¡Prended
a ese loco!
Un día, a una amiga francesa le comenté lo mucho que me había impresionado el poema de Cristo en el Monte de los Olivos, de Gérard de Nerval (París en 1808). Qué barbaridad de poesía. Ella, muy sorprendida, me dijo que Nerval se estudia y lee en Francia, que está presente en los libros de textos escolares. Caramba. Pero como narrador. Ella no sabía que era poeta.
Este LE CHRIST AUX OLIVIERS es un estallido. Es uno de aquellos poemas
que justifican toda una vida dedicada a la literatura. Además de su terrible
belleza, al leerlo tuve la impresión que escenificaba la tragedia de Jesús, y
no ya la del hijo de Dios, sino la de toda la humanidad. Atención al IV y V movimientos.
No, no me he vuelto loco. Invito a leer
estos versos, de los mejores de entre las ruinas de mi memoria.
Cristo
en el Monte de los Olivos
I
Alzó el Señor al cielo sus
brazos descarnados
entre los sacros árboles,
cual hacen los poetas,
y se hundió largamente en sus
penas secretas,
y vio que sus discípulos lo
habían traicionado.
Y miró a los que abajo lo
esperaban echados,
soñando con ser reyes y
sabios y profetas...
perdidos en su necio sueño de
marionetas,
y gritó: "¡Dios no
existe! ¡Os había engañado!"
Dormían. "¡Oh, amigos!
¿Sabéis la novedad?
Llegué a rozar la bóveda de
la inmortalidad;
estoy sangrando, roto,
largamente sufriendo.
Hermanos, os mentía: ¡Abismo,
abismo, abismo!
¡En el ara en que soy la
víctima yo mismo
Dios no está, Dios no
existe!" Mas seguían durmiendo.
II
Siguió: "¡Todo está
muerto! Atravesé los mundos
por caminos de estrellas,
llegué en peregrinaje
allí donde la vida, de sus
vasos fecundos,
derrama arenas de oro y un
argénteo oleaje:
Doquiera hallé el desierto
ciñendo soledades,
de convulsos océanos, las
foscas tolvaneras...
Mas no habita alma alguna
estas inmensidades:
un vago soplo mueve las
errantes esferas.
Busqué el ojo de Dios: vi una
cuenca vacía,
vasta, negra, sin fondo, de
la noche morada,
que irradia sobre el mundo y
sin cesar lo enfría.
Un extraño arco iris nimba
esa sima helada,
umbral del caos antiguo cuya
sombra es la Nada,
una espiral que Mundos y Días
absorbía.
III
"¡Oh Inmutable Destino,
centinela silente,
fría Necesidad...! ¡Oh Azar
que te insertas
bajo la nieve eterna de las
esferas muertas,
y al pálido universo enfrías
lentamente,
¿sabes bien lo que haces,
potencia original,
con tus soles fantasmas que
entre sí se deshacen?
¿Esperas infundir un hálito
inmortal
entre un mundo que muere y
otro que renace?
¡Padre mío! ¿Eres tú a quien
siento en mi carne?
¿Reinas sobre la muerte?
¿Puedes resucitarme?
¿O es que has sucumbido a la
maldad postrema
del Ángel de las noches al
que hirió el anatema?
Pues me siento muy solo en
llorar y sufrir,
y si muero es que todo, ¡ay
de mí!, va a morir."
IV
Nadie gemir oía a esta
víctima opima
que al mundo ofrece en vano
su corazón abierto.
Mas ya sin fuerza alguna,
desfallecido, yerto,
llamó al único apóstol que
velaba en Solima.
"¡Judas!, gritó, bien
sabes en cuanto me dirimen,
date prisa en venderme y tu
negocio ultima:
¡Estoy sufriendo, amigo! La
tierra me lastima...
¡Oh tú que al menos tienes el
ánimo del crimen!"
Mas Judas alejábase, molesto
y pensativo
al verse mal pagado, y con
pesar tan vivo
que en todas las paredes su
culpa escrita hallaba.
Por fin, sólo Pilatos, que a
César encarnaba,
sintiendo alguna lástima,
volvióse despectivo
y "¡Prended a ese
loco!" a su hueste ordenaba.
V
¡Era él aquel loco, el
sublime enajenado...!
¡Aquel Ícaro oscuro que al
cielo se aproxima,
Faetón por el rayo de los
dioses tocado,
bello Atis malherido que
Cibeles reanima!
El vientre de la víctima escrutaba
el augur,
la tierra se embriagaba con
su sangre preciosa...
La creación entera pendía
temblorosa
y el Olimpo un instante
vaciló en el azur.
"¡Responded! -gritó
César a Júpiter Amón-,
¿Qué nuevo dios es éste que
imponen a la tierra?
Y si no es dios, ¿acaso es
una maldición?..."
Pero el auspicio para siempre
el arcano cierra...
Sólo uno podría revelarlo del
todo:
el que insufló un espíritu a
los hijos del lodo.
¡Realmente impresionante!
ResponderEliminarSalutacions ;-)
Me quedé boca abajo al leer esta poesía. Sobre todo en el IV movimiento: "Por fin, sólo Pilatos, que a César encarnaba,/sintiendo alguna lástima, volvióse despectivo/ y "¡Prended a ese loco!" a su hueste ordenaba ....
ResponderEliminarSaludos!!!