26 mar 2015

Poema a un amigo

Poema a un amigo, titulado Buena Suerte. Otra de las piezas del poemario Poemas 3,14, disponible para descargar en Google Play, Smashwords, Amazones y otras tiendas de ebooks, en PDF, epub, mobi, kindle para tablets, smartphones, iphones, android y no sé cuántas cosas más.


Buena suerte

¿Acaso es justo que te señale
si nunca hablaste de amar?
¿Nos cubría un matiz trágico
o nos impulsó una vez la fortuna?
Repetíamos el paseo de hojas pobres
bajo los soles de la tarde esperando
las impenitentes mañanas feroces
cuando medíamos nuestro hogar ínfimo.
Todo era, tú también, una enorme broma
cocida por tus dientes de seca ironía,
bronce por el pánico al mundo real.

¿Te pude decir que las coincidencias
nos ataban más en nuestro mundo
que tildábamos de único, precioso y estético?
¡Lapislázuli! Ese era tu puente
yo ya lo entendía y me sorprendía
que el azar fuera, otra vez, un dardo oscuro.

Evoco los contornos de tu alto santuario
de ventanas gélidas sin balcones
con pocos pero muy adecuados muebles
donde no era admitido el beso desconocido.
En el altillo, latentes y ordenados, yacían
tus anhelos de agitador ortodoxo.
Y en el rincón opaco nadan las sirenas,
las prisas y los años todo lo desnudan.
Todavía mi memoria te conserva
alzando la ceja de la cansada
cara de lechuza, emitiendo el dictamen
de un sátrapa antiguo que perdona y salva
destripando el parecer ajeno, el juicio
de los humildes que amagan con la divergencia.

El azúcar. El deseo por sobrevolarnos.
El tiempo. A pesar de todo, aún me trastorna
tanta seducción. Tanto, tanto te quería.

Pocos fueron los secretos que te guardaste.
Yo sabía que tú buscabas días
claros y tú que yo moría en el ocaso
si el cielo ardía y la antesala estaba vacía.
Habían chicas y no mucho sexo,
la intimidad era un campo literario
donde cabían referentes y maestros,
ángeles y letras de un valle fantástico.
Compartir. Siempre ganaba porque
servía plato pequeño en nuestra mesa
de necios, tedios y cafés homéricos
donde cocinábamos dioses y zurcías fábulas.
¿Qué esperaste del retorno a casa,
tan largo, enfermos de luz, sucios de noche?
Querías un nuevo hombre, lo amamantabas,
modelando con dedos exigentes la carne
de alguien que sólo existía en el salón
que no encontré, que no existía ni existió.
No recuerdo cómo se desmoronó.
Encender la luz, el amor sin trampas.

Más tarde me llegaron fragmentos y ecos
de aquí y de allá, imágenes heridas
del espía defenestrado de Palacio
que ya no comprende cómo viste la Reina.

Años. Huracán que levanta piedras
para llevárselas muy lejos. Olvido.
Y no. Te muestras y te apagas, cada vez
más frecuentemente. Recuerdos,
                                       mi buen amigo.

                                                                    I.K, en Poemas 3,14.

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