La prensa no ha
muerto todavía. Ni los que van por libre, aunque en nuestros tiempos de cólera,
ésta es una especie de sapiens en grave peligro de extinción. El periodista
Antoni Puigverd, de los pocos que leo, me sorprendió el otro día con esta
crónica. Contenido, forma, libertad. No
juzgo la opinión, sí reseño que me sorprendió, como este hallazgo literario, el
gran ano urbano, toda una imagen.
02/08/2018
Una de las polémicas de
julio en las Cartas de los Lectores de nuestro diario giró en torno a la
agresividad de las gaviotas, que, al parecer, atacaron a unos paseantes en
Barcelona. Unos lectores las defendían. “Sólo atacan para proteger sus huevos”,
sostenían. Puedo certificar que es así. Una vez, hace años, cuando todavía se
podía pescar en el entorno de las islas Medes, un amigo, pescador aficionado,
me llevó a visitar la Meda Gran. Las gaviotas imperaban en ella con densidad
escalofriante, digna de Hitchcock. Cubrían el cielo de la isla como el ejército
de aviación al completo. Rehuimos los huevos, que ellas ponen de tres en tres.
No nos molestaron, pero fue gracias al pescador, que repetía sin descanso: “Si
nos acercamos a los huevos, atacarán con más furia que las ratas”.
¡Qué curiosas son las
reacciones que suscitan en nosotros los animales! Odiamos a los escarabajos,
pero idealizamos a las palomas. Nos repugnan las ratas, pero las gaviotas
suscitan arrebatos líricos. Las ratas reinan en las cloacas. Guardan nuestros
secretos: todo lo que excretamos en la magnífica soledad del inodoro. Las
cloacas son las tripas de la ciudad. El gran ano urbano. Un espacio tan íntimo
como fétido, del que no queremos noticia. En general, tampoco nos interesan las
noticias causadas por nuestras reacciones viscerales. Ello explica la curiosa
selección de la violencia política en nuestro país: los independentistas sólo
subrayan la de la extrema derecha, ignorando la violencia institucional de unos
símbolos que, siendo de parte, son impuestos como si fueran de todos. Los
antiindependentistas sólo subrayan dicha violencia institucional, pero
silencian el abuso coercitivo de la ley así como la creciente beligerancia de
las bandas neofalangistas. Y es que no hay paisaje más incómodo que el de las
propias deposiciones. Sólo el excremento del otro nos parece maloliente. El
periodismo de trinchera actúa como las brigadas municipales que, protegidas con
máscaras y armadas con detergentes químicos, limpian y depuran el subsuelo de
la ciudad. También el periodismo atrincherado depura, limpia, silencia las
apestosas deposiciones de su bando.
Si las cloacas conforman un
paisaje repelente que asociamos tan sólo al adversario, los espacios
celestiales son muy disputados. Todo el mundo quiere presentarse como una
paloma de la paz o una gaviota voladora. Lo que no es más que una derivación
política del romanticismo que, en oposición a la promiscuidad urbana, idealizó
el azul del cielo y la pureza de las cimas. Las bestias celestiales nos
encantan. Graciosos gorriones, pacíficas palomas, ingrávidas gaviotas. Pero no
son tan distintas de las ratas. Si estas procrean en las cloacas de la ciudad,
aquellas aves se alimentan en los vertederos de basura. Nosotros también somos
hermanos de ratas y gaviotas. Las ratas han convertido en patria nuestros
excrementos. Y por la noche, las gaviotas irrumpen en el cielo urbano chillando
con ardor borracho y guerrero.
"Todo el mundo quiere presentarse como una paloma de la paz o una gaviota voladora. Lo que no es más que una derivación política del romanticismo que, en oposición a la promiscuidad urbana, idealizó el azul del cielo y la pureza de las cimas. Las bestias celestiales nos encantan. Graciosos gorriones, pacíficas palomas"
ResponderEliminarJaja, qué bueno.
Gran artículo. Vírgenes celestiales, demonios, gaviotas, ratas, todo nos lo revuelven y nosotros, que anhelamos las categorías horizontales y jerarquizadas les echamos los brazos ansiosos por abrazar a unas u otros como una tabla de salvación en medio de este furor de ruido.
Yo estoy leyendo viejos artículos de Camba y escuchando música para descontextualizarme. Creo que en el fondo es una actitud escapista. Qué contrariedad.