Y no va a pasar
nada, en realidad. Hubo el atentado de Barcelona. Hubo una gran consternación,
muy concreta para mí, pues por allí paseo a menudo. La puerta de atrás sigue
abierta de par en par. Debe ser así, para unos pocos.
Porque en
realidad no nos interesa saber qué ha pasado. Nos contentamos sabiendo que
están cazando a los terroristas, unos asesinos a los que han adoctrinado y
financiado. Con eso nos vale. De repente llega un wasap. Es una foto de un amigo
jugando a tenis. Luego otro wasap. Es una paella. Enciendo la tele. Vuelven a
hablar de famosos y futbolistas, que tienen muchos problemas. Los ciudadanos
siguen con sus vacaciones, un poco más tranquilos, y los turistas siguen en su
pertinaz asedio a la Sagrada Familia. Las calles de Barcelona van volviendo a
la normalidad. Los políticos se reúnen. Sus rostros reflejan la gravedad del
momento. Hay proclamas. Hay imágenes en televisión.
Se suceden los
tuits, incluso se crean grandes frases que van repitiéndose en el desfiladero
de la red. El eco que el viento se lleva. En las Ramblas se amontonan las
velas, las flores, los muñecos de peluche. Una eficaz barrera contra el próximo
atentado. Se hacen fotos. Hay abrazos. Solidaridad sobre las aceras. Luego uno
vuelve a casa y abre el frigorífico. Hay cerveza fría. Todo bien en Barcelona.
El Barça, tras cobrar durante años de Catar, lucirá un bonito slogan en la
camiseta. Todos somos…
Hay una inmensa
minoría que sí sabe. Saben quién ha puesto el dinero, quién paga las escuelas,
las armas, las ideas. No cuesta nada. Con un par de horas en internet se
averigua quiénes son. Nuestras élites, europeas, españolas, catalanas,
mantienen grandes negocios con ellos. No van a renunciar a sus grandes
beneficios. Nuestras élites van contra nosotros, no nos sirven. Solo se sirven a sí mismas. Incluso imponemos sanciones económicas a los países que luchan de verdad contra ellos. La puerta de atrás seguirá abierta de par en par.
Ellos están aquí
y son muchos. Y volverán a atentar. Me llega otro wasap. Es una bonita cala, el
mar azul zafiro. Ahora bajaré al supermercado. Me falta agua, coca-cola,
galletas. La gente, espontáneamente coreó el No tinc por (“No tengo miedo”). Yo sí tengo miedo. Y mucho. Las
ovejas siguen balando a mí alrededor. Estúpidas ovejas. Ovejas sumisas. Agacho
la cabeza. Sigo masticando hierba.
Muy doloroso y más para quien pasea a menudo por allí. Lo que no entiendo es la nueva moda de no publicar fotos sobre el atentado.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Pues sí, hay una gran hipocresía. Y vivimos en el mundo de lo políticamente correcto, en el que muchas veces se mira hacia otro lado o se dice lo contrario a lo que se piensa. Saludos.
ResponderEliminarTerrible hipocresía y hasta odio. Leo algunas noticias de medios alucinado. En los comentarios, ya sé que hay trolls, leo opiniones espeluznantes. Así es muy difícil construir, ir hacia adelante.
ResponderEliminarSaludos.
Pues parece como si al común de los mortales nos abandonasen a nuestra suerte. Las ovejas que corren presurosas, asustadas de nuestra presencia, al menos tienen a un pastor, un perro y a veces un burro, verdadero radar de peligros.
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