El
otro día fui a ver Dunquerque o Dunkirk, de Christopher Nolan en el cine
Phenomena, de Barcelona. Un auténtico espectáculo visual y auditivo. En cuanto
al lado narrativo del asunto, menos. Salí del cine apabullado, pensando en la
verdad y la manipulación de la verdad. Porque la huida de Dunquerque fue un
desastre militar que en la película se nos vende como hazaña. Los aliados
habían perdido 500.000 hombres ya y las divisiones panzer de Hitler avanzaban a
una velocidad de vértigo, incluida la división fantasma de Rommel, que ni el
Alto mando alemán sabía por dónde estaba. Ingleses y franceses dejaron en las
playas de Dunquerque material bélico como para llenar 500 Ikeas y 19 Carrefours
y miles de prisioneros abandonados a su suerte.
Y es que el que gana luego explica lo que le da la gana.
Es
verano, la ciudad de Barcelona se vacía, y queda una invisible nube de calor
pegajoso de día y de noche. Empiezo a moverme como los ancianos. Me despierto
antes de que el sol salga, hago la siesta y de noche respiro. El movimiento independentista en Catalunya va
perdiendo fuerza, la fuerza que nunca tuvo, porque el mundo gira y gira según
ecuaciones de fuerza (demografía, grandes capitales, diplomacia, fuerza militar,
diferenciales tecnológicos, fuerza política, etc.), algo de lo que siempre
careció el movimiento que defiende desgajarse del ajo que es España. Para un
tipo como yo, que piensa en catalán y escribe en español, el dilema es claro. Es
como si a los veinte años mi padre me quisiera casar y me presentara a dos
feas: ¿con cuál te quedas hijo, con la
fea o con la fea? Porque la clase política española y la que defiende la
independencia catalana se parecen, tienen cosas en común, son mediocres y así
la historia los (y nos) recordará. Eso sí, se va saliendo de la crisis vía ganancias
de competitividad por bajadas de sueldo. Se sale de la crisis, pero la crisis
se paga, y durante mucho tiempo, a los grandes prestamistas, los mismos que
financiaron la conquista del Mediterráneo a Jaume I y sucesores y los mismos
que prestaron a Carlos V para sus guerras en Francia.
La
salida de la crisis es como una posguerra. Como cuando Inglaterra vivió en los
años 50 un claro empobrecimiento para pagar los tanques y las 33.0000 ametralladoras
dejadas en Dunquerque, entre otros muchos juguetes.
Cada
vez creo menos. Quisiera creer en el Dios cristiano y no creo, quisiera creer
en Catalunya y no creo, creer en España y no creo. Hasta he empezado a no creer
en Europa. No olvido lo que Alemania y Francia han hecho con Grecia,
destrozarla. Europa era la princesa prometida y ha resultado ser, como el
cuento de Oscar Wilde, el Gigante Egoísta.
Y en España el pago será diferido, es la única diferencia con Grecia. No me
quejo, simplemente observo y pienso. Me siento un poco como los REM en Losing My Religion. Eso sí, lo que
pierdo en fe lo gano en libertad. Desde hace unos años siento que vivo en una
cierta plenitud, en general estoy contento. Sigo escribiendo. Y es que con
diecinueve años, por ejemplo, se vive con más intensidad pero también se sufre
mucho. Este es nuestro mundo que mucho se parece al mundo de hace 501 años. No creer es asqueroso, produce desamparo.
La
historia que queda es la de los que ganan. Eso lo entendió bien Julio César al
escribir la Guerra de las Galias (De Bello Gallico), y eso lo saben los
norteamericanos, la potencia hegemónica de hoy, aunque por primera vez
contestada, primero por Rusia y China, y pronto por Alemania, que en unos años
dejará de ser la fiel aliada de los Estados Unidos para ser competidora de los
USA, sino lo es ya. Pensaba en
Dunquerque y los 400.000 tíos que salieron de ahí como pudieron, incluyendo
pequeñas barcas de pesca y hasta patinetes de playa, seguro. Desde entonces no
ha habido ninguna guerra entre países desarrollados. Ni una que yo recuerde.
Desde la Segunda Guerra Mundial todas las guerras han sido interpuestas. ¡Qué se maten los pobres!, parecen haber
pensado las potencias del mundo. Si hay intervención militar de un país
desarrollado, es con bajas minimizadas y sobre países sin estructura de estado.
Nadie ha puesto un pie en Irán, por ejemplo. Cuando el gobierno sirio
bombardeaba el Alepo ocupado por los rebeldes acusábamos al régimen de
bombardeos indiscriminados contra civiles, pero cuando la Coalición Internacional
(o sea, nosotros) bombardeaba Mosul (Iraq, ocupado por Estado Islámico hasta
hace poco) o Raqqa (siguen allí los de Estado Islámico, pertenece a Siria pero
pronto será de los kurdos) se nos dice que los yihadistas usan la población
civil como escudos humanos. Y claro,
como no van a morir.
Los
vencedores. Yo no sé, pero dejo un par de fotos de Mosul para que cada uno
juzgue sobre la intensidad de nuestros bombardeos. La primera foto es de la
Biblioteca de Mosul, donde se guardaba buena parte de la historia escrita de
Oriente Próximo. Todo esto no mejora la vida de nadie, ni hace que haga menos
calor en agosto. Lo que sí puede cambiar la vida de uno es que Neymar se ha ido
del Barça, ¿no?, 222 millones de euros. ¿Quién los ha pagado…? Ah, sí, los
mismos que financian al Estado Islámico y pagan el logo de la camiseta a
Cristiano Ronaldo. En París jalean la llegada de Neymar. Parece que pocos se
han preocupado de saber qué ideología, qué dinero estaba detrás de los
atentados en esta ciudad: las petromonarquías del Golfo, los mismos que pagan
por Neymar. ¡Ah, quién no quiere estar en el lado bueno de la historia! No deja
de sorprender que todos hagamos tanto la vista gorda.
Y
hoy, seis de agosto de 2017, ha sucedido otra vez. Algún dios burlón se ha dejado
la puerta del horno abierta. Empiezo a desparecer por evaporación, soy casi un
fantasma translúcido en esta ciudad de Barcelona harta, muy harta de turistas
que convierten la ciudad en un parque temático, solo dejan plusvalías a las
grandes empresas y crean trabajo de baja cualificación. Y obviamente hacen que
la vida de Barcelona sea mucho más incómoda, estúpida y cara. Próximo post,
algo de champán y rosas. ¡Seguro!
Fantástica reflexión, querido Igor, ¡i cuánta razón entus palabras!
ResponderEliminarSalutacions amb molta estima!
Pues le doy la razón en parte, la historia no es que la escriban los ganadores, pero la interpretan a su gusto, creyendo que la pueden cambiar. Pero ni las damnatio memoriae de los romanos ni otras han logrado silenciar lo que trataron de llevar al olvido más absoluto. Sobre lo demás también se la daré. Hay mucha hipocresía, hay mucho impostura, hay muchos intereses espurios.., hace mucho calor, hasta hace unos días 25º por las noches, imposible dormir bien.
ResponderEliminarPese a todo me gusta el verano, y la tranquilidad que se vive en la ciudad.
Saludos.