Publico en el blog esta poesía, Rumbo Sur, del libro Poemas y Canciones
de Hierro (Lluís Viñas Marcus, 2018). Un poema largo, poco adecuado para el
mundo de pantallas rápidas. Siempre habrá alguien con la paciencia suficiente
para leerlo. 
El poema funciona como una canción en algún lugar del
Mediterráneo. De este modo, cierro el hilo de Canciones de Hierro, ya que a
principios de año publiqué un nuevo libro de poemas y habría que darle espacio.
Rumbo sur
Rumbo sur, rumbo sur, 
la luz nos abrasaba.
Bendecida era la ligereza
del bosque de pinos,
hacia el gran Delta.
Bosque de pinos en la boca del mar,
la alegría retorcida del Mediterráneo
que honrábamos siguiendo el camino,
la cesárea ocre entre el agua y la tierra,
vida retenida y con esmero peinada
por el cielo azul, vasto, sin nombre.
El camino del tiempo también, 
cuando tú y yo nos conocimos, 
nos empujaba la urgencia 
como si una perfumada tragedia
nos hubiera amortajado, con dulzura, 
en un foso del pasado.
Rumbo sur, rumbo sur,
Las playas largas se pierden,
se funden bajo el resplandor
de un horizonte sin formas,
hacia el gran Delta.
Madre tierra roja, el verde diminuto
y oxidado chispeando, minúsculas flores,
la ruta pedregosa se hundía 
y volvía a emerger, 
giraba y volvía a entrar en el mar, 
que recibía el acantilado y lo detenía. 
Las sacudidas de nuestras vidas,
los golpes del amor, la balsa del anhelo.
Nos encaramábamos sobre las playas 
de piedras blancas que se adentraban 
bajo la línea de las olas, espumeantes 
y cansadas, resignadas  a cabalgar 
y deshacerse sin remedio 
sobre un mundo ajeno 
como nuestros cuerpos 
frágiles sobre la realidad.
Rumbo sur, rumbo sur,
Calas curvadas 
cual cimitarras,
cangrejos y escarabajos,
hacia el gran Delta.
Nuestra hija buscaba esmeraldas 
subterráneas. En vano, tú y yo 
las habíamos auscultado.
Tú removías los cuchillos 
ignorando los escarabajos que surgían 
de nuestros pies. Ordenabas cuchillos 
y hojas afiladas que luego enterrabas
con un sentido que no entendía. 
El ermitaño saliendo de la concha.
Yo dejaba las entrañas sobre las piedras, 
declamando sin sentido, 
sin hallar mi propio conjuro 
para perforar las horas y de ese fingido
desprecio obtener una partitura.
Indolencia, de quien destronado 
y prisionero de sí es, y todavía no, 
¡no!, así viajando por el sendero 
rumbo sur, bajo la luz prometida del Delta.
Rumbo sur, rumbo sur,
puertos lejanos,
blancas nubes,
gaviotas y veleros,
hacia el gran Delta.
Toda una larga mañana, 
por fin una entera mañana 
que borraba las preguntas 
y el dónde iremos, destino,
eco llevado por el aire 
de mar a tierra ardiente.
El futuro no designaba amenazas 
y los dados del azar dejaban de rodar. 
Por fin la música decía, derramada.
Saliendo de un giro 
hallamos la herradura de un puerto
con veleros que llegaban 
y partían hacia otra horas
pero ninguna de las promesas, 
ninguno de los cantos
de cristal nos hirió. 
Rumbo sur, rumbo sur
siempre adelante, 
quiebros de frontera 
del mar indiferente,
dejando caer todo eso
que no seremos jamás,
hacia el gran Delta.
Donde los pinos estrujados 
no ponían el pie, 
justo delante de las olas, 
la roca reluciente 
de espuma se desataba.
Sobre el salto del viento 
la gaviota cantaba al aura
que nos arrancaba 
astillas del presente. 
Debe ser esto la libertad, 
saberte sin peso 
frente a las medidas de las cosas.
Rumbo sur, rumbo sur
apagamos nuestra voz,
nos dejamos llevar,
sombras de luz, mariposas
entre las flores y susurros
de la brisa, reflejos
sobre el mar quieto.
El Delta estaba cerca. 
El último corte era un torrente 
que moría en un cañaveral 
transformado en laguna 
bajo los labios del mar.
La prisión de la carpa que tú alimentaste. 
El pasillo estrecho en el que nadando 
arriba y abajo no podría escapar. 
Un retrato posible, 
una cenefa de días inciertos
y tardes sordas.
Incauta para las trampas 
complejas de las ciudades,
como un Teseo que se estrella 
contra el perímetro del laberinto,
así la carpa, así nosotros.
Rumbo sur, rumbo sur,
mañanas tibias, 
pendiente abajo 
hasta caer 
sin principio ni fin,
hacia el gran Delta.
Alcanzamos las playas doradas
donde el sol funde el mundo
estallando sobre la arena.
Recogíamos las conchas brillantes 
del mañana hundiendo
el cuerpo en las aguas de hoy, 
volviendo a nacer acaso,
contentos de ser, jugando con el viento, 
ondeando las toallas como banderas 
de un reino carente de hitos, 
como nuestras sombras y los condados, 
de los hombres y los sueños 
hechos sombras corriendo por la arena 
hasta desdibujarnos, 
hacia el oeste, confundida la línea 
de la costa con el sol poniente.  
Rumbo sur, por el oeste surgió 
el primer lucero y más allá, 
en la confusión del horizonte,
la luz del antiguo faro. §
| Rumbo Sur, by Igor. | 

 
 
Un gran poema! En cada lectura, hay un motivo para iniciarlo de nuevo y saborearlo lentamente.
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