un misil, donde
a uno le enseñan a comer los platos que le muestran y donde uno, a base de
brochazos de vanidad, del yo inflamado hasta el absurdo, se evade, olvidando
que a lo lejos, muy lejos, levantaron un pavoroso muro que es casi imposible de
vislumbrar, y todavía menos saltar.
Está claro que las redes, como decía,
tiene su lado bueno. Y que desde la invención de la agricultura, y por tanto
desde los primeros excedentes, la historia de la humanidad puede verse como los
distintos cambios de la dominación de unos sobre otros. Todo esto es una forma
más, sutil, del control de unos sobre otros. Eso sí, el patio, esta vez, es
asombrosamente grande.
La cosa está muy fea, querido Lluís.
ResponderEliminarPues daría para páginas y páginas de literatura este asunto de las redes sociales, a no ser que siguiendo su propia esencia lo redujéramos a un twit, incapaz de desarrollar una idea. Porque lo que no se desarrolla puede no ser comprendido, y lo que no se comprende de poco sirve.
ResponderEliminarEsto de las redes sociales tiene muchas aristas, una la que trata de influir en la opinión pública con cuatro palabras escritas, y dirigir el rebaño, ¿de eso habla usted, no?; otra arista es que, pese a poner en contacto a gente, se me hace la idea se haberse convertido en una suerte de foro para el cotilleo. Donde antes se formaba un corro, o una tertulia de gente sentada en sillas de enea, contándose vida y milagros, hoy es el sofá el asiento y el teclado la voz, pero el mismo espíritu. Nos hace más provincianos, tratando de asuntos fútiles de modo permanente, sino de cotilleos malévolos.
En fin, son un arma, mejor dicho un instrumento, y depende del uso que le demos que sirva para mejorarnos o no. Del uso que le demos o del que nos induzcan a darle.
Y no acaban aquí los puntos de vista.
Un saludo.
El desmigajamiento de las grandes agregaciones bajo las que, comentas, adquiríamos un ser (ser de un país, de un Estado), nos conduce inevitablemente hacia su disolución. Pero al hacerlo nos volvemos un poco más vulnerables y expuestos. Si fuéramos todos uniformemente por esa tendencia, bueno, de qué quejarme. El problema es si hay diferencias en esto. Es decir, si unos van más deprisa hacia la disolución de los Estados que otros. Por otra parte, esto tampoco es importante pues, al final, la tendencia es universal y aunque unos Estados crean que están manejando el proceso de fragmentación, a la larga, el proceso mismo les acabará manejando a ellos.
ResponderEliminarBuf, Igor, te felicito por que tu anotación está llena y "burbujeante" de ideas interesantes.
Yo también creo que la palabras clave es "disolución". Esto es, crisis. Se disuelve lo antiguo y se genera un nuevo mundo. Como en el final de la Edad Antigua cuando surgió el feudalismo. ¿Cuánto tiempo durarán los Años Oscuros?
EliminarAhora, tampoco sé nada. Solo opino. ¿Será un mundo mejor?
Esto me recuerda a algo que leí sobre los zoológicos. Decían que si la jaula es tan grande como el territorio que el animal acapararía en libertad, este no nota la diferencia.
ResponderEliminarLos ejemplos de la primavera árabe que pones son claros, pero también ha habido otros cambios que hacen pensar que las redes sociales aún son un poder a veces impredecible e incontrolable- Trump, Brexit, Austria (casi). A lo mejor las grandes corporaciones son el timón de una embarcación con una vela tejida en redes sociales. O quizá son desvaríos de media noche.
No, no. No me parecen desvaríos. La metáfora es hermosa. Y aterradora. Caramba, es una imagen muy poderosa.
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